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Por Teresa Rodríguez-Millán (Psicóloga general sanitaria / Psicóloga forense)
“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la fuerza de voluntad” (Albert Einstein)
¿Por qué no tengo fuerza de voluntad? ¿Cuántas veces tengo que volver a intentarlo? ¿Por qué no termino lo que empiezo? ¿No soy capaz de resistir la tentación?... Éstas son algunas de las preguntas que forman parte de nuestras vidas.
Tener objetivos y procurar conseguirlos, llevar a cabo lo que nos proponemos, sentirnos capaces, útiles, fuertes, son sensaciones y emociones que nos impulsan, la fuerza motriz que nos empuja para seguir hacia delante, conseguir los objetivos o metas que nos marcamos están dirigidos por la fuerza de voluntad, este concepto tan grande y definitivo en nuestras vidas.
Etimológicamente la palabra voluntad procede del latín voluntas-atis, que significa “querer”, aunque para definir este concepto se hace necesario tener en cuenta la combinación de los complejos procesos y factores que están íntimamente involucrados y resultan decisivos, como son; la motivación, la ilusión, la tolerancia a la frustración, el autocontrol, capacidad para postergar la recompensa inmediata, autorregulación y la conducta, forman parte de la esencia de un constructo al que conocemos como fuerza de voluntad. En el plano fisiológico los investigadores apuntan que los procesos subyacentes a la fuerza de voluntad están relacionados con la corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones, atención, memoria a corto plazo y planificación.
¿Tener fuerza de voluntad es una cualidad con lo que se nace o se puede aprender?. Hay personas que lo consiguen casi siempre y otras que aún intentándolo una y otra vez no lo logran. Somos afortunados, se puede trabajar, entrenar y potenciar, para conseguir aumentar la fuerza de voluntad, ya que en gran medida depende de las creencias, la actitud y la conducta.
Algunas sugerencias para aumentar nuestra fuerza de voluntad:
Identificar un objetivo concreto y realista, algo que de verdad queremos o necesitamos. Ir abordando cada uno de manera individual, no fijar muchos retos a la vez, esto estaría fuera de nuestras posibilidades.
Realizar una planificación, con todos los detalles, cómo lo haremos, cuánto tiempo le dedicaremos, incluso tener en cuenta los posibles obstáculos y como superarlos preparando un plan B.
Utilizar un enfoque gradual, empezar con metas pequeñas y progresivamente conforme se cumplan aumentarlas de manera gradual. Por ejemplo, si el objetivo es disminuir el consumo de café, empezar reduciendo una de las tomas diarias.
Recompénsate celebra los logros, después de conseguir el primer pequeño objetivo, realiza alguna conducta que te provoque satisfacción.
Trátate bien, incluso cuando no lo consigas, ser duro con uno mismo o culparse debilita nuestra capacidad de logro y objetivos a largo plazo. Hay momentos de debilidad, debemos aceptar las caídas, manejar y superar la frustración y seguir hacia delante.
Decir públicamente cuál es tu objetivo, es una manera de comprometernos más con él.
Meditar, ser consciente de cuáles son mis objetivos, situarnos en lo que ocurre en el presente y cómo voy avanzando, visualizar el éxito y conseguir la motivación. Ω
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