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“Me sentí un usurpador al ocupar el sitio de mi hermano Enrique”
Por Germán Pose / Imágenes: Ricardo Rubio - Tras la trágica muerte de Enrique Urquijo, en 1999, Los Secretos, uno de los más emblemáticos grupos de la historia del pop español, se desplomó como un púgil noqueado. Fue un duro golpe. Otro más en la historia de esta banda que cumple 40 años y que Álvaro Urquijo, el hermano de Enrique, se ha encargado de mantener con el mismo brío de sus inicios. Canciones como “Ojos de gata”, “Pero a tu lado” o “Déjame” suenan igual de frescas y puras que cuando fueron creadas a principios de los 80.
— 40 años después de la aparición de Los Secretos, ¿qué espíritu rockero le queda?
El espíritu está intacto, lo único que ocurre es que ahora, cuando subo al escenario, estoy mucho más tranquilo porque tengo más experiencia y más control de mi sonido. He logrado el aplomo que no tenía antes, pues solía estar algo más acobardado. Primero, porque era muy joven y después, cuando falleció mi hermano Enrique, tuve que tomar las riendas del grupo y dar la cara en primer plano, algo a lo que no estaba acostumbrado.
—Han tenido, también, la fortuna de que el público ha sido muy fiel con Los Secretos.
Desde luego, me quito mérito a mí mismo porque el público ha sido muy generoso con nosotros. También es verdad que hemos pagado un precio altísimo porque nuestro estilo no era fácil de entender en aquéllos años 80, hacíamos country o power pop cuando la industria musical apoyaba un tipo de ritmos más comerciales. Nosotros éramos muy intimistas, con un estilo muy personal. El precio que pagamos fue que en 1983 nos echara la discográfica a la calle, por ejemplo. Es posible que tuvieran sus razones, no vendíamos tanto como otros.
—Y eso teniendo en cuenta que ustedes fueron uno de los grandes detonantes de lo que después se llamó “Movida madrileña”
Claro, nosotros teníamos mucha información, gracias al empeño de nuestro padre, que nos empujaba a escuchar todo tipo de sonidos. La música de los 70 fue bestial y yo nunca he tenido complejos a comentar que me encantaban grupos como AC/DC. Luego llegó el torrente de la “New Wave”, con The Clash, Sex Pistols, o The Police en Inglaterra, y en Estados Unidos grupos como Ramones, o New York Dolls. No había día que no hallarás algo nuevo, fuera del punto cardinal que fuera. Nuestra formación era exquisita.
—Aquél histórico concierto de 1980 en la Facultad de Caminos, de Madrid, por la muerte de su batería Canito, cuando su grupo aún se llamaba Tos, fue el origen de todo un movimiento.
Sí, todo fue por un lamentable hecho casual como la muerte de nuestro amigo atropellado en Nochevieja por unos borrachos. Pero toda esa corriente ya estaba ocurriendo, nosotros tocábamos en Suzie Q, y en otros garitos de Madrid. Casi vivíamos en La Vía Láctea o en el Penta en 1978 y en el 79, que a mí casi no me dejaban pasar ni me vendían alcohol. Ya existía un montón de grupos, como Nacha Pop, Radio Futura, Los Elegantes, Kaka De Luxe…con quienes compartíamos locales de ensayo y muchas cosas más. Y, además, y esto es clave, había muchos medios de calidad, sobre todo las radios, donde se escuchaba música grandiosa de todos los estilos y rincones del mundo.
La Leyenda negra de las drogas
—De alguna manera, ¿quiere decir que el personal, la gente tenía un nivel cultural más afinado que la juventud de ahora?
Yo creo que sí, es evidente. En el Rastro, a finales de los 70, te juntabas con tipos que siempre llevaban un libro bajo el brazo, de Asimov, García Márquez o Bukowski, y luego se iban, íbamos, a la Filmoteca a ver películas de todo tipo, la nouvelle vague, Berlanga o Ferreri. Había un gran fervor cultural. Claro, no existía tanta tecnología, no había redes sociales ni cosas así. Internet me parece una herramienta extraordinaria, pero el mal uso la convierte en perversa. Tengo amigos cuyos hijos no han leído un libro en su vida, solo juegan a la play y son cenutrios culturalmente hablando.
—Y a pesar de toda esa riqueza cultural que empapaba a toda la generación de los 80 hay algo de lo que no se va a desprender nunca: la leyenda negra de las drogas.
Pues sí, éramos muy entusiastas pero bastante ingenuos y tiernos en muchos aspectos por la falta de conocimiento. O sea, un terreno muy abonado para caer en el paraíso artificial que te proporcionaban las drogas. Éramos unos chavales a los que nos daban un porro o una raya de cocaína y te sentías más fuerte y seguro sin reparar en las consecuencias. Mi hermano Enrique fue uno de los primeros que se puso en tratamiento, y yo lo dejé por mi cuenta, con mucha fuerza de voluntad. Estuvimos bastante tiempo haciendo el tonto. El caso de mi hermano es que tenía una enfermedad grave.
—¿Qué enfermedad tenía su hermano Enrique Urquijo?
