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Por Alberto Gómez Font
Llevo años explicándoles a los que escriben sobre coctelería —libros, artículos de prensa, reportajes, cartas de bares, etc.— que los nombres de los cócteles deben escribirse SIEMPRE con minúscula inicial, pues se trata de lo que en la gramática se conoce como nombres comunes, y los únicos que deben escribirse con mayúscula inicial son los nombres propios.
Mas por mucho que insista, el 99 % de quienes escriben sobre esas bebidas se empeñan en saltarse las normas ortográficas y optan SIEMPRE por las mayúsculas, como si al ponerlas les dieran más importancia a los tragos de los que están hablando.
Hay ocasiones en las que pueden surgir dudas, como en los casos en los que los cócteles tienen nombres que en principio fueron topónimos (nombres de lugares) o antropónimos (nombres de personas), como ocurre con el manhattan, el mallorca, el margarita o el negroni, mas esas dudas tienen un fácil solución: al nombrar esas mezclas nos estamos refiriendo a ellas, a las bebidas, y no a la ciudad o al apellido del que tomaron prestados sus nombres.
Tampoco es lícito hacer distinciones entre los cócteles que «se merecen» la mayúscula inicial y los que «no tienen derecho» a lucirla, y eso es lo que ocurre cuando se dota de mayúsculas —en este caso dos— al rey de los cócteles: el Dry Martini. Bueno, pues les aseguro que está igual de rico y sigue siendo el rey si lo escribimos respetando las normas ortográficas del español: dry martini.
Y, cómo no, siempre hay algunos castigados; son los que podríamos llamar «cócteles plebeyos», esos que nunca hemos visto escritos con mayúscula inicial, como los españolísimos sangría, carajillo, sol y sombra, calimocho, rebujito..., y la catalanísima barrecha.
¿Qué pecado han cometido —más allá de ser poco refinados— esos cócteles para que SIEMPRE escriban sus nombres con minúscula?
Otro asunto también relacionado con la forma de nombrar a los cócteles es si debemos respetar sus nombres en la lengua original (casi siempre el inglés) o traducirlos al español, y no me refiero a si debemos decir «martini seco» en lugar de «dry martini», cosa totalmente fuera de lugar, pero sí a casos como «julepe de menta» en lugar de «mint julep» o «dama blanca» en lugar de «white lady». Pero de eso y del exceso de copias de la angliparla en la jerga de las y los bármanes ya hablaremos otro día.
Quedémonos hoy con un lema: ¡viva la minúscula! Y de paso reivindiquemos esos cócteles populares, de bar de barrio, y brindemos con sangrías, carajillos, sol y sombras, calimochos, rebujitos y barrechas.
¡Va por ustedes! Ω
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