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Por Germán Pose / Fotografía: Ricardo Rubio
Carmen Linares (Linares, Jaén, 1951) es la reina del cante jondo. Luminosa y brillante en su arte y en el trato personal ha sido reconocida con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2022 junto a la bailaora María Pagés. Y unos días antes de la solemne ceremonia actuará en la Suma Flamenca, de Madrid. Por sus venas de sangre grana corre el eco de Caracol, Fosforito, Camarón o Morente. Y tantos otros genios del flamenco. Pozuelo IN la visita en su casa de Madrid.
—¿Qué sentiste cuando te comunicaron que a ti y a María Pagés os habían concedido el premio Princesa de Asturias de las Artes?
Me sorprendí muchísimo porque esta vez no sabía que estaba propuesta. Me he enterado que mi nombre ha estado en otras ediciones entre los aspirantes al premio. Para mí es extraordinario porque, salvo Paco de Lucía, no ha habido ningún artista flamenco premiado. Que el flamenco esté presente en esos premios tan importantes me da un subidón.
—Parece mentira que el flamenco esté algo de capa caída y lo reconozcan más fuera de España que aquí.
El flamenco esta muy reconocido fuera de España, es una categoría de la música superior. Aquí también, pero es otra cosa, no se entiende que no tenga el apoyo y seguimiento que merece.
—Has paseado tu arte por todo el mundo, ¿sientes que hay más pasión por el flamenco fuera que aquí en España?
Hay más reconocimiento, y en Japón no te quiero contar. Es verdad que no son capaces de distinguir una soleá de una bulería pero lo siguen con mucha sensibilidad.
—La gran bailaora María Pagés comparte el premio contigo, ¿qué hablasteis cuándo os lo comunicaron?
Bueno, ella me llamo por teléfono y me gritó emocionada: Caaaarmeeeeeeen.....Y yo: Maríaaaaaaaa. (ríe), como dos locas. ¡Qué alegría!. Ese día no paramos de hacer entrevistas en la radio, la tele, los periódicos. Estamos muy contentas, muchísimo. Todos nos trataron con mucho cariño.
—Supongo que ya tienes un vestido elegido para el día de la ceremonia y preparado tu breve discurso.
El vestido lo tengo claro, lo vi en Sevilla y me encantó. Estuve allí con Serrat, invitada para cantar juntos la saeta en la plaza de toros de La Maestranza en su gira de despedida. Al día siguiente me di una vuelta por Sevilla y compré ese vestido. Ahí está preparado. Y las palabras, no sé, creo que no hay que hablar mucho, según me han dicho los del protocolo.
—Llevas algo más de 40 años como cantaora flamenca, ¿cómo recuerdas tus inicios?
La primera vez que canté tenía 5 años. Yo cantaba en casa con mi padre, que era guitarrista y un gran aficionado al flamenco. Y así seguí, en plan doméstico, cantando en radio Linares y con mis estudios y esas cosas. Pasado el tiempo fui a vivir a Ávila, donde hay una gran afición al flamenco. Mi marido, Miguel Espín, fundó la Peña Antonio Chacón y canté mucho por ahí, y en Radio Ávila, muy a menudo. Conocí a Miguel cuando tenía 12 años y él, 16.
—No es fácil decir en casa, de jovencita: quiero ser artista. ¿Cómo te fue a ti?
Sí, claro, yo no dejé de estudiar pero tuve la suerte de que mi padre era muy aficionado al flamenco y disfrutaba muchísimo viéndome y oyéndome cantar. Para mi padre era la mejor del mundo y yo tenía que pararle los pies. Siempre me apoyó y nunca se lo agradeceré lo suficiente.
—Gran parte de culpa de tus arranques flamencos de niña creo que la tuvo un sorteo de un tocadiscos en la radio.
Ay madre, qué cosas sabes, ¿y eso? Pues sí, un tocadiscos que le tocó a mi madre después de insistir muchas veces en el programa de José Luis Pécker, de Radio Madrid. Mi madre escribía todas las semanas su cartita, y nada. ¡Hasta que un día nos tocó! Y mi padre compró discos de Mairena, de José Menese, Porrina de Badajoz, Fosforito, ufff, maravilloso. Y ahí me quedaba yo escuchándoles a todos, después de hacer los deberes del cole, claro.
