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Por Germán Pose.
No es habitual que a uno le hagan homenajes en vida, mucho menos que le pongan su nombre a una calle o a una plaza. Esas cosas suelen hacerse después de muerto, pero con Juan Granizo, presidente honorario de la Hermandad de la Virgen de la Consolación de Pozuelo, no ha ocurrido así. Desde este mes de julio, Don Juan, a sus 83 años, vivo, radiante y coleando, ya tiene su nombre en una plaza de Pozuelo de Alarcón.
—Le han puesto el nombre de una plaza en el centro de Pozuelo, a los pies de la Iglesia de la Ascensión de Nuestra Señora, ¿cómo se siente, teniendo en cuenta que estas cosas suelen hacerse cuando uno ya ha pasado a mejor vida?
Yo lo agradezco mucho, de verdad, pero si no hubiera ocurrido esto habría seguido haciendo lo mismo. Mi dedicación por las cosas que siempre he sentido nunca va a cambiar. Nunca hago nada por el interés de recibir algo a cambio o que me hagan homenajes. Con un chato de vino y un poco de queso me conformo. Lo que más me importa, sobre todo, es que haya buena amistad entre la gente de Pozuelo.
—¿Qué sintió el día de la inauguración de su plaza?
Estaba muy nervioso pero me sentí muy arropado por la gente y, bueno, percibes que están contigo. Estaba muy emocionado y me costaba hablar, claro. Tengo que dar las gracias a todos.
—¿Cómo se enteró de que le iban a poner su nombre a esa plaza?
Me llamó la alcaldesa para solicitar mi opinión y yo le dije que lo primero que se debía hacer era adecentar el terreno que está a los pies de la iglesia, que estaba en malas condiciones. Y le comenté mi idea y se hizo lo que se pudo. Ha quedado bien. Luego llegó lo de poner mi nombre en ese lugar.
—¿Cuánto tiempo lleva en la Hermandad?
-Pues creo que soy el más veterano, llevó 45 años. La Hermandad, como tal no debió estar funcionando hasta finales del siglo XIX o principios del XX. La Congregación ha pasado por muchos avatares, incluida la Guerra Civil, y se recupera terminada la contienda.
“CUATRO ANTEPASADOS MÍOS FUERON ALCALDES DE POZUELO”
—¿Cual es la historia sobre la llegada del primer Granizo a Pozuelo con un cofre de monedas de plata?
Yo he oído que mi bisabuelo Benigno tenía el dinero dentro de unas arcas. En aquella época le llamaban el tío Matapobres porque dicen que decía que todos los pobres se tenían que morir, sin embargo no había pobre que no llegara a su puerta y no le diera cobijo y comida, incluso muchos se llevaban algunas monedas. Alguno quiso hacerle daño pero él se disfrazaba de mendigo e iba por las calles donde no era bien recibido para conocerles.
—En la historia de Pozuelo ha habido varios alcaldes de la familia Granizo, ¿quienes fueron?
El primero fue Florentino Granizo, que tenía estudios universitarios y era un alto cargo en el Estado. Suyo era el Monte Gancedo, por ejemplo, que se lo jugó a las cartas en una partida...y lo perdió. Creo que hubo cuatro alcaldes Granizo en Pozuelo. Además de Florentino fueron alcaldes Benigno Granizo, Carlos y Esteban.
—¿Usted no se ha animado a ser alcalde?
Yo no, fui a la escuela a los ocho años, por poco tiempo. Me tocó ir a segar porque falleció mi padre muy joven, de tuberculosis, a los cuarenta y pocos años, y era necesario arrimar el hombro en la familia. No había penicilina y había que ir a comprarla de contrabando a Chicote, en Madrid. El frasco costaba 2.000 pesetas del año 1944, un dineral. Mi madre vendió bastantes fincas y con ese dinero compraba la penicilina. Logró salvarse pero a los pocos meses falleció de un infarto.
—Pozuelo fue arrasado por la Guerra Civil, ¿qué recuerda de aquellos años de posguerra siendo usted un chaval?
Uff, quedaron cuatro casas en pie, y ahí nos organizábamos como podíamos. Los vecinos vivíamos como en familia. Cuando uno no tenía para comer o cenar acudía al vecino y así. Mataban una gallina y ahí pillaba todo el mundo. Luego, cuando se empezaron a cultivar los campos sembraban garbanzos y con eso tirábamos para delante. O sea, que al menos comíamos garbanzos todos los días.
“ME PATEABA VARIOS PUEBLOS A MENUDO PARA COBRAR UN RECIBO DE 3 PESETAS”
—¿Cómo empieza a tomar contacto con la Hermandad de La Consolación?
Una influencia familiar. Un hermano de mi madre, Manuel Castillo, era un gran costurero y hacía muchos arreglos para la Virgen y tejía vestidos, mantos y demás, muy humildes, pero era lo que había. En la casa donde vivíamos había una habitación dedicada casi al completo para cosas de la Virgen. Sería el año 1958, cuando vino la actual imagen de la Virgen de la Consolación, obra de Víctor González. Fue cuando mi abuela Elisa entró de camarera -la persona que viste a la Virgen- en la Hermandad. La ropa de la Virgen estaba en nuestra casa, en un cuarto del garaje y al llegar el verano la sacábamos para hacer los arreglos. Y, claro, el manto ocupaba todo el salón, no había sitio para más. Yo ayudaba a mi madre en todo lo necesario hasta que falleció en un accidente de coche en Madrid en el que yo también resulté gravemente herido. Así que empecé a implicarme más en la Hermandad haciendo de todo, al principio, chico de los recados, y luego fueron falleciendo los directivos y tomamos el relevo.
—¿Cómo se financiaban?
Como podíamos. Piensa que no tuvimos sede hasta el año 2001, que es la actual. Por ejemplo, en las fiestas de septiembre se instalaba una mesa petitoria y se recibían donativos que nos ayudaban a seguir marchando. Incluso llegamos a organizar novilladas en las fiestas, que se celebraban en la Plaza de la Coronación, y ahí obteníamos ingresos, teniendo en cuenta que no teníamos los permisos exigidos para hacerlo, pero bueno. Hubo un año que la Congregación tuvo un presupuesto de 8.000 pesetas, similar al presupuesto del ayuntamiento. También sacábamos dinero de las tómbolas que poníamos en la calle de la Iglesia. Tiempo atrás me he tirado muchos años cobrando los recibos a todas horas del día, hasta medianoche, incluso. He ido a Majadahonda, a Las Rozas, Boadilla....para cobrar un recibo de 3 pesetas.
—¿Hay muchos fieles, fervor y afición por la Hermandad ahora en Pozuelo?
Sí, y va subiendo, sobre todo en la época de las fiestas. Hombre, el resto del año decae un poco. Esto es una cuestión de fe. Conozco mucha gente que no va a misa, y no lo critico, porque yo fui monaguillo y al tener relación con el clero no tuve buenas experiencias, aunque ya está olvidado. Pero esos que no van regularmente a misa, sin embargo, tienen un fervor especial por la Virgen de la Consolación. Lo que ocurre es que esto, aunque parezca lo contrario, requiere mucho tiempo y dedicación. Hay muchas actividades, hay que organizar la sede, congregar a los anderos, que son más de 60, llevar bien las cuentas....
—¿Qué emoción le sacude al tener cerca la Virgen de la Consolación?
Una emoción especial, extraordinaria. Yo soy muy nervioso pero al estar en contacto con la Virgen y al sacarla me entra una calma magnífica. En cuanto toco la barra de la imagen me envuelve una paz especial y se me pasan todos los males. Y el silencio es lo más importante en el momento de sacar un paso. No puedo soportar que hable nadie. El silencio te eleva. Ω
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