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Por Almudena Solo de Zaldivar Navarro. FINANCIERA
Tengo unas ganas enormes de tratar este tema, pero llevo varios días viendo cómo escribir lo que os quiero contar. Es un asunto que aún sigo sin entender la causa, pero que lo he vivido en propia carne. Y tengo que reconocer que, continúo perdiendo cuando me enfrento a él, aunque como decía Scarlett O ‘Hara: “Pongo a Dios por testigo que nunca volveré a pasar hambre …. ¿Algún día lo lograré?
Estaréis preguntando de qué estoy hablando, no es de economía pura, como suelo, me estoy refiriendo a un tema laboral, que tiene su vida propia.
Pasamos más tiempo con nuestros compañeros de trabajo que con nuestras propias familias. Desarrollamos unas relaciones, podemos decir casi familiares, en nuestro entorno laboral. En ese ámbito, en la mayoría de los casos, no elegimos quién nos acompaña, nos tenemos que amoldar. No escogemos a las personas. Y en ese caldo nos relacionamos con “una fauna” donde se halla la figura de la que me gustaría tratar: el “político mediocre”. Y no porque se dedique profesionalmente a la política, sino porque maniobra con artes de político en su vida común, por ejemplo en la empresa donde nos cruzamos a diario.
En todos los ambientes laborales y empresariales que he conocido siempre hay más de uno.
Intentaré definirlo, otro asunto es que lo consiga.
Esta “especie de político” tiene dos facetas. Según en qué situación se encuentre actúa de una u otra manera. Si no se siente amenazado, se suele caracterizar porque pasa más tiempo haciendo la “pelota” que trabajando. Dedica sus horas a otear en busca del jefe. Este personaje consume su tiempo en contar lo que realmente no hace: sus grandes logros, generalmente inexistentes porque suelen ser obra de otra persona. Esta especie de ser humano es amable con el jefe, le “canta sus virtudes”, y está siempre dispuesto a hacer lo que él necesita, aunque luego no lo haga.
Si se siente amenazado por alguien mas válido y más inteligente que él, que es muy fácil que ocurra, su actuación cambia con un matiz, ya no habla de sus logros personales, sino de manera constante difuminado en palabras bonitas, de la figura a “asesinar”, la va machacando, hasta que el jefe vaya contra él de manera directa, para que se lo quiten del medio. En ese impás, se hace amigo del que va a inducir al asesinato, para que nunca se convierta en sospechoso.
Normalmente su objetivo es siempre ser jefes, alcanzar cúpulas con el mínimo esfuerzo, o bien, sobrevivir en su mediocridad conservando su puesto de trabajo.
Esta gente no se alía con su compañero inteligente, sino que lo utiliza en el periodo que va desde el inicio del envenenamiento hasta el asesinato.
Si tú eres la victima: errores que se suele cometer contra estas personas. Nunca vayas al jefe que tienen engatusado a decirles que están equivocados, pierdes tú. También es un error creer que estos jefes verán tu trabajo y resultado. Yo siempre he tenido la creencia de que me contrataban para obtener beneficios. Pero me he dado cuenta de que muchas veces esto no es verdad. Me han recriminado que yo no me “vendiera”; pero trabajo o me vendo, hacer las dos cosas es difícil. Además, existe un serio problema: si estas centrado en el trabajo y resolviendo no puedes fijarte en el “asesino”.
Una excompañera mía llego a contratar a un coach para que le enseñara a venderse delante de los jefes.
Aún no tengo la solución ante estos inteligentes emocionales, mediocres y “asesinos” de inteligentes y trabajadores, pero el día que lo tenga lo comparto con vosotros. Por ahora, solo me queda la pataleta y tomar antídotos anti envenenamiento y rezar para que trabajen. Ω
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