Si continúa la navegación por nuestro sitio web estará aceptando nuestras condiciones, que puede consultar en:
Por Alberto Gómez Font.
Vivir en sociedad tiene muchas servidumbres, la mayor parte de ellas compartidas por mujeres y hombres, pero hay una, de las más llamativas y dolorosas, que solo implica a los varones que han superado la horrenda pubertad: el afeitado. O se deja uno barba o se afeita el resto de sus días, y tal y como está eso de la esperanza media de vida los días que a uno le tocará afeitarse pueden ser muchísimos.
El hombre que vive en sociedad no tiene más remedio que afeitarse todas las mañanas de su vida, y aún no he conocido a nadie a quien no le dé pereza el mero hecho de pensar en hacerlo. Te levantas, te lavas la cara, te miras en el espejo y ahí está, la barba que aflora y tiñe de gris la mitad del rostro. ¡Qué horror! Ahora toca enjabonarse, agarrar la maquinilla y comenzar a luchar contra la naturaleza raspando la piel con una cuchilla afiladísima que cercenará las puntas de los pelitos que comienzan a asomar y de paso arrasará con cualquier granito u otro obstáculo que se encuentre en su camino y hará que sangremos como cochinos.
Recapitulemos: vivir en sociedad tiene muchas servidumbres y una de ellas, privativa de los hombres, es el afeitado, pues el varón que vive en sociedad no tiene más remedio que afeitarse todos los días o dejarse barba. No hay otra opción. No es posible afeitarse unos días sí y otros no, como hacen muchos conciudadanos desaseados. Aparecer por la mañana en la oficina, en la fábrica, en la tienda, en el banco, en el puesto del mercado, al volante del taxi o del autobús, con la cara llena de pelitos es una falta de respeto imperdonable.
Hay excusas inadmisibles y una de ellas es la que esgrimen los que se presentan por la mañana sin afeitar y dicen: «Es que tengo la piel muy sensible y se me irrita mucho si me afeito todos los días». Esa excusa no sirve porque si la admitiésemos no tendríamos más remedio que pasar por alto muchas otras faltas contra la pulcritud y el aseo.
Si uno tiene la piel delicada e irritable y además es de barba dura, o se fastidia y sufre todas las mañanas o se deja barba y se olvida del sufrimiento. Es más, por muy delicada que se tenga la piel, hay muchas ocasiones en las que no tendremos más remedio que afeitarnos dos veces en un mismo día. Veamos: si el primer afeitado se sufre a eso de las ocho de la mañana y resulta que tenemos algún compromiso social por la noche y queremos estar presentables hasta la hora de las brujas y de las seducciones, no tendremos más remedio que afeitarnos otra vez antes de salir de casa, pues transcurridas doce horas desde el primer afeitado los pelitos comienzan a aparecer, y tres o cuatro horas más tarde, llegada la medianoche, ya tendremos la cara como un papel de lija... y eso puede resultar muy feo y muy incómodo e incluso puede llegar producir lesiones en la piel de la persona con la que compartamos los juegos de seducción y sus deseadas consecuencias, y seguro que nunca nos lo perdonarían, por muy buenos amantes que fuésemos.
Hay que afeitarse todos los días, y si se quiere lucir en la cara una piel semejante a la del culito de un bebé hay que afeitarse con jabón y cuchilla, nada de máquinas eléctricas, que rasuran la superficie, pero no apuran como es debido. Hay que afeitarse sufriendo, a contrapelo, es decir, de abajo hacia arriba, hay que insistir y pasar y repasar las cuchillas, y si aparece algo de sangre hay que hacer caso omiso, no pasa nada, son gajes del oficio, pensemos en lo guapos que estaremos y cómo la gente sabrá apreciar nuestro sufrimiento y al mirarnos verán que somos de ese grupo de personas que saben cumplir con sus obligaciones y no se permiten ninguna falta de respeto hacia los que les rodean. Ω
09-01-2023 12:29 p.m.
18-04-2021 10:38 a.m.
03-10-2017 8:05 p.m.
04-12-2016 4:41 p.m.
11-01-2016 9:30 a.m.
07-02-2015 9:50 p.m.
19-01-2015 11:33 a.m.
12-12-2014 10:41 a.m.
19-09-2014 12:21 p.m.