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Por Jesús Castells / Fotografía: Marta Aparicio
Quienes nos gobiernan han decidido que ya no nos representan. Nos dejamos engañar y apalear casi con gusto, de una forma enfermiza, masoquista. Nos han acostumbrado a convivir con la mil y una desgracia mirando la televisión mientras cenamos tranquilamente. Nos hemos convertido en peleles insensibles, somos víctimas de maltrato con síndrome de Estocolmo.
Y todo esto mientras atropellan sistemáticamente nuestros derechos y por qué no decirlo, mientras comercian con nuestras vidas. Somos esclavos que creemos ser libres. Esclavos del mal llamado estado del bienestar, esclavos de la mentira piadosa y del dinero, del cochino dinero. Somos marionetas a su antojo, legiones de idiotas polarizados por cualquier motivo; religioso, político, social, territorial, da igual, el caso es tenernos ocupados con estupideces para poder seguir manejándonos a su antojo y ordeñándonos hasta la última gota.
La evolución del ser humano nos lleva hacia un camino sin retorno, donde la realidad ya supera con creces la ficción. Honestamente ya empiezo a no discernir si vamos hacia adelante o el camino hace tiempo que dio la vuelta y vamos para atrás.
Juegan a conseguir más poder, a acumular más dinero y a tener más vidas en la palma de su mano en el infructuoso y vano intento de llegar a parecerse al Todopoderoso. Y en cada paso en esta peligrosa escalada de ambición desmedida, sin límites, más se alejan de lo que realmente es Dios. Están equivocados. Y ni siquiera son felices.
Y la tentación sería responder de la misma manera, a hierro y fuego. Ojo por ojo, diente por diente. Pero eso amigos nos pondría en el mismo plano. Y la venganza está en no ser como ellos.
Y en un atisbo de lucidez, observo la respuesta solidaria de la inmensa mayoría de mi pueblo ante este continuo atropello y veo que Dios está presente en cada una de esas pequeñas acciones, en cada una de esas pequeñas muestras de cariño incondicional. Se me eriza la piel cuando veo personas anónimas ayudando a los demás, acogiendo a desconocidos en sus casas, llevando comida, madrugando, trabajando, siendo honrados, diciendo la verdad… Y pienso que igual somos nosotros, los Españolitos de a pie, los don nadie, los que realmente sin darnos cuenta estamos jugando de verdad a ser Dios. Porque Dios es amor, solo amor.
"Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí»." (Mt 25, 35-36).
Somos muchos los que elegimos esta forma de estar aquí en la tierra, esta forma de ser. Unos con fe y otros por convencimiento, qué más da. Y es la correcta. Hermanos, sé que vamos por el buen camino, aunque está visto que no es ni el más corto, ni el más fácil. Es el camino del amor el que quiere Dios. Es el camino que uno sabe que existe, aunque sea de noche y vayamos andando por la oscuridad. Es el camino en el que cada paso cuenta y siempre construye. Es el camino del amor.
Igual no tiene nada que ver, pero yo me siento muy orgulloso de ser cristiano y español. Ω
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