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MAYO 2016  /  TAUROMAQUIA

Justo Algaba o el vestido de torear

10-05-2016 10:40 a.m.

Acaba de colgar el teléfono. Le han llamado de la Royal National Opera de Londres para que vuelva a diseñar el vestuario de la ópera Carmen, algo que ya hizo hace unas décadas, nos cuenta con orgullo. Pero nosotros nos habíamos reunido con Justo Algaba, el sastre de los toreros, para hablar de los caireles, machos, chorreras, taleguilla… que forman un traje de luces, aunque también de otras muchas cosas

50 años cumplirá el próximo 14 de septiembre en este oficio tan bonito. En ese tiempo la vida da para mucho y si lo que tienes es una historia llena de retos como la de este sastre, mucho más. Eso es lo que pasa si te sientas a conversar y a aprender con Justo Algaba. Cualquier aficionado al mundo del toro asocia su nombre con los trajes de luces, pero está claro que en todos estos años, su fama ha traspasado fronteras.

La entrega a esta profesión lo resume Justo en una frase: mi sueño taurino. Él mismo la describe como el momento en el que vio por primera vez a El Cordobés en una corrida en Albacete. En ese momento entendió que tenía que hacer algo en el mundo del toro. Aún no sabía qué (si torero o el que hacía la ropa de los toreros, que en aquellos entonces no sabía ni como se llamaba), y fue el destino el que le puso en su camino un taller de corte y confección y a El Viti. Entre medias, intentó ser piloto en Cuatro Vientos, pero el camino no le había llamado por ahí. Fue cuando entró en una sastrería buscando trabajo y se encontró al famoso torero. Desde aquel día, en el que Justo no dejaría de darle toda la importancia al destino, hasta hoy, en el que el  pasado día 2 Miguel Abellán, Daniel Luque y Jiménez Fortes estrenaron trajes en la tradicional goyesca que abre la Feria de San Isidro, Justo no ha parado de dar tranquilidad, serenidad y seguridad a todos aquellos que hayan llevado sus diseños.

Este sastre es una de las personas que tienen una gran responsabilidad cada vez que hay los toreros a los que ha vestido salen del patio de cuadrillas. “Mi profesión, mi oficio, me obliga a tener una responsabilidad enorme. Yo no puedo dejar un traje de luces al 70 o al 80 por ciento, ya que tendría un fracaso. El torero depende mucho del vestido que lleve. De la comodidad, de la estética, del diseño, de lo que pesa, de si es o no incómodo, de la tranquilidad que le produce. Un torero te manifiesta rápidamente cómo se siente. Esos nervios que tienen ellos, me lo traspasan a mí y yo tengo que dar tranquilidad al matador. Mi lucha es dar tranquilidad a los clientes para el momento en el que llegan a la plaza transmitan tranquilidad”, señala Justo

Con una pausa increíble, Algaba continúa con sus muletazos: “en cada vestido que hago, sean o no creyentes, los toreros sí que tienen fe. Sea lo que sea lo que elijan, demuestran que tienen fe en ese color por el éxito que le supuso en el pasado, en su imagen, en el bordado de un cristo o una virgen. Siempre hay algo que le hará creer que su elección le va a aportar algo. Por eso, un vestido de luces aporta mucho al matador. Porque tienes fe en él. Ahí es cuando el torero va feliz a la corrida, porque tiene fe en lo que va a hacer”, y reflexiona asegurando que “un hombre tiene que saber lo que busca para saber lo que encuentra. Si quieres llegar a ese fin tienes que estar preparado”.

Una vida llena de retos

Justo es una persona metódica y ordenada que asegura que no se pone ningún techo. Quizá por ello, cuando lo llamaron la primera vez para realizar el vestuario de una ópera (se estrenó con Carmen), no lo dudó y aceptó el reto. “Como creyente, mi techo está muy alto y por eso acepto todos los retos. El modisto Manuel Piña me invitó a colaborar con él en Cibeles en uno de sus desfiles y posteriormente me presenté en otra edición de la pasarela madrileña con una producción tres veces más grandes que la de cualquier otro diseñador. Entonces es cuando me abrí al mundo”, señala.

Su artesanal mano de obra también ha saltado a las pantallas de cine y televisión como Sangre y Arena, Juncal, Herederos, Hable con ella y Carmen, donde también ha vestido a sus personajes para las óperas de Londres, Dresden, Nueva York, Sidney,  Ámsterdam o Verona, donde trabajó con el fantástico Camborio. “Todo era majestuoso, pero el siguiente trabajo siempre superaba al anterior”, asegura Justo, que tuvo que subir al escenario del Metropolitan de Nueva York para recibir el homenaje del público por su vestuario.

Vive entregado a su profesión. Es su pasión, su amor. La defiende con vehemencia asegurando que “no he encontrado nada que me llene más que mi profesión. El negocio es la manera de hacer dinero para mantener lo que tienes, mientras que la profesión es la virtud para ser feliz”. Muchas veces se queda en el taller de noche y no regresa a casa. Siempre por su profesión, nunca por el negocio. Y además, siempre agradecido con todos los que han estado junto a él, desde su mujer e hijos, hasta todos sus empleados.

La importancia de los oficios

Este defensor a ultranza del mundo de los toros porque es algo que le apasiona, señala que “esta grandiosidad es una fiesta incomparable en el mundo entero, ya que ningún otro espectáculo es tan colorido como el nuestro”. Además, está seguro que esta fiesta nunca desaparecerá, “aunque ahora esté abajo es como la hoja de una sierra, volverá a estar arriba”, augura.

Por otro lado, Justo es consciente de la importancia del toro en la economía. Es un negocio que mueve cerca de 2.500 millones de euros anuales. Los datos están ahí y, por si esto fuera poco, esta industria mantiene vivos oficios que de no ser por el toro, hubieran desaparecido. Son los cordoneros, lentejueleros, bordadores, taleguilleros, camiseros o zapateros los que integran la plantilla de esta empresa, todos ellos oficios en peligro de extinción y que suelen tardar entre cuatro y cinco semanas para elaborar un traje.

Está claro que es todo un artista ya que todo lo que hasta ahora ha conseguido se lo ha ganado por ser como es y por trabajar como lo hace. Su sastrería taurina se basa en la artesanía ya que el 90% de los productos que confecciona hechos a mano. Los más del centenar que diseña cada año los elaboran más de 50 personas que tiene en su empresa.

De Costillares, pasando por Paquiro, hasta Algaba

La evolución del traje que vestía el torero comenzó en la época de Costillares, que fue el que pidió, a finales del s. XVIII, a la Maestranza de Sevilla que los diestros de a pie usaran galones de plata, privilegio del que ya gozaban los picadores, antiguamente con más rango que los lidiadores.

Ya en el XIX, según un cronista de la época, la indumentaria de los toreros era análogo al de la manolería: "chupetín y calzón corto, camisa blanca adornada con lujosa chorrera; capa o capote con mangas, faja de seda, zapatos con hebilla de plata, redecilla cubriendo la cabeza y sombrero de los llamados de medio queso”.

En la época actual, que para Algaba empieza en el primer tercio del siglo XX, el traje de luces es el que se ve hoy en día en las plazas. Justo es, además, un estudioso de la evolución de los trajes de luces. No obstante, posee uno de los mejores museos de estos vestidos en el que tiene piezas de finales del siglo XIX. En el Museo Vestido de luces. Arte y Cultura hace un recorrido por la evolución del traje de luces desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad.

Toreros míticos en corridas míticas

Cada uno de los vestidos que realiza Justo tiene una explicación extensa, la de la relación de este sastre con el torero. Los matadores que le marcaron su destino (El Cordobés y El Viti) han pasado por sus manos. Además, cuando los toreros empezaron a saber de mi nombre y de mis diseños personalizados, le llamaban de todos los sitios. Cualquier nombre que haya estado en unos carteles de ferias ha llevado un traje de luces firmado por Justo.

Paco Ojeda le pidió uno según entendiera Justo cómo era su personalidad. El plazo era de 20 días y tenía que llevarlo al Puerto de Santa María. Media hora antes de vestirse, llegó Justo al hotel para que se vistiera el matador. Nadie lo había visto. Era uno de los primeros vestidos de colores que iban a entrar en una plaza. La explicación que le dio al matador fue “he elegido el blanco porque a mi juicio es lo que más define la pureza y tu toreo es pureza. He elegido hacerlo de colores porque los pensamientos en flor son de colores y creo que delante del toro eres pensador y lo he redondeado todo en oro porque este significa grandeza y tú eres de los más grandes que hay actualmente… Sea o no verdad lo de las teorías que corren por ahí, lo cierto es que Paco le cortó las dos orejas a su primer toro”, nos cuenta Justo.

Otra de las novedades que ha introducido Algaba en el mundo del toro sucedió en la plaza de Valladolid con Rafael de Paula. Este le pidió que le hiciera algo y lo que se le ocurrió fue incluir en la parte interna del capote el color azul purísima y fucsia. Esa corrida era televisada y muchos toreros le llamaron, como Roberto Domínguez, compañero de terna de Rafael de Paula.

Ahora es el momento de ver una corrida de toros sumándole otra perspectiva, la de los trajes de luces, como la goyesca de Madrid en esta Feria. Gracias, maestro.   Ω