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Por Alberto Gómez Font
Muchas veces disfrutamos más con los preliminares que con el plato principal —lo mismo que ocurre en las sesiones eroticofestivas—, y eso es lo que me ocurre cada año cuando se acercan las fiestas navideñas: pienso más en los aperitivos que en los guisos, y se me vienen a la cabeza unas cuantas delicias. ¿Me acompañan a buscarlas, adquirirlas y disfrutarlas?
Empecemos temprano, un sábado por la mañana, a las 9 en punto, en el Mercado de Maravillas —hablo siempre de Madrid—, donde encontraremos algunos de los caprichos con los que comenzaremos a festejar las Navidades; los erizos de mar, las quisquillas, las gambas rojas y las coquinas los compraremos en algunas de las magníficas pescaderías que ofrecen sus productos en una brillante y aromática policromía. También allí nos haremos con unas buenas anchoas en salmuera y unos boquerones en vinagre.
Después, ya en casa, los invito a que nos instalemos en mi cocina, donde nos tocará lavar bajo el grifo las anchoas y aliñarlas con aceite de oliva extra virgen. Las quisquillas y las gambas rojas las pondremos a cocer en agua fría y cuando arranquen a hervir las sacaremos para sumergirlas en salmuera con hielo. Los erizos los abriremos con unas tijeras, y las coquinas irán a la sartén con unas gotitas de aceite y una pizca de sal.
El vino fino —o la manzanilla— ya estará frío y, después de brindar por el Niño Jesús y sus papás María y José, llegará el momento de gozar de ese aperitivo marinero, muy lentamente, recreándonos en los aromas y las texturas entre sorbo y sorbo de jerez. ¿Y qué les parece si al caer la tarde nos damos un garbeo hasta la calle de Echegaray y allí seguimos con los vinos de Jerez en la taberna —o el tabanco— La venencia y los acompañamos con otras dos delicias del mar: unas lonchitas de mojama de atún y unas lonchitas de huevas de maruca?
Al día siguiente nos tocará ir a otro mercado, el de Los Mostenses, donde, en el exterior del edificio, está la tienda Black Pearl, el mejor sitio de Madrid para comprar buen caviar iraní a precios más que razonables. Y como hace poco me contó un bailarín de tango madrileño (el madrileño es el bailarín, no el tango; que a veces esta lengua nuestra es algo ambigua...) que el maridaje perfecto para esas huevas de esturión es el amontillado, no vamos a tener más remedio que seguir con los vinos generosos de Jerez y disfrutar así de otro delicioso y delicado aperitivo.
¿Y saben ustedes que en Jerez también se están elaborando excelentes vermús? Bueno, pues los invito a que en estas fiestas navideñas nos tomemos uno, o dos, o tres, con unas gildas, en la barra restaurada de la taberna centenaria —hoy también coctelería— Viva Madrid.
Mas por mucho que nos entretengamos con los preliminares, llegará el momento en el que no habrá más remedio que dar cuenta de sabrosas viandas en un pantagruélico almuerzo o una copiosa cena de Navidad o de Fin de Año; pues bien, antes de empezar a manejar los cubiertos, creo que sería una buena idea brindar con un cóctel , o dos, o tres, lujoso, y mi elección para la ocasión es un oyster martini con un nuevo guiño a Jerez: en lugar de vermú blanco seco usaremos vino fino para aromatizar la ginebra. Es decir, brindaremos con un oyster sherry martini.
oyster martini: La preparación es bien sencilla: en un vaso mezclador lleno de hielo verteremos la ginebra y el chorrito de vino fino, en una proporción de 5 a 1. Lo colaremos en copas de cóctel y después introduciremos una ostra en cada una. Ω
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