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Por Germán Pose / Fotografía Carlos Galeano.
Antonio Resines (Torrelavega, Cantabria, 1954) es un actor español que se ha debatido entre la comedia y el drama con un éxito sin estridencias. Con mas de 140 películas en su historial solo logró un Goya, algo que le deja perplejo. Ahora acaba de estrenar la serie ”Serrines, madera de actor”, y tiene dos películas más a la vista. Resines recibe a Pozuelo IN con buen humor y sin complejos, y no se corta.
—Arranca otro año y que se trae usted entre manos?
Pues mira, acabamos de estrenar en Amazon Prime Vídeo una serie que se llama “Serrines, madera de actor”.
—¿Y de qué va la historia?
De un actor que se llama Antonio Serrines, que ha tenido un éxito brutal con una serie llamada “Los Tocino” -ríe-, no sé si te suena, pero ya no quiere seguir haciendo gilipolleces de ese tipo, entrevistas y demás. Lo único que quiere es prestigio. Y decide estudiar a fondo el oficio de actor y quiere hacer el “Otelo”, de Shakespeare, y se presenta a una audición en la que todos los candidatos al papel son negros y a él se le ocurre pintarse la cara de negro y le mandan a freír espárragos y les acusa de racistas. En fin, ese es el nivel.
—Su actividad es frenética porque también está rodando una película con un singular título: “Cuerpo escombro”.
Sí, hago de padre de Dani Rovira y Ernesto Sevilla, y el Langui también aparece por ahí. Es la historia de uno que se hace pasar por discapacitado para cobrar y, no sé, una gamberrada de cuidado. También participio en una serie que se llama “Atasco”, donde interpreto a un guardia de seguridad de un furgón y se le ocurre atracarlo, como “El Dioni”. Y hay más, no te creas, también otra película que se llama “AP 6”, de Daniel Calparsoro, que empezamos a rodar en marzo.
—¿Dónde se siente mejor haciendo programas o series para la televisión, el cine o el teatro?
-Los programas no me gustan y prefiero las series o el cine, que ya es lo mismo. Con el teatro lo paso fatal, sobre todo cuando veo una obra y veo a mis amigos o compañeros sufriendo en el escenario. Sé lo mal que se pasa ahí arriba y no paro de pensar que se van a equivocar. Y te quedas en blanco encima de un escenario y es lo peor de lo peor. Hay un sueño recurrente entre los actores que es cuando se te olvida el texto.
—Una de las series de mayor éxito en España fue “Los Serrano”, que usted protagonizaba, pero al cabo del tiempo llegó a declarar que había que acabar, que le estaba volviendo loco, ¿qué ocurrió?
Sí, a mí y a todo el mundo. Paramos porque no podíamos más. Era un trabajo brutal, a diario, cinco años y medio estudiando como un cabrón, grabábamos durante muchas horas y terminamos agotados. Y llegó un momento enloquecedor en el que no sabíamos quien se iba a liar con quien, no sé, el niño con la abuela -ríe-, y así. Y cuando Belén Rueda muere en la serie me cayó todo el peso encima. Fue terrible, estaba exhausto y había que terminar.
—Han pasado 20 años y “Los Serrano” se está reponiendo en televisión con buena audiencia, además, ¿cuál es la clave?
Pues mira ahora esta serie tiene más éxito que cuando se emitió en su día. La gente de 12 a veintitantos años la vuelve a ver. A mí me viene muy bien porque algo ingresamos por derechos de imagen. Es una fórmula de éxito porque hay tres cosas fundamentales y todo el mundo se siente identificado: la familia, el bar y el colegio.
—Empezó a estudiar Derecho pero luego lo dejó por Imagen, en Ciencias de la Información, donde coincidió con Fernando Trueba, con quien poco después se estrenaría en el cine con “Ópera prima”.
Sí, primera película, en 1979, y la de Trueba, que funcionó muy bien, fue un éxito junto a Óscar Ladoire. Pero yo aún no me sentía actor. Tenía pelo y todo, unos 23 años. Éramos unos críos, aunque antes habíamos hecho un montón de cortometrajes.
—¿Y no tenía aspiraciones de ser actor?
No, pero a mí me gustaba mucho el cine, y cuando se fundó en 1977 la facultad de Ciencias de la Información, la de rama imagen, me junté con mucha gente que quería hacer lo mismo. Y tuve la suerte de juntarme con gente muy buena, que querían ser guionistas, realizadores, directores de fotografía, no sé. Y yo me manejaba muy bien en el asunto de la organización porque era el menos borracho de todos. Y como la película tuvo éxito me empezó a llamar gente. Y de 1979 hasta 1985 hice 15 películas, la mayoría de protagonista.