—Cuando te empiezas a espabilar en esto del flamenco, ¿en quien te inspiras?, ¿quienes son tus ídolos?
En mis inicios me gustaba mucho Fosforito, aprendí mucho de él. Luego seguí avanzando, con Mairena, Rafael Moreno, “El Gallina”, Juan Varea, Pepe el de la Matrona, La Perla de Cádiz. Un jovencísimo José Mercé y Enrique Morente, en el Café de Chinitas. Tuve la suerte de asistir en directo a esa época dorada de los tablaos madrileños. Torres Bermejas, El Corral de la Morería...
—Aunque tu primera actuación, de verdad, en un tablao fue en Francia, en Biarritz.
Sí, ese contrato me salió gracias a la Peña Charlot, de Madrid, que era un templo en aquella época. Yo tenía 17 años y formaba parte de un cuadro flamenco muy lustroso. Mi padre me tuvo que hacer un escrito para que me dejaran salir de España, ya ves. Ahí empecé yo cantando para el baile.
—¿Echas de menos aquél ambiente glorioso de los tablaos?
Muchísimo, todo eso ya ha desaparecido. Hay gente que canta y baila muy bien pero no es lo mismo. Esas noches infinitas, esos humos, esa bohemia especial, mezcla de artistas de todos los géneros. Ahora, claro, no se puede pagar en los tablaos a artistas de primera fila como antes.
—Eres de la generación de Camarón, Paco de Lucía, Enrique Morente..todos desaparecidos, ¿cómo se nota su ausencia en el planeta flamenco?
Se siente mucho, aparte de amigos eran un referente donde te fijabas y aprendías. Esperabas sus nuevas obras, lo nuevo que iba a sacar Paco, Morente, Camarón.... Todos ellos han dejado una huella extraordinaria, muy profunda. Y la pena que tenemos es que todos tenían muchas cosas más que hacer y que decir. Han muerto muy jóvenes, estaban en pleno viaje creativo.
EL FLAMENCO SE TIENE QUE ADAPTAR A LOS CAMBIOS SOCIALES
—¿Y crees que hay relevo a toda esa generación de genios?
Sí claro, murió Chacón y todos se pusieron a temblar, y el flamenco siguió, y con Caracol pasó lo mismo. No se acaba el flamenco, los nuevos no van a tener ese estilo inmortal de los grandes, pero harán otras cosas, a su manera.
—Aunque ya se evaporó ese ambiente bohemio y noctívago del flamenco.
Ahora hay demasiada prisa. A mí nunca me presionaron para vender más discos. Cuando me han dicho que tenía que hacer algo más comercial les decía, muy bien, ahí os quedáis, yo sigo con mi carrera. Ahora la gente joven tiene que ser famosa a los 25 años, y eso es muy difícil, porque a esa edad uno está aprendiendo.
—El flamenco no goza de su mejor momento, ¿crees que el flamenco se ha alejado de la sociedad, de la calle, o ha sido al revés?
Lo que ocurre es que la sociedad ha cambiado, y el flamenco debería adaptarse a esta evolución. Hay muchos que no han sido capaces de adaptarse. Hay letras que se han quedado añejas. ¿Quién va ahora con su jaca castaña, como se decía en algunos cantes?, por ejemplo. Yo he cantado muchas letras populares magníficas, El de La Matrona decía que el flamenco era la emoción de la tristeza y la de la alegría, hay de todo. Pero también me he detenido y fascinado por nuestros grandes poetas.
SOY UNA FEMINISTA MUY NATURAL, EL HOMBRE NO ES MI ENEMIGO
—¿Cuáles han sido los poetas que más has admirado y les has cantado?
La primera referencia que tuve de Miguel Hernández fue a través de Morente, que ha sido un gran maestro y un artista único. No es fácil adaptar la obra de un poeta al flamenco, y ahí Morente hizo una labor sensacional. Yo he cantado a Juan Ramón Jiménez, que es muy difícil, a Federico García Lorca... la verdad, hay que tener valor.
