Realidad y ficción, ser y no ser. Cada día nos debatimos entre lo evidente y lo posible. Al hombre que apuesta por la imaginación se le tacha de soñador y se le da por imposible, pero si sus delirios triunfan se le acepta porque el éxito ya es cuantificable.

Yo tiro por la ficción, que se ajusta mejor a la realidad líquida que vivimos y octubre es el mes más virtual del calendario, el menos realista. Se supone que encabeza el otoño, pero eso era cuando las estaciones existían con sus diferencias y sus olores. Ya el otoño puede empezar en Noviembre o nunca, porque la Tierra reacciona con ataques de tos (tormentas y aguaceros) de improviso y según la machaquemos más o menos. Ficción también en la realidad política española, donde asistimos al ping pong entre adivinos de encuestas y profetas, ambos muy lejos de lo real. José Mota ya da vueltas a su Especial Nochevieja y me cuenta que tendrá que modificar ese guión a última hora según los resultados de Noviembre. Dice que los políticos de antes eran más parodiables que los nuevos, y me deja pensando que ojalá los políticos fueran José Mota, es decir, ficción.

Vivimos en el aire y no es extraño que la última estrella musical que llena estadios sea un holograma en tres dimensiones. Hatsune Miku se llama el personaje de manga japonés con largas coletas color turquesa y la voz prestada de una actriz que ha "actuado" como telonera de Lady Gaga, triunfado en Shanghai y Madrid y "llega" a Barcelona en enero con todas las entradas vendidas. Un invento así tiene las virtudes de una verdadera estrella y ninguno de sus inconvenientes: ego, exigencias de camerinos lujosos con frutas y champán... además es imposible que despierte envidias porque no es humana. Hatsune es la cumbre de esa "vida de videojuego", la nueva realidad del "homo digitalis" que graba una pelea igual que un concierto porque no participa en lo que ve y tampoco ve de verdad lo que graba, sino que lo rueda pensando sólo en el efecto que tendrán esas imágenes entre sus "seguidores". ¡Dale al like!.

Cuando la sensación de ingravidez que nos rodea se hace cuesta arriba, hay un antídoto infalible: subir a lo más alto del Edificio España y cruzar la pasarela con suelo de cristal que ha instalado el hotel Riu a 177 metros de altura. La gente paga diez euros y hace una cola larguísima para esa experiencia, pero cuando están arriba muchos no se atreven. Un vértigo muy físico devuelve a la realidad sólida que el cuerpo nos recuerda y además es fantástico ver que, desde arriba, Madrid sigue rodeada de prados y montañas.     

También es muy real la labor de Quique Dacosta, transportando la paella valenciana bien hecha a su recién inaugurado restaurante Arros QD, en Londres. Hasta ahora pedir una paella fuera de España era jugársela mucho, pero este chef se ha preocupado de estudiar con afán científico para transmitir la fórmula más perfecta posible del arroz adonde sea, con la madera y la temperatura del fuego exactas. Esperamos que logre contrarrestar el imperio de la hamburguesa americana, la pizza italiana y el sushi japonés. Que no sea por falta de conocimientos que nuestros platos tradicionales no alcancen fama en el mundo.

Truco o trato. Octubre culminará en Halloween, una fiesta global que ya es patrimonio de los niños del mundo. Ellos sí que saben. Sin complejos ni nacionalismos raros, los más pequeños incorporan rápidamente a su calendario festivo todo lo que encuentran divertido y nada lo es más que disfrazarse de fantasma o de bruja para tomarse a chota el miedo convirtiéndolo en un juego. Preparen los caramelos porque los hijos de sus vecinos llamarán a la puerta. Pero antes de que eso ocurra este mes nos reserva otros placeres de esos que disfrutamos quienes elegimos la ficción. Hay que estar pendientes del Festival de Cine de Sitges, que el año pasado premió esa revulsiva maravilla llamada "Climax" de Gaspar Noé, un zapatazo de imagen y sonido solo comparable a aquel "Trainspotting" del 96. Daremos otra oportunidad a Ian McEwan y su "Máquinas como yo", aunque me temo que el escritor británico ya no va a superar lo que logró en "Expiación". Yo le daré esa oportunidad porque no es casual que la última novela de un autor setentón trate de la Inteligencia Artificial. Realidad, ficción convertida en realidad por la tecnología... es la preocupación más extendida entre los intelectuales que se resisten a delegar su memoria en Wikipedia y tratan de entender ese fenómeno para que sigamos avanzando sin dejar de ser humanos.

Mientras se aclaran estas cosas celebraré el nacimiento de este otoño tan veraniego en la fiesta de la sala El Sol por sus 40 años de vida, porque igual que ya es hora de que la buena paella conquiste horizontes más allá de Valencia, es tiempo de que los españoles conmemoremos nuestras cosas como se debe. El Ministerio de Cultura francés patrocinó este verano una gran exposición fotográfica de García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez- Mínguez y Miguel Trillo durante tres meses en Arlés, al sur de su país, mientras aquí se sigue deshojando la margarita de un posible "Museo de la Movida". Como no espabilemos, los franceses se marcan otro Picasso, que Miquel Barceló ya casi es francés, y en cuanto un artista español cruza los Pirineos... francés se queda. Estos cuatro fotógrafos pasaron muchas horas en El Sol, así que corro a celebrar el cumpleaños de ese templo de la Movida, un hermoso garito de la calle Jardines, antes de que se lo lleven a Pigalle.

Ya ven, el curso empieza entre lo virtual y lo verídico. En ustedes queda elegir el camino que más gusten. Un servidor se dispone a escuchar lo que diga Fernando Savater en la presentación de "La peor parte", esas memorias de amor que ha dedicado a su esposa difunta. Porque el amor es salvajemente real y también de lo más virtual.   Ω