—Y le llamó Fernando Colomo para hacer “La línea del cielo”.
Sí para rodar en Nueva York, y me pagó una pasta de aquella época, y ahí ya me lo empecé a tomar en serio. Empecé a sentir que podía ser actor.
—Cosas de esas las cuenta en un libro que escribió muchos años después que se llamaba “Para habernos matao, memorias de un calvo”. ¿Ahi lo contaba todo?
Pues claro, lo contaba todo, no tenía nada que ocultar, quitando algunas tías que me había follado, pero vamos, sí, lo contaba todo.
—¿Una o dos tías, no?
-Más o menos, pero vamos somos caballeros, dejemos el tema. Eran memorias cinematográficas, para entendernos. Quedó muy bien la primera parte y la segunda, algo peor. Íbamos muy rápidos porque teníamos que salir en la Feria del libro de mayo y nos pillaba el toro.
—¿Y qué tal su experiencia como escritor?
Ejem, yo no escribí ni una línea, creo que solo puse los pies de fotos. Fue mi mujer la que escribió todo el libro sin experiencia de escritora, echándole lo que había que echar. Y quedó muy bien, y la editorial Random House, encantada.
—Aparte del cine, usted apuntaba maneras como jugador de rugby.
No, perdona, yo era muy bueno y jugaba en el CAU. Fui el último subcampeón de la Copa del Generalísimo de rugby, ganó Arquitectura. He jugado contra todos los grandes de la élite del rugby. Yo jugaba de ala, corría 13 segundos en 100 metros, cuidado. El rugby es muy importante en mi vida y sigo relacionado con todo ese mundo.
—Rugby aparte, otra de sus pasiones es el fútbol y creo que tiene corazón madridista, ¿qué supone ser del Real Madrid?
Lo más grande, es algo superior. Siempre se decía por ahí que el Madrid era el equipo del régimen y le ayudaban los árbitros y ahora sale la corrupción del Barsa, ¡30 años pagando a los árbitros! Y parece que no pasa nada. Y entre tanto el Madrid ha ganado 14 copas de Europa y no sé cuántas Ligas, y eso con los corruptos del Barsa detrás.
—¿Y en política de qué pie cojea?
A ver, yo siempre he sido social demócrata que se llama, más o menos de izquierdas, ¿y qué significa eso? Que te gustaría que todo el mundo viviera lo mejor posible, apoyando el bienestar social.
—De izquierdas se proclama el gobierno que tenemos, ¿qué le parece?
Pues que no estoy de acuerdo con Pedro Sánchez y compañía en absoluto, eso es una aberración. No me ha gustado la deriva con el asunto catalán y los independentistas, no me gustan los indultos, el tema de la amnistía, la malversación de los políticos catalanes, en fin. Y lo que no puede ser es lo que ha ocurrido, que para tener mayoría y gobernar tengas que pactar Sánchez con los que ha pactado, es de cachondeo y muy serio a la vez. Lo que está haciendo el Psoe ahora no me parece ni medio bien, teniendo en cuenta que nunca votaría al PP ni a Vox, pero dicho queda.
—Le iba a preguntar por qué la mayoría de los actores son de izquierdas, pero no sé.
Oye ¿va a durar mucho esta entrevista?, porque vamos. ¿Y si nos tomamos algo?
—Todo a su tiempo.
-Bueno, pues qué quieres que te diga, cada uno que sea lo que quiera. ¿Pero nos tomamos algo, cuánto queda? ¿puedo pedir una cerveza?
—Más de 140 películas y solo un premio Goya, ¿le parece injusto?
Absolutamente, pero bueno, así es la vida. ¿Y si dejas de preguntar?
—Bueno, ya terminamos, dígame, ¿el cine español mola de verdad?
A ver, ¿los periodistas españoles, la prensa española mola, de verdad?, ¿la radio y la televisión española molan de verdad, los restaurantes de Pozuelo molan, de verdad?
—Disculpe, pero el que pregunta soy yo.
Vale, pues sí, el cine español mola, de verdad. Hay un problema con la asistencia al cine, que ha bajado un 40 por ciento, pero hay que recordar que la industria del cine español es el 4 por ciento del PIB de este país. Hombre, ahora la gente tiene pantallas en su casa de 60 pulgadas y se queda en su salón viendo películas tan a gusto. Todo hay que decirlo.
—¿Se siente incómodo en las escenas de sexo?
Bueno, ya está bien, ¿tomamos algo o no? Me niego a hacer más escenas de sexo en las películas.
—Venga, terminamos, ¿cómo le ha cambiado la vida desde que es un personaje famoso?
La mía no mucho. Sigo siendo aquél, como decía Raphael. Ω
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