Al principio nadie le ponía nombre, ahora se llama maníaco depresivo, en algunos casos, y bipolaridad o esquizofrenia. Había épocas en que mi hermano estaba maravilloso y, de repente, caía en el lado más oscuro. Ha vuelto a hacerlo, decíamos. Se le iba la cabeza, se deprimía, y se tenía que “poner” hasta arriba. Y no lo hacía para salir por los bares y eso, no, se quedaba en casa y se metía lo que fuera, alcohol, hachís o heroína, le daba igual. Utilizaba las drogas como un medicamento brutal, y tanta mezcla acabó con su vida.
—Y su final fue bastante trágico y desolador.
Mi hermano Enrique recaía en función del azote de su enfermedad y no fue capaz de combatirla en condiciones. No quería comerse el mundo desde un escenario, prefería tocar en un sitio pequeño, más íntimo. Era un tío muy especial y muy quebradizo y vulnerable. Y por eso apareció muerto en ese portal, no sé, ese fue el sitio que encontró para desconectar. Estuvo un año sin tomar nada y atravesó momentos dulces, pero cuando vuelves a caer en el pozo no te salva nadie. "fue una combinación de barbitúricos -legales- y de coca base la que le causó una parada cardiorrespiratoria", lo confirmó el informe del forense. Eso y la mala suerte. Enrique volvió a mezclar fatalmente todo tipo de medicamentos y se destruyó.
“Fue repugnante el tratamiento que dieron algunos medios sobre la muerte de mi hermano Enrique”
—Enrique Urquijo, como también Antonio Vega y algunos artistas más, con una carrera de éxito, transmitían un aire de melancolía invencible. ¿A qué se debía ese estado de sombra continuo?
Hay gente en el mundo del espectáculo, de todas las épocas, tocados con una varita mágica en el alma que les hace especiales. La sensibilidad la valoran de otra manera y poseen unos principios distintos al resto. Otros grupos de música ansían ser famosos y millonarios y su arte lo relegan a un segundo plano. No era el caso de mi hermano, quien sentía una pasión extraordinaria por la música. En ese momento estas personas son proclives a refugiarse en su interior, a aislarse. Y para eso vale cualquier tipo de droga, sea o no legal, teniendo en cuenta que la heroína y la cocaína se vendían libremente en las farmacias a principios del siglo XX.
—¿Hasta qué punto lamenta el tratamiento que algunos medios de información dieron de casos como el de su hermano u otros artistas que tuvieron ese final trágico?
Es repugnante. Tengo por ahí un compendio de notas, cartas, faxes, no sé, de fans nuestros que, al leerlos me revientan las lágrimas y el corazón. Gente que dice que ha sido muy feliz con las canciones de Enrique, que han encontrado a su amor gracias a su música, que a sus hijos les pusieron de nombre Enrique y Álvaro. Por eso creí necesario poner en su justo valor lo que yo consideraba un trato injusto y lamentable. Muchos periodistas se lanzaron a escribir chorradas sin conocer el fondo de la historia. Recurrieron a lo fácil, lo simplón, el final de la vida de un yonki, y cosas así. Pues no, joder. Ya está bien. Mi hermano murió de un fatal accidente, como tantos otros y ya está, él no quería morir. Ahí quedó su hija de 4 años, que la amaba con pasión. Él se quería curar por su hija, a la que cuidé yo después como si fuera su padre, por supuesto. Sentí la necesidad de lavar la imagen de mi hermano, y lo seguiré haciendo.
—Después de la fase de duelo Los Secretos ha seguido adelante con un gran respaldo del público, ¿Cómo se ha sentido al ocupar el puesto de su hermano Enrique como líder de la banda?
Me he sentido fatal, un usurpador, alguien que estaba en un lugar equivocado. Tenía muchos complejos por lo que fuera a pensar la gente y sí iba a ser capaz de dar la talla. Arrancamos y tuvimos un gran éxito, con más de 70 conciertos en 2001. Poco después congregamos a 20.000 personas en la plaza de Las Ventas. Claro, eso no era obra nuestra, era la gran memoria que dejó latiendo mi hermano y sus creaciones. El legado de Enrique es bestial y las canciones de Los Secretos se siguen escuchando con el mismo entusiasmo.
—¿Se ha planteado dar un giro al estilo del grupo?
No, mi hermano Enrique fue un grandísimo cantante y un autor extraordinario, eso está fuera de toda duda, y yo siempre estuve a sus pies. El grupo está muy compenetrado, siempre lo estuvo y seguiremos en la misma línea. Hay canciones como “A tu lado” que las han cantado todas las generaciones de la misma familia desde que se compuso hace 40 años.
—¿Cómo valora la creación de los grupos españoles de ahora, de estos tiempos actuales?
No soy capaz de dar una respuesta concreta, entre otras cosas porque no estoy al día. Sí creo que la gente que empieza ahora es mucho mejor técnicamente hablando que nosotros cuando empezamos aquéllos años porque están más apoyados, aunque no siento que exista una identidad común. He visto grandes talentos individuales, como Amaral, Fito Páez o MClan, pero no un concepto generacional. Y los supuestos éxitos son muy volátiles. También es verdad que, siendo buenos esos grupos no hay espacio en las radios ni en la televisión para ellos.
—¿Se siente con la suficiente energía para seguir adelante?
Con mucha energía, y más sabiduría. Ahora tengo las mejores guitarras que nunca hubiera ni soñado con 18 años y mi entusiasmo es superior al de la época cuando empezamos. Mientras me siga apasionando la música nadie me bajará de un escenario. Bueno, me bajará el público, eso sí. Ω
14-12-2023 11:30 a.m.
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