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Por Fernando Morales
Especialista en Organización y Gestión de Personas con 26 años de experiencia en multinacionales
Mi hija ha estado realizando el camino de Santiago en estos días y a pesar de que los adultos pensamos que los menores no nos pueden enseñar cosas, estamos totalmente equivocados.
Me comentaba, que lo mejor del camino, no había sido solo el esfuerzo individual o conseguir llegar después de largas caminatas diarias al objetivo. Lo mejor había sido poder ayudar a otras personas que estaban pasándolo mal durante el mismo, la gratificación personal que había supuesto poder ayudar a alguien que lo necesitaba, superaba con creces cualquier otra circunstancia.
Y que tiene que ver el camino de Santiago con la empresa, pues nada y mucho. Nada porque el camino es espiritual y la empresa material, nada porque durante el camino hacemos un viaje introspectivo de forma individual. Pero mucho porque el camino no lo hacemos solos, mucho porque durante el mismo nos ayudamos unos a otros con el objetivo de llegar a Santiago, mucho porque las empresas deberían ver en la colaboración más ventajas que en la competición.
Steve Jobs decía que no se trata de hacer las cosas mejor que tus competidores, se trata de hacerlas de forma diferente. Muchas veces en la empresas primamos nuestro beneficio personal por encima del colectivo, competimos con nuestros propios compañeros por buscar o defender una posición que entendemos nuestra. Si observamos detenidamente una reunión de empresa, en muchas ocasiones, es como un grupo de niños en el recreo.
En el deporte de elite y por encima de todos en el fútbol, siempre estamos oyendo hablar de la gestión de los egos de los jugadores, de lo importante que son las individualidades.
Soy un gran aficionado al fútbol, tanto como practicante y como espectador, y después de analizar este deporte y lo que ocurre en él, siempre llegó a la misma conclusión. Cuando se consigue que las individualidades se ponen a jugar en equipo logran un mayor número de éxitos, que cuando cada uno juega por su cuenta, donde el fracaso está asegurado.
Volviendo al camino, mientas hablaba con mi hija y pensaba en este artículo me vino a la mente un libro que tenía por las estanterías, el libro de Chris Lowney “El liderazgo al estilo de los Jesuítas”. Este libro me merece especial atención porque en él, Chris Lowney nos traslada los valores, pilares y comportamientos del espíritu Jesuita a la empresa.
Los primeros Jesuitas entendieron muy bien cómo construir, con los recursos que tenían a mano y la colaboración entre ellos, una organización eficaz para conseguir el objetivo que se habían propuesto. Durante el transcurso del diseño del mismo ,llegaron a una conclusión clave, el mejor recurso eran ellos mismos y a partir de ahí trabajaron dos facetas, la individual y la colectiva, con estos dos elementos el proyecto tendría más posibilidades de éxito.
San Ignacio de Loyola, junto con los otros fundadores de la Compañía, diseñaron unos ejercicios espirituales orientados al conocimiento de uno mismo, que contenían además una preparación para afrontar los posibles desafíos que se iban a presentar.
Aparte de estos ejercicios edificaron su organización fundamentada en otros tres pilares. Estos pilares son, amor, heroísmo e ingenio. Estos cuatro valores, son los que hicieron de la Compañía de Jesús una de las órdenes religiosas con mayor crecimiento de su época y también una de las más innovadoras.
La empresas actuales, de forma no consciente, copian de alguna forma las estructuras que los Jesuitas diseñaron en su momento, para crecer. Espacios para la reflexión, acciones para incrementar el compromiso de los trabajadores con la empresa, mayor delegación de responsabilidades en los trabajadores y la posibilidad de plantear nuevas formas de hacer las cosas, incentivando la innovación en todos los ámbitos de la empresa.
Pero en mi opinión, las empresas deberían valorar más el capital humano. En muchas ocasiones se nos llena la boca con frases como “lo mejor de esta empresa es su capital humano” o “potenciamos el talento“, “buscamos gente con empuje y experiencia”, pero la primera decisión cuando las cosas van mal es prescindir de ese capital humano que era tan imprescindible.
En esta sociedad en la que todo va tan a prisa, estamos dejando de lado nuestras raíces, nuestra cultura y en muchos casos nuestros pilares. En las tribus indígenas, existía el consejo de ancianos a los que se les trasladaba los problemas más importantes con el fin de que estos dieran una solución. En esta sociedad donde las empresas tienen que crecer si o si, no sé sabe muy bien porqué, donde hemos hecho del tamaño y no de la eficiencia la razón de ser de muchas de ellas. Muchas empresas han desaparecido por el crecimiento desaforado, mientras que otras se han mantenido, cuidando los clientes, el margen y la eficiencia.
Los Jesuítas, basaron toda su organización en las personas y no tanto en las estructuras, eso les hizo ser muy rápidos a la hora de responder a los problemas del día a día. El objetivo de ellos no era crecer o tener mayor tamaño, su objetivo era cumplir con el propósito fundacional. Las empresas de hoy en día, demandan agilidad, rapidez, los jesuitas consiguieron esto hace más de 400 años, poniendo a las personas en el centro de sus actividades y consiguieron el éxito.
Podemos aprender muchas cosas de la vida personal que podemos utilizar en la vida profesional y al revés. En los próximos años y tal y como está el mundo a nivel político y económico, sobrevivirán no los más grandes, lo harán los mejor preparados, los más eficientes, los que sepan mo-verse de forma rápida y ágil en este mundo tan cambiante y para ello necesitaremos una combinación de personas con experiencia junto al empuje de la gente joven. Si somos capaces de conjugar ambas circunstancias el éxito estará casi asegurado. Ω
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