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Por Katy Mikhailova
El célebre director de orquesta viaja en ‘El Baúl’ a su infancia, revela la clave de su éxito y reflexiona sobre lo divino y lo mundano. El que es el director titular por segunda vez en la ORTVE, que dirige a grandes solistas —de la talla de Alfredo Kraus, Luciano Pavarotti, Montserrat Caballé, Plácido Domingo, José Carreras, Ainhoa Arteta, Mstislav Rostropovich, Pinchas Zuckermann, Maxim Vengerov, Anne Sophie Mutter, entre otros—, nos concede la entrevista más personal y cercana.
Le recogemos en Los Jerónimos para llevar a nuestro protagonista a Miss Sushi en Vía de las Dos Castillas de Pozuelo. Entonces aparece él, del brazo de una rubia espectacular. Ambos, resguardados con dos abrigos de piel para protegerse de la ola de frío siberiano que azota España estos días. Su mujer, su amiga, su amante, su compañera, su musa: ella es Alessandra. Y es que detrás de un gran hombre, dicen, hay una gran mujer. Mi entrevistado no dudó en corregirme y afirmar, con esa gracia granadina que no ha perdido, “detrás nunca, siempre al lado”. Él es Miguel Ángel Gómez-Martínez, el director de orquesta más célebre de España y del mundo entero, que vuelve, por segunda vez en su historia, a dirigir la ORTVE como director titular.
Creció rodeado de música, en una Granada que, en palabras del maestro, “es una ciudad bellísima que rezuma magia y encanto”. El caso de Miguel Ángel es de lo más curioso. Aprendió el lenguaje musical mucho antes que el verbal, y, tal como afirma el artista, “captaba la música con enorme naturalidad, de forma que, sin darme cuenta, sabía leer partituras a los 3 años sin haber aprendido solfeo”. Y es que sus padres querían evitar que el pequeño Miguel Ángel se dedicara a la música al igual que ellos.
“Mis berrinches por aprender y por tocar el piano eran tales y tan insistentes que, finalmente, tuvieron que aceptarlo”, explica. Siempre lo tuvo claro: ser director de orquesta. No había otra vocación ni otra modalidad dentro de la música. Con 13 años alcanza el máximo nivel posible en el Conservatorio de Granada, y Miguel Ángel se traslada a Madrid con su madre, muy a pesar de la voluntad de su padre: “se podría decir que mi carrera musical le costó el divorcio a mis padres, ya que mi padre no tenía intención de abandonar su tierra natal. Le debo mucho a mi madre”.
Pero Madrid también se le queda pequeño, alcanzado el máximo nivel posible en España, y con 17 años se traslada a Alemania y Austria junto a su madre, Pepita Martínez, una magnífica pianista. Así accede a la Universidad de Viena para estudiar la dura carrera de Dirección de Orquesta que culmina con Premio Extraordinario por el ministerio de Investigación y Ciencia de Austria. Ha sido el titulado más joven de la Universidad de Viena en Dirección de Orquesta, récord que sigue ostentando.
Antes de triunfar en Europa, la infancia del actual director artístico de la ORTVE se compone, como es de imaginar, de música pero también de una inmensa felicidad. Jugaba al fútbol, tan bien, que hasta le propusieron a sus padres que formara parte de la cantera del Granada C.F. Era un estudiante brillante: “no odiaba especialmente ninguna asignatura, me encantaban todas menos gimnasia”. Adoraba los churros en la Plaza Mariana y era un niño sociable. “Era feliz, sigo siéndolo”, insiste Miguel Ángel.
“Amo a mi tierra, y curiosamente mi gran amor, además de la música, es mi esposa, que es granadina, como también toda su familia, y Doctora en Música, entre otros saberes, con lo cual los orígenes me acompañan en todo momento”, cuenta. Y es que este director de orquesta no tardó en ganarse al exigente público europeo cuando con tan sólo 23 primaveras dirigió la Deutsche Oper de Berlín. Y 3 años más tarde, debuta en Viena, algo de lo que ningún director de orquesta puede presumir.
