Por Germán Pose / Imagen: Miguel Ángel Gómez - El bonsai, el cultivo en macetas de árboles y plantas en miniatura, arte que se originó en China hace unos dos mil años como objeto de culto para los monjes budistas, ha arraigado en Pozuelo de Alarcón como afición sublime de un buen puñado de paisanos. Hay una veintena de cultivadores, uno de ellos es Miguel Ángel Gómez (Madrid, 1965), pozuelero de toda la vida, torero de espíritu, dueño de la tienda de ropa Plácido, de Pozuelo, y desde hace un par de décadas comparte su oficio con el arte del cultivo del bonsai en su residencia del pueblo.

—¿Desde cuando surge tu afición al cultivo de bonsáis?
Surgió trabajando en la decoración de la casa donde vivía Felipe González en Somosaguas tras abandonar la presidencia del gobierno en 1996. Tenía una colección de bonsáis espectacular que luego donó al Jardín Botánico de Madrid. Y yo me quedé fascinado y ahí empezó mi afición.
—¿Cómo empezaste?
Hombre, piensa que el cultivo de los bonsáis requiere mucho dinero. Un bonsai barato ronda los mil euros pero los hay que alcanzan los 40.000. Yo empecé a estudiar su forma de cultivo recurriendo a revistas y, más adelante, haciendo cursos por internet. Y así empecé mi colección de forma doméstica. Ahora tengo unos cincuenta bonsáis.
—¿Por qué te fascino este arte de los bonsais?
Me encantó conseguir la forma de convertir un gran árbol en miniatura, cómo trabajarlo, cuidarlo y darle vida. Convertir un olivo, un olmo o un arce en un ser vivo de apenas 15 centímetros, aunque pueden alcanzar el metro de altura.
—¿Qué tipo de bonsáis tienes en tu casa?
De todo tipo, desde olmos, que tendrán como mucho 8 centímetros, a un ficus que puede llegar a los 90 centímetros. O sea, convertir un gran árbol en un arbolito criado en una maceta.
—El arte del bonsai se origina en China y en Japón, ¿Qué referencias tienes de su historia?
Tengo entendido que iniciaron este cultivo los curanderos chinos de hace 2.000 años . Estas personas transportaban en carros las plantas medicinales en pequeñas macetas para sanar a los enfermos. Con el tiempo empezaron a interesarse por ello las altas clases sociales y lo convirtieron en una obra de arte en movimiento.
—¿Cuál es el proceso de cultivo?
Hay que hacerse con un esqueje y reducir las raíces y las ramas Es muy importante la calidad del agua, la de Madrid es ideal para ello, en Andalucía, con un agua más alcalina no sería posible. Hay que retirar las raíces gruesas y quedarse con las más finas, que es por donde ingresa el alimento de la planta. Cada 3 años hay que sacarlo de la maceta y vas podando y solo hay que dejar los capilares. Por eso el primer año hay que afianzarlo a la maceta con unos alambres para que el aire no los mueva porque es una planta de exterior, en el interior morirían enseguida. Y así hay que ir podando las hojas para que se vayan haciendo más pequeñas.
—¿Cualquier especie arbórea se puede convertir en bonsai?
No, hay árboles que no lo permiten, porque nunca podrías reducir las hojas. Pero el 90 por ciento sí se pueden convertir en bonsáis.
—¿Cuál es tu especie favorita?
Los más cotizados son los arces, hay muchas variedades, pero cualquiera de ellos son los reyes. También los derivados de los pinos y coníferas. Yo tengo un pino rojo japonés que es de lo más cotizado en Oriente. Luego está el pino blanco y el pino piñonero. Otra joya que tengo es el arce que echa la hoja roja sangre y los olivos. También tengo varios ficus que no está lo valorado que merece, es más de principiantes, pero son muy agradecidos.
—¿Cómo los cuidas?
Ahora, en verano, hay que regarlos dos o tres veces al día porque el tipo de sustrato que necesitan es muy drenante y seca rápido. En invierno es suficiente regarlos una vez a la semana. En octubre empiezan las podas, y el corte de raíces, que es una operación muy delicada.
—¿Cómo un torero, como tú, ha sido tentado por el cultivo de los bonsais?
Soy torero de sentimiento y vocación aunque no tuve la ocasión de triunfar, pero ante todo soy muy sensible al arte. También soy pintor y he hecho exposiciones varias. Tanto como con el toro, con la pintura o el bonsai hay que tener un instinto de arte, es como un don. Y el árbol te habla, igual que te habla el toro, y el árbol te va contando lo que necesita y cómo se encuentra.
—¿Y cómo influye en tu vida este arte de los bonsais?
Para mí, y se lo recomiendo a mucha gente, es una terapia de relajación y se te espantan las penas mientras te dedicas a su cuidado. Y disfrutas cuando le sale el fruto. Tengo olivos con aceitunas, granados, piñoneros… Ω