—Valiente has sido siempre, y una abanderada de un feminismo limpio, no tan perverso como el que nos está bombardeando en estos tiempos. Creaste en 1996 la “Antología de las mujeres del cante”, donde reivindicabas el papel de las mujeres en el arte flamenco.
Yo me di cuenta que muchos cantes como los de la Moreno, La Trini, La Niña de los Peines...eran esenciales y pensamos en reunirlos todos en una obra y lo presentamos a Polygram pero no les interesó en ese momento. Al cabo del tiempo, 8 años después, llevamos a cabo el proyecto. Era una reivindicación artística de las mujeres, nada ideológico. Mi idea del feminismo es muy natural, que una mujer tenga los mismos derechos y obligaciones que un hombre, y ya está. Soy feminista, pues sí, pero el hombre no es mi enemigo.
—Además, tú no has sido la cantaora clásica de la bata de cola, que también, pero has salido a un escenario con atuendos muy pop ¡y con pantalones campana!
Claro!, he cantado con chaqueta de hombre, o traje pantalón, ¡y pantalón campana, sí! He cuidado siempre el estilo y muchas compañeras me decían que yo era la que les había enseñado a vestirse a todas.
—No sé si podemos hablar de juergas flamencas, teniendo en cuenta que, según he leído, tú has dicho que naciste casada.
(Ríe), eso lo dije como una broma porque a Miguel lo conocí con 13 años, creo que él ha estado en más juergas flamencas que yo. Ten en cuenta que tenemos tres hijos, y claro, alguien tenía que estar en casa cuidándolos. Cuando éramos novios nos desparramamos más. El Candela, La Puri.... íbamos disfrutando y degenerando, como decía Morente. Hasta las ocho de la mañana, pero lo que hacíamos era escuchar flamenco y charlar, y bueno, esas cosas. Amanecer con amigos era maravilloso.
EL 23 DE OCTUBRE, EN LA SUMA FLAMENCA
—¿Qué ha representado Madrid para los artistas flamencos?
A ver, el flamenco es andaluz, es la cuna, pero Madrid acogió a todos los artistas. Por ahí abajo no había trabajo y Madrid abrió sus puertas a todos. ¡Qué gran época de tablaos! Los artistas venían a Madrid, que era donde había tajo. Madrid me ha dado todo lo que soy, pero no solo a mí, a todos los grandes. Desde Pepe Pinto a Camarón, pasando por Paco de Lucía, Manolo Caracol, José Mercé, La Niña de los Peines...Además, hay que decirlo, Madrid ha sido una ciudad muy generosa y cariñosa, no te sientes extranjero.
—Actúas en la Suma Flamenca, de Madrid, el domingo 23 de octubre, una semana antes de los premios Princesa de Asturias, ¿tienes preparado algo especial?
Este concierto estaba contratado hace mucho tiempo, y yo me he planteado hacer un concierto clásico, recordando el Madrid de mi juventud, rescatando cantes que yo hacía en aquella época, en fin, mi idea es hacer un homenaje a Madrid.
—Aparte de tus duendes tu gran inspiración ha sido tu compañero del alma Miguel Espín, tantos años juntos, ¿cómo sobrevivir tanto tiempo con tanta pasión?
Sin él no sé que habría sido de mí. Es mi compañero y mi total inspiración, siempre a mi lado, cuidándome y animándome, en todos los momentos de luces y sombras. Nunca canto en casa, eh?, ni en la ducha. Entre otras cosas porque yo no solo tengo el flamenco, soy madre de tres hijos y tengo otras cosas en mi vida, que me hacen crecer como persona y afrontar el flamenco con más vigor. Y mi marido, Miguel Espín, ha sido fundamental en mi carrera. Alguien que te ayuda, te comprende y está a tu lado, pase lo que pase.
—Dicho todo lo dicho, ahora, cuarenta y tantos años después de iniciar tu carrera y premio Princesa de Asturias de las Artes, ¿en qué momento artístico y vital te encuentras?
Estoy en un momento bonito, no sé, mágico, podría decir. Tengo pasión, ilusión y reconocimiento. Ya no tengo las mismas energías de jovenzuela pero disfruto mucho con mi profesión. Solo pienso en gozar, disfrutar y dar todo lo que llevo dentro. Ω
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