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Por Almudena Solo de Zaldivar Navarro
FINANCIERA
Una de las decisiones más complicadas es cuanto dinero puedo pedir, tanto a nivel personal como a nivel profesional. La pregunta que, en un principio parece compleja, tiene mucho de sentido común, y la respuesta parece obvia: lo que pueda pagar.
Si me pongo a nivel técnico puedo utilizar palabras como: ¿cuál es mi máximo endeudamiento?, o, lo que es lo mismo, ¿cuál es mi capacidad de endeudamiento? Pero propongo ponerlo fácil, para que delante de un café, podamos charlar de ello sin dormirnos.
Analicemos primero el grupo de personas y empresas que existen en el mundo:
Primero tenemos a los que, ni muertos, piden un préstamo. Suelen vivir en la austeridad. Son particulares o empresas -a partir de ahora llamare a ambos: sujetos- que no recurren nunca a dinero externo.
Después esta el término intermedio, piden algunos prestamos, pero no muchos y, destinados a conceptos concretos: casa, coche, compra de mercaderías, etc.
Y, después están los ídolos de las financieras, los que todo el sueldo se va en pagar prestamos, tarjetas, etc.
Después, veamos el concepto de endeudamiento, que ha cobrado un nuevo sentido:
Esta pregunta, cuánto dinero necesito, ha cobrado más fuerza a raíz del Covid, y, aquí no estamos analizando el concepto del endeudamiento, sino de la pura supervivencia. Nos estamos enfrentando a una situación nueva. Ante la paralización del negocio, actividad, ERTES, hemos tenido que recurrir a un préstamo.
Se nos ha ofrecido solicitar prestamos personales, moratorias, ICOs, todo tipo de endeudamiento para salir de esta situación. Entramos en pánico, empezamos a firmar operaciones, y, después de que las firmamos, tenemos que devolverlas….
Ahora estamos en una época de “by pass”, aun no hemos empezado a pagar el principal de los prestamos o estamos en moratoria hipotecaria (cuando solo pagamos intereses). Hace poco, el Gobierno, nos ha ampliado las carencias. Seguimos en época de anestesia, aun no estamos pagando “la chicha” del préstamo.
Tenemos miedo, que, si en el momento que nos la ofrece el banco, no las firmamos, pueden que nos no las den más. También, tenemos miedo a desaparecer como empresa o a perder como particular. Y, ¿si nos quedamos sin dinero?
¡Alto! Respiremos fuerte y pensemos, por favor, que vuelva nuestro sentido común.
Propongo unos segundos de tranquilidad y analicemos, primero cual son nuestros ingresos. Este concepto lo aplicaremos como personas físicas o como empresas. Nuestros ingresos reales procederán, si somos particulares de nuestras nominas, pensiones y rentas. El segundo lugar, hay que tener en cuenta la regularidad. No trabajemos con ingresos excepcionales, sino con los habituales. Lo mismo para la empresa.
Ahora, pasemos a los gastos. Nadie vive del aire, o sea, sin gastos. Si existe ese lugar propongo que quién lo conozca comparta la ubicación. Estoy hablando de agua, luz teléfono, etc. o materias primas, coste del local, agua, luz, teléfono -no somos tan diferentes las empresas de las personas físicas-. Cuanto nos queda: eso lo podremos destinar a prestamos, una parte y, a vivir otra.
Los estudios técnicos hablan que los particulares solo se puede endeudar uno entorno a un 40% de los ingresos. Y las empresas entre un 40%-60%.
Aun recuerdo a mi profesora de riesgos en Bankinter, ahora amiga, que me decía: el orden de devolución es el siguiente: primero comes, después te vistes, después pagas los gastos fijos y la juerga, y, lo último, los prestamos. Y esa es la verdad. Lo malo es que nos quedemos en el segundo o tercer punto y no podemos llegar al pago de los prestamos.
Otra idea, que se ha utilizado muchísimo en ambos sujetos es el del apalancamiento financiero (¿lo que?), utilizar prestamos en lugar de mi propio dinero. Si se utiliza con cabeza, tiene sentido, tengo el doble de recursos, mi dinero y el préstamo. Pero, esto es mas propio de las empresas.
Después de las pinceladas anteriores, volvamos a la idea originaria: ¿Cuál es el limite que puedo pedir en préstamos?
Lo primero que debemos tener claro es que tener préstamos no es malo. Es malo si lo negociamos mal: tiene un tipo de interés muy alto, muchas comisiones, que tengamos que avalar, etc.
Segundo, qué es lo que pagamos con el préstamo. Si es algo que sea a largo plazo, tenemos que pedir un préstamo que dure algunos años. Nadie se imagina pagar la casa en 12 meses.
Y, ya llega el sentido común: todos los prestamos, tarjetas, financiaciones, etc., junto con mis gastos personales no pueden superar el 40% de mis ingresos regulares mensuales. El resto de la nomina es para vivir o los imprevistos.
En el caso de las empresas, la diferencia es entre ingresos y gastos, y que estos se sitúen entre el 40-60% de los ingresos. Aunque hay empresas que necesitan inversiones mas elevadas por el tipo de negocio que desarrollan.
Y que pueda hacer frente a los compromisos de pagos. No entremos en la rueda de pagar prestamos con tarjetas o prestamos que solicitemos después. Romper esa rueda es muy difícil, y, esa, si o si nos lleva a la quiebra.
Recordemos que la imagen de buen pagador es fundamental y que cambiar la imagen de mal pagador es muy difícil. Y si la tenemos, es difícil que nos ayuden en un momento de necesidad.
Resumiendo, que el total de los compromisos de pago estén por debajo del 40% de los ingresos. Que ajustemos el plazo al producto que adquirimos. No compremos una Nintendo al niño con un préstamo hipotecario (cosas parecidas las he visto en el pasado). Que seamos buenos pagadores y atendamos nuestros pagos regularmente. Que controlemos nuestras finanzas para no superar estos limites. Y, no entremos en pánico, para que los compromisos que adquiramos sean sostenibles en el tiempo.
Para que así podamos seguir manteniéndonos otros 100 números, como poco, como la revista Pozuelo In este mes. Ω
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