Sencillo, amable, cercano, dispuesto a hablar de cualquier tema. Así es este conductor de músicos, líder por naturaleza, capaz de entenderse y comunicarse con músicos de todas las edades, escuelas y culturas. Y a su lado, Alessandra. Ambos conforman el perfecto tándem con el que pasar una agradable velada entre sushis y gyozas en el restaurante japonés.
Reside en Suiza desde 1980: “es mi segundo país”, explica. Y por ello tiene la doble nacionalidad. “Yo soy y me siento granadino, español, en suma”, afirma con certeza. “Mi patria musical es Austria, mi patria familiar es Granada y mi patria amorosa es Alessandra… todos tenemos muchas patrias, que son aquellas en las que uno encuentra su plenitud de cada emoción”, prosigue.
“Por muy excelente que sea la formación, el talento y el trabajo, sin la suerte de una oportunidad no hay nada que hacer” responde a la pregunta de cómo labrarse un hueco en esta compleja carrera de ser director de orquesta. “La suerte existe, pero no es aconsejable quedar esperándola”, desvela. “La suerte te tiene que llegar sin esperarla y mientras trabajas duro, pues de lo contrario poco te ayudará”, añade.
Antes de salir al escenario, este granadino siente placer, tranquilidad y confianza: “salvando la posibilidad de pequeños errores de algún instrumento, sé que se oirá lo que tengo en mente”. ¿Alguna manía? cuestiona Carmen Millán, directora de Pozuelo In. “Tengo tantas, que ni me acuerdo, pero inofensivas, y ninguna para dirigir. No soy supersticioso”, contesta. “El trabajo previo en ensayos define y conforma el resultado final”. Para ser un “buen” director de orquesta, hace falta un oído absoluto y ritmo, y, en palabras del músico, se trabaja estudiando y analizando hacia la interpretación de las obras.
Pero además Gómez-Martínez también es creador a la par que intérprete: “el compositor se encuentra con la nada, la partitura vacía, el silencio. Crear es hacer algo de la nada. Desde el vacío el compositor crea la música.” La relación de sus obras es muy extensa, de entre las que destaca por alguna razón sus “Cartas de un enamorado” para barítono y orquesta y su “Requiem Español”.
Actualmente trabaja en diversas composiciones sinfónicas y su ópera “Attalah”.
Le cuesta escoger una única ópera, pero recuerda con mucho cariño Don Carlos, ya que debutó con esta en la Ópera de Viena; Fidelio porque se inició con ella su carrera internacional en la Ópera de Berlín; Tosca, porque le resulta “sensacional”. Tiene una especial predilección por Puccini. Y es que la nieta de Puccini, Simoneta Puccini, considera que el Maestro Gómez-Martínez es el director que mejor interpreta las obras del célebre italiano.
Se incorpora hace tan sólo unos meses a dirigir por segunda vez en la historia la Orquesta de RTVE: “la diferencia más evidente entre la orquesta de los años 80 y la actual es que los miembros que la componen son en su mayoría jóvenes músicos que ingresaron en la orquesta después de mi marcha en 1987”. Se siente muy cómodo y feliz de esta aventura que, aunque nada nueva, le reta a conseguir la excelencia musical para la orquesta. “La orquesta de RTVE es de gran calidad, de un grado comparable a algunas muy buenas orquestas europeas, y mi objetivo es que supere su ya alto nivel.”
Cree en Dios, a su manera, y en el destino: “no creo en un sino inexorable y disociado de la propia vida y actos, sino en un destino que es consecuente con el camino que cada persona elige y recorre”, confiesa. “Pienso que el destino tiene mucho que ver con la actitud ante la vida, con las elecciones y las decisiones tomadas, de manera que el destino forma parte del propio camino trazado”, añade. Transmite felicidad y plenitud por reunir todo lo que necesita para seguir sobreviviendo en un mundo tan acelerado y artificial, del cual elige la música y el amor, este último materializado en Alessandra. Ω
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