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Por Germán Pose / Imagen: Ricardo Rubio
Javier Cantero (Madrid, 1984), lleva con todo orgullo en sus venas el nervio y la gracia de su padre, El Fary, quien le animó a que emprendiera el viaje de artista. Con su negra melena al viento se atreve con todos los ritmos musicales aunque siempre con su toque flamenco, algo que mamó desde niño. Acaba de publicar nueva obra que presentó recientemente en la sala Villanos -antiguo Caracol-, de Madrid. Y con toda su energía lo cuenta todo a Pozuelo IN.
-Eres hijo de El Fary, que eso no lo puede decