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“CAMBIARÍA TODO LO QUE TENGO POR VOLVER A VESTIRME DE TORERO”
Por Germán Pose / Fotografía: Carmen Millán y archivo personal - Juan Martín Recio (Madrid, 1946) sigue fiel a su sentimiento de torero de verdad a los 20 años de su retirada de los ruedos. Fue uno de los banderilleros y capoteros más importantes de la historia del toreo en España y lo demostró, de sobra, en las cuadrillas de los más grandes matadores de la década de los 80 y los 90. Martín Recio es vecino de Pozuelo de Alarcón y recibe a Pozuelo IN en su casa de Húmera, donde despliega sus recuerdos con la gracia y el donaire con la que manejaba su capote ante los toros más duros.
—Después de su largo viaje taurino, habiendo vivido tantas glorias, y también algunas penas, ¿cómo lleva su situación de retiro, aquí en sus dominios de Pozuelo, en el barrio de Húmera?
Pues sigo pensando en toros y viendo a los chavales nuevos y a las plazas. Queremos ir a Valencia y a Sevilla, próximamente. He sido un profesional durante mucho tiempo y ahora disfruto como simple aficionado. Y, claro, hay recuerdos que permanecen para siempre. Por ejemplo, aquella época de principios de los años 80, yo estaba con Paco Ojeda toreando 80 corridas al año, en España y en América. Muere Paquirri en 1984 y a los pocos meses Ojeda anuncia su retirada, y yo me quedo muy “colgado” y surge la oportunidad de entrar en la cuadrilla de Antoñete. Y entramos juntos a torear con Chenel Manolo Montoliú y yo.
—Ha toreado con José Luis Palomar, Paco Ojeda, Antoñete, Jose Mari Manzanares -padre-, Ortega Cano, Curro Vázquez, Joselito... uff. De todos ellos de quien guarda el recuerdo más potente?
De cada uno de ellos siempre se guarda un recuerdo especial. Hombre, cuando se celebró la gloriosa “corrida del siglo” en Las Ventas, con toros de Victorino, en 1982, yo estaba con José Luis Palomar y recibí los principales trofeos como banderillero. Eso fue muy grande porque era muy joven. Siempre guardas grandes recuerdos de todos, aunque es verdad que con Joselito tuve un tropiezo que prefiero no recordar.
—Dígame una frase de algunos de los maestros con los que ha toreado.
Paco Ojeda: Ha sido un figurón del toreo que cambió muchas cosas en cuanto irrumpió en los ruedos. Un revolucionario en el mejor sentido.
Antoñete: Todo un maestro que revivió la Fiesta de los toros en su reaparición a principios de los 80, a esa edad que tenía. En Madrid, Sevilla, Bilbao, las plazas más grandes, llevó mucho público y sacudió la afición. Como torero era magnífico, pero como persona era mucho mejor.
José Mari Manzanares: Un torero muy artista, muy especial. Siempre le admiré y le tuve un gran cariño, igual que a su hijo, una persona sensacional.
Joselito: Otro gran torero al que guardo un gran respeto. Todo el mundo me pregunta qué pasó en Sevilla, ay, madre aquél toro de Palha. Yo hice lo que tenía que hacer, bregar con mi estilo a un toro que a él no le gustaba. La Maestranza se volcó conmigo y eso a él no le agradó. En fin, cosas que pasan. Acabó la temporada y nos despedimos. Con Joselito no tengo ningún problema, aunque no tengo relación. Es verdad que con su apoderado, Martín Arranz, acabé muy mal.
“LO MÁS DURO HA SIDO VIVIR LA MUERTE DE COMPAÑEROS EN LA LAZA COMO MONTOLIÚ Y EL YIYO”
—Hablamos de esos grandes maestros y una forma de vivir la vida y el toreo que ya ha desaparecido, ¿no cree?
Yo creo que sí, toda esa época se ha esfumado. Esa bohemia, esa cultura de calle, de noche, esas maneras de estar. No puedo olvidar todos los grandes momentos que he pasado al lado de Antoñete o Manzanares, por ejemplo. Yo siempre me he vestido de torero porque lo sentía de verdad, igual que ellos. Es lo primero que hay que hacer, sentir lo que estás haciendo.
—Ese sentimiento del toreo, la gloria, el fracaso, la sangre, la vida y la muerte, el arte, todo un juego grandioso y delirante. Has visto la muerte cerca, y de algunos compañeros. ¿Cómo sentiste la muerte de Montoliú en Sevilla?
Ese fatídico día, 1 de mayo de mayo de 1992 estaba yo en mi casa viendo la tele y llegó Magdalena y me dijo que habían cogido en Sevilla de mala manera a Manolo. Cuando me dan la fatal noticia no sabía que hacer, me cambié de ropa y no sabía si tirar para un lado o para otro, estaba desorientado. Me fui al aeropuerto y cogí el primer avión a Sevilla. Y allí aparecí en La Maestranza, todavía estaba Manolo muerto en la enfermería. Terrible momento. Fue muy duro. Era mi amigo de verdad.
—También fue testigo de otra muerte trágica, la del Yiyo en Colmenar Viejo, en 1985. Usted estaba en el ruedo, en la cuadrilla de Antoñete.
Otro momento durísimo. El Yiyo toreó como nunca yo he visto, de verdad, como si estuviera en un tentadero. Era el último toro, y lo mató de maravilla, pero le perdió en un segundo la cara y el toro le enganchó por el pecho y creo que toro y torero murieron a la vez sobre el ruedo. Salimos de Colmenar destrozados y nos fuimos a casa del Yiyo, en Canillejas, un drama horrible. Al día siguiente toreábamos, con Antoñete, en Almería y yo le dije que no fuera. Pues por la tarde un toro le pegó a Antonio un fuerte cornadón a Antoñete y volvimos a pasar otra noche mala.
“LO QUE MÁS IMPORTA ES SENTIRTE TORERO, SENTIR, DE VERDAD, LO QUE HACES”
—Cambiamos de tercio, ¿cómo asiste a este declive aparente de la Fiesta de los toros?
No es un momento fácil, pero hay muy buenos toreros y banderilleros, y se prepara una temporada muy interesante que arranca con la Feria de San Isidro. Está el jovencísimo mexicano Isaac Fonseca, por ejemplo, pero ahí tienes a Roca Rey, a Talavante, Morante de la Puebla....Y aquí en Pozuelo tenemos a Álvaro Burdiel, un excelente novillero salido de la Escuela Taurina de Madrid. Los chavales salen muy bien educados y preparados de estas escuelas. Hay que resistir porque esta Fiesta es inmortal.
—Vive en Pozuelo, en Húmera, desde 1983, ¿cómo cree que se gestiona la Fiesta de los toros en este pueblo, considerado uno de los más importantes de España?
Creo que se están haciendo las cosas bien, fenomenal. Es muy difícil de gestionar este asunto y sostenerlo, en Pozuelo sigue habiendo corridas de toros, novilladas y es un gusto. Pozuelo es un pueblo muy taurino. Hay muchas peñas de aficionados y yo tengo mucha relación con Los Mingas.
—¿Y cómo mata su gusanillo taurino, agarra un capote de vez en cuando?
Si, vamos a menudo al campo, a algún tentadero, y ahí me voy sacudiendo la nostalgia. Y vamos, a menudo, a la Casa de Campo con los torerillos jóvenes.
—Usted triunfó en los ruedos y tampoco le ha ido mal en los negocios.
Me ha ido muy bien, pero yo soy torero y cambiaría todo lo que tengo por volver a vestirme de torero. Es muy importante sentirlo y yo lo he hecho siempre, sea en una gran plaza o en el más modesto de los pueblos. Ω
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