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Entrevista a Javier Andreu. Por Germán Pose / Imágenes Ricardo Rubio.
Javier Andreu, fundador del grupo La Frontera, inicia ahora su gira del 40 aniversario. Fundó el bar “La frontera”, de Pozuelo, y con su imagen de forajido de leyenda del oeste americano alcanzó un gran éxito en los años 80 con canciones como “En el límite del bien y del mal”, o “La ley de la horca”. Andreu es un romántico empedernido que se refugia en el amor y la música para seguir adelante. Y a sus 60 años asegura que está en su mejor momento y canta mejor que nunca. Pozuelo In fue testigo de ello.
—Javier Andreu, vejo rockero y amigo de Pozuelo, inicias ahora la gira del 40 aniversario, casi nada, ¿y hasta cuando?
Yo pienso seguir cantando hasta que me muera, paso de retirarme, sobre todo porque estoy cantando mejor que nunca, y lo digo de verdad. No sé, es posible que tenga que ver mi experiencia y que dejé de fumar hace unos tres años. Me encuentro bien y pensar en jubilarme me parece una gilipollez.
—Han pasado 40 años, echas la vista atrás ¿y qué ves?
Veo a una persona inexperta pero con muchísima ilusión. Aquel 1985 acababa de ganar el concurso “Villa de Madrid” y pensaba que era el rey de los dioses, creía que iba a ser siempre así y luego me di cuenta que no era verdad porque esto da muchas vueltas, dedicarse a este trabajo es una especie de carrusel del infierno. Pero también me ha dado muchas alegrías.
—De “La Visión” pasas a fundar el grupo “La Frontera”, ¿cómo fue ese momento?
Fue horrible para la gente de La Visión porque, además, yo estaba saliendo con Patricia, que era la bajista, y pusimos mucha energía en el grupo. Pero, bueno, la vida, conocí a los músicos de La Frontera en la Facultad de Ciencias de la Información, empezamos a ensayar, nos presentamos al concurso del Villa de Madrid y tuvimos la fortuna de ganarlo.
Entonces, pues eso, cambié de grupo, y también de novia. Sí, fue horrible para La Visión. A mí me vino muy bien, la verdad, fue como un sueño cumplido. Tenía 21 años y nos llamó una compañía de discos y nos compró un equipo de sonido de puta madre.
—Al fundar La Frontera elegís una estética de western, de vaqueros rockeros, o algo así, ¿fue intencionado?
¡No lo fue, para nada! Mira, nadie sabe cómo surgió eso. Nos gustaban grupos como “Lords and the new church” y así, Tony Marmota iba con un look medio punk y yo ya vestía con chaleco porque me gustaba mucho Bob Dylan y me molaban mucho las botas y todo eso lo fuimos mimetizando hasta que la Comunidad de Madrid nos pidió que grabáramos un vídeo, “Duelo al sol”. Así que nos llevaron a Cornejo, la histórica sastrería del mundo del cine, y nos dijeron que eligiéramos lo que quisiéramos y nos vestimos todos de vaqueros -ríe-. Y creo que ahí se gestó nuestra imagen de vaqueros rockeros. En la portada de nuestro primer disco ya parecemos unos forajidos.
—Y ya os colgaron para siempre la etiqueta del rock vaquero.
Sí, en el primer disco era muy divertido, hicimos canciones como ”Duelo al sol”, “La ley de la horca”….y no sabíamos que eran clásicos del cine western, la verdad.
—Siempre llevaste muy cerca el latido de Bob Dylan, ¿qué significó para ti?
Pues mucho, hablaba de la carretera, de puestas de sol, de libertad, me parecía muy romántico. Y todas esas historias me las imaginaba yo como si las viviera realmente en Sonora o en Arizona, ya ves. Hubo momentos en que me creí Bob Dylan, con eso te lo digo todo, estaba muy loco.
—¿Cómo viviste los años míticos de la Movida madrileña?
Yo era más joven que el resto de la gente de aquella época. Entonces era una especie de desgraciado, porque no tenía pasta, no me dejaban entrar en el Rock Ola, gratis, quiero decir. Y luego veías al personal con unas chupas de cuerpo cojonudas y unos booguis y muñequeras de verdad, no las que yo me hacía, que eran muy cutres. Muchos eran hijos de papá que compraban esas cosas en Londres, ropa, amplis de la hostia, guitarras fantásticas…en fin. Pues eso, un pequeño desgraciado y mis padres no me daban pasta porque pensaban que me la iba a gastar en hachís. Mis padres lo hicieron bien, porque si hubiera tenido dinero habría caído en la pesadilla de las drogas como tantos otros.
—Tocabas el bajo y luego te hiciste cantante, ¿cómo fue eso?
No lo sé, un día estaba tocando la guitarra y cantando canciones de John Denver y descubrí que tenía buena voz, y eso antes de conocer a Los Beatles y Los Ramones, muy fuertes mis orígenes. La primera vez que vi una foto de Los Ramones fue en Pozuelo, en la revista Diez Minutos, en casa de mis abuelos. Tendría 11 años o por ahí.
