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Carmen Vaquero
Por Candela Jiménez / Fotografía Ricardo Rubio - Carmen Vaquero tiene 71 años, vive sola en Pozuelo de Alarcón, está jubilada, tiene dos nietos y una nieta en camino y superó el covid-19 en marzo de 2020, entonces tenía 69 años. Ahora, dos años después, asegura que lo sigue notando, “antes me desplazaba sin problemas y ahora tengo que tener cuidado por si pierdo el equilibrio y me caigo”.
Carmen empezó a sentirse cansada a principios de marzo de 2020. El médico le dijo que era una gripe, pero días más tarde se empezó a sentir peor, tenía fiebre y le costaba respirar. El día 10 de marzo se fue al Hospital de la Zarzuela a Urgencias para ver qué tenía. Y el peor pronóstico se cumplió: Carmen había sido cazada por el Covid-19. Ya no regresó a su casa en 26 días. Los médicos le diagnosticaron neumonía bilateral, “parece que los pulmones los tenía fatal, no podía respirar, estaba sin aliento”, comenta Carmen.
Durante todo el tiempo que estuvo ingresada a Carmen se le pasaron muchas cosas por la cabeza, pero lo peor para ella fue la soledad del hospital a pesar de que los médicos estaban muy pendientes de ella. “Una de las cosas peores es sentirte tan sola en el hospital, solo hablaba con mis hijos y mis nietos un ratito a través del teléfono y el resto del día estabas ahí solo pensando en si te ibas a poner bien o te ibas a morir”, explica. Carmen asegura que es una persona muy optimista y que por eso siempre desechaba la idea de la muerte, “pero los primeros días a mis hijos los noté muy nerviosos, no podían ocultar su preocupación”, cuenta.
Oxígeno, antibióticos y muchas pastillas
“Tuve mucho miedo, sobre todo de no poderme despedir, de no darle un abrazo a mis hijos, a mis nietos o a mis amigos”, relata Carmen con emoción. No podía recibir visitas y el móvil era su único medio de comunicación con el exterior. Sintió miedo y soledad, aunque recuerda que, en todo momento, estuvo muy arropada por sus seres queridos. “Me consoló mucho saber que estaban muy pendientes de mí”. A la inquietud por su delicado estado de salud se sumaba la incertidumbre de no saber si iba a superar la enfermedad porque los médicos, todos muy cariñosos, pero nunca me aclararon nada, acerca de mi estado. Nunca me dijeron que iba a mejor, siempre me decían que estaba estable, y eso no quiere decir que mañana no te mueras”. “Y quiero dejar claro que el único tratamiento que me aplicaron fue el oxígeno, antibióticos y muchas pastillas”, afirma.
En esos días de pánico, Carmen estuvo 15 días sin poder levantarse de la cama porque no tenía fuerzas, “estaba hecha polvo, con los músculos muy flojos, era un trapo”, cuenta con naturalidad. Entre las secuelas que le acarrearon su internamiento Carmen destaca la pérdida del equilibrio, así como terribles dolores de cabeza y pérdida de la vista y la memoria. “Al perder la memoria no podía escribir por el móvil. Cuando quería contestar a alguien no sabía si iba con b o con v, o con efe. Perdí hasta el idioma, aunque eso ya lo he recuperado, pero tardé al menos un año”. Debido a estas secuelas, Carmen se lamenta de que no es la misma ahora, con 71 años, que hace dos años cuando no había pasado el Covid. “En todos los sentidos”, remarca, resignada.
Tras casi un mes ingresada en el Hospital de la Zarzuela, donde tuvo que compartir habitación con varios pacientes por la escasez de camas en el Centro, Carmen superó la enfermedad y recibió el alta médica. Ya podía regresar a casa. Ese momento tan deseado había llegado, “es una sensación bonita porque te sientes especial, poderosa y libre por haber escapado de la muerte”, sentencia Carmen. Al menos, tuvo una festiva despedida del hospital, “salí entre ovaciones y aclamaciones de los médicos y las enfermeras”, sonríe.
Esta experiencia vital ha cambiado la forma de ver la vida de Carmen que, a sus 71 años, se levanta cada día con una gran alegría de vivir, “cuando uno sale de un serio agujero se suele decir lo mismo, y yo también lo digo: después de todo, cada día tengo más ganas de vivir”. Y ahí lo dejó.
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