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El Gobierno pone coto a las llamadas fraudulentas y mensajes engañosos que suplantan identidades. Con la entrada en vigor de una nueva orden ministerial, se refuerza la protección de usuarios en un terreno cada vez más vulnerable: la comunicación digital.
REDACCIÓN - Desconfiar de un número desconocido que nos llama ya es casi un reflejo automático. En la pantalla del móvil, un número aparentemente normal puede esconder una estafa bien diseñada. Pero eso está a punto de cambiar. El Gobierno ha puesto en marcha una de las regulaciones más ambiciosas hasta la fecha para atajar este problema. Se trata de la Orden TDF/149/2025, una norma del Ministerio para la Transformación Digital y de la Función Pública que marca un antes y un después en la lucha contra las suplantaciones telefónicas y los abusos del marketing agresivo.
Esta orden, publicada en el BOE el pasado 15 de febrero, pretende cerrar la puerta a los fraudes que simulan provenir de entidades bancarias, empresas de transporte o administraciones públicas. En palabras llanas: se acabó que alguien se haga pasar por tu banco con una simple llamada o SMS.
Las medidas, que ya han comenzado a aplicarse, son contundentes. Se obligará a bloquear las llamadas con identificadores vacíos o falsos, así como aquellas que simulen ser números españoles pero provengan del extranjero. Esto incluye, por ejemplo, mensajes con alias alfanuméricos no registrados, una técnica común en los SMS trampa. Además, las empresas no podrán usar números móviles para hacer llamadas comerciales no solicitadas o de atención al cliente, lo que pone fin al uso confuso de números aparentemente personales para fines comerciales.
La normativa también promueve un cambio cultural en la relación entre consumidor y tecnología. Pretende restaurar una confianza gravemente dañada: según el Ministerio, muchas personas ya dudan de responder al teléfono o abrir un simple mensaje por miedo a ser estafadas. Y esa desconfianza afecta tanto a los ciudadanos como a las empresas que sí hacen un uso legítimo de estos canales.
En paralelo, se crea un registro oficial de alias autorizados para SMS y servicios de mensajería. Toda empresa o administración que quiera enviar mensajes con identificadores no numéricos deberá estar inscrita. Si no lo está, su mensaje será bloqueado. Una capa más de blindaje en un entorno cada vez más asediado.
Para los operadores de telecomunicaciones, la orden también impone deberes claros: deberán identificar, filtrar y bloquear el tráfico fraudulento. Esto supone una inversión técnica significativa, pero también una oportunidad para reforzar su papel como garantes de la confianza digital.
Quedan aún meses para que todas las medidas entren en vigor de forma definitiva. Algunas, como el uso obligatorio de los números 800 y 900 en atención al cliente, tendrán un plazo de adaptación de hasta tres meses. Otras, como la implementación del registro de alias, se aplicarán en un plazo más largo. Pero el rumbo está claro: menos ruido, más seguridad.
En tiempos donde un clic o una llamada pueden arrastrar a una persona al fraude, proteger las comunicaciones no es solo una cuestión técnica. Es también un acto de responsabilidad colectiva. La era del teléfono sin rostro ni control parece estar llegando a su fin. Y con ella, puede que muchos recuperen la costumbre —y la tranquilidad— de volver a responder cuando suene el móvil.
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