—¿Cómo viviste esa época de gloria y desenfreno general de los años 80?
Vi caer a muchos amigos. Yo lo único que hacía era ensayar, ensayar y ensayar. Cogía el metro desde mi casa de Embajadores hasta Batán y allí nos metíamos a ensayar en casa de Suso, que también falleció. Luego nos íbamos a Malasaña, comprábamos unos litros de cerveza y medio talego de costo y veíamos a la gente pasar sentados en un poyete.
—¿Después de todo lo vivido, de qué crees que te has salvado?
De la heroína, muchos amigos cayeron y fue desolador. A mí me gustaban más las anfetaminas, el Bustait, Dexedrinas, Maximabato y así. Pero, sobre todo, me salvó la música,el rock and roll, estar componiendo todo el puto día. Nunca probé el caballo porque vi el efecto devastador que hacía sobre mis amigos.
—¿Ganaste mucha pasta en esos años de La Movida?
Sí, gané mucho dinero. Se pagaban muy bien los conciertos y cobrabas bastante por las ventas de discos. Ocurrió que a partir de mediados de los 90 empezó todo a decaer y no tuvimos un buen mánager, menos actuaciones y se va vaciando el bolsillo. Todo se fue por el sumidero.
—“Sex and drugs and rock and roll” cantaba el gran Ian Dury, ¿qué te queda de todo eso?
Me ha quedado lo bien que me lo he pasado con el sexo y el rock and roll, las drogas siempre han estado muy lejos de mí. Bueno, más rock and roll que sexo.
—Tras varios años se disuelve La Frontera y llamas a uno de tus discos: “El hombre que salía demasiado”, otra vez el cine, esta vez usando una paráfrasis de aquella película de Hitchcock. ¿Cómo van esas salidas ahora?
Yo no he llegado a disolver La Frontera del todo, y estas noches van muy bien a nivel de conciertos. No salgo demasiado porque tengo que estar en forma para actuar y suelo hacerlo todos los fines de semana. Si salgo demasiado y me pillo un buen pedo estoy destrozado tres o cuatro días, así que me he tapado bastante. Me cuido y hasta voy al gimnasio, hay que ver -ríe-.
—Uno de tus temas legendarios es “En el límite del bien y del mal”, ¿a qué te querías referir?, ¿Dónde hallas el límite del bien y del mal?
No se sabe, hay que tener mucho bagaje y fuerza de voluntad para no caer en el lado oscuro de la vida, que sería mentir a alguien que quieres, por ejemplo, traicionar o ser violento. Tengo muy claro donde está el bien y es por donde voy. Esa canción estaba dedicada a una persona que murió por las consecuencias de aquellos años salvajes de los 80 y cada vez que la canto me acuerdo de él y me gusta cantarla. No me canso, cada vez que interpreto esa canción es como hablar con mi gran amigo Suso.
—¿Cuáles eran tus grupos favoritos de los 80 y a quienes detestabas?
En los 80 detestaba a Mecano, obviamente, y a todos los que usaban esos pianitos asquerosos que iban de nuevos románticos hispanos, ese tipo de rollos. Me gustaban “Parálisis permanente”, “Nacha Pop”, “Gabinete Caligari” y todos esos buenos, no de los montajes que preparaban las compañías de discos. Y fuera de aquí, por supuesto, Los Beatles, Lou Reed con la Velvet y, claro, el gran genio David Bowie y Los Ramones y Sex Pistols.
—A mediados de los años 90 fundaste con tu hermano el bar “La Frontera”, que aún perdura y es uno de los más populares de la noche de Pozuelo, ¿cómo fue esa experiencia?
Lo hicimos con mucha ilusión, pero ocurría que yo tenía mucho trabajo y me di cuenta que no podía compartir ambas cosas, llevar el bar con mi hermano y la música. Así que al cabo de unos meses decidí salir de ahí antes de acabar a hostias y tener mal rollo. Hice muy bien y por eso nos llevamos tan bien mi hermano y yo. Si hubiera seguido habría acabado mal la historia con toda seguridad.
—¿Dónde vivías en Pozuelo?
En un chalet que me alquilé cerca de la estación, que estaba muy bien, pero no hacía mucha vida de pueblo. Estuve viviendo en Pozuelo unos tres años y luego me fui a Las Rozas. Yo conocía Pozuelo por mis abuelos, que vivían en una casita muy bonita y yo venía a verlos con mis padres desde que era un crío.
—¿Cómo afrontas ahora esta gira de los 40 años?
Bueno, a ver, así llevamos mucho tiempo, con buen número de conciertos, lo que pasa es que ahora lo hemos llamado así. Yo pienso que tengo 25 0 30 años, no pienso, ni de coña, que tengo 60, me siento muy bien, ya te he dicho. La gente que nos viene a ver se queda flipada porque tocamos mejor que antes, sobre todo yo. Y voy a hacer otro disco en breve.
—¿Si volvieras a empezar cambiarías algo de tu carrera profesional?
Qué va, no cambiaría nada. Creo que he tenido una suerte de puta madre, aunque también me lo he currado bastante. Creo que hecho un buen trabajo. Ω
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