Si continúa la navegación por nuestro sitio web estará aceptando nuestras condiciones, que puede consultar en:

JULIO 2014  /  REPORTAJE

El tiempo en dos ruedas

19-08-2014 2:34 p.m.

Fue el gran Fernando Fernán Gómez el que nos contó aquello de que las bicicletas son para el verano. Pero Javier Muñoz es de los que desafían esas palabras. “Se puede montar en bicicleta durante todo el año ya que aquí tenemos un clima bastante bueno”, nos señala este madrileño afincado en Pozuelo de Alarcón desde hace más de dos décadas, que acude a la entrevista montado en una randonneur de los años sesenta.

La estampa es la siguiente: Javier es un dandy y así ha venido. Como todos los días, llega igual que acude a trabajar: en traje (su familia tiene una de las sastrerías más conocidas de Madrid) y montado en su bicicleta. Entiende que este vehículo sirve para pasear y no solo para sudar. “Si quieres hacer deporte, coges otro tipo de bici. Pero mi afición es por las vintage. Me gusta buscarlas, comprarlas, arreglarlas y disfrutar de ellas”, nos comenta.

Ahora mismo tiene una colección de nueve que saca a la calle cada vez que puede. Para eso, convence a sus amigos. Así las puede ver a todas. Una de las últimas cosas que ha hecho para lucirlas y sacarlas a la calle es participar en la Tweed Ride 2014, un evento en el que los participantes van de vestidos de época montados en bicis del pasado siglo. En esta edición, el grupo de Pozuelo (todos son amigos suyos y montaban sus bicicletas) consiguió el premio a la mejor participación. El pasado año Javier ganó el premio a la mejor bici y conjunto. Otra de las actividades que realiza es irse con otros amantes de estas bicis como él a una bici picnic o al Museo del Traje. El primero, para pasear y comer. El segundo, para conocer la importancia de este vehículo en la evolución de la moda femenina. Siempre, eso sí, con algún toque vintage en su vestimenta.

Ah, no creas que te tienes que comprar ropa. Seguro que encuentras en cualquier fondo del armario: puedes combinar chalecos, chaquetas de punto, pajaritas, gorras, vestidos de raso, flores, o calcetines por encima de los pantalones…

Él quiere traer esta competición al municipio, “ya que es un evento que mueve a miles de personas en toda Europa y aquí en España hay mucha gente a la que le encantaría participar”, explica y nos cuenta que ya ha empezado a hablar con los responsables municipales para ver cómo se podría llevar a cabo.

Tiempo y maña

Cuando Javier sale a la calle se nota su pasión por las bicis. Cada vez que puede acude a mercados donde puede encontrar estos vehículos que marcaron una época y que se convirtieron en una transporte generalizado en la revolución industrial. Manillar, ruedas, piñones, cambios… este empresario compra bicicletas antiguas y las deja como nuevas. “Yo no”, nos comenta entre risas y continúa: “es un amigo que encontré por internet y que es un verdadero artista arreglándolas. Yo lo que hago es comprar todas las piezas necesarias para dejarla como nueva”. Y si no las encuentra en los rastros, lo hace a través de internet.

“Ni tengo tiempo, ni tengo maña para arreglarlas”, asegura. Su amigo le está arreglando una BH que compró hace un año. “Es la joya que tengo. Tiene las ruedas de madera. Además, la compré con matrícula. De 1950, aunque creemos que es más antigua, ya que en aquellos años la gente no cambiaba de bicicleta tan frecuentemente. Probablemente sea de los años 30. Está en bastante buen estado y lo único que vamos a hacer es limpiarla y recuperarla para poder sacarla a la calle”, nos comenta orgulloso Javier.

Asegura que no es una afición muy cara, aunque sí se ha encontrado con una bicicleta que fue más barata que uno de los complementos que tuvo que comprar. En otra ocasión, paseando por Madrid, se encontró una sin rudas atada a un poste y con un cartel en el que quejaba porque le habían robado las ruedas. “La propietaria no la iba a arreglar y al final me la vendió y la arreglé”.

Ahora lo que hace es coger a sus amigos, a los que cita en Archipiélago Bar y se montan en sus bicis para pasear e irse a comer a Madrid. “Ellos se asustan por mi iniciativa, pero les hago un recorrido, con el cercanías, y al final no dan ni una pedalada. Se puede no sudar, se va más rápido que a pié y en algunas ocasiones, incluso más que un coche”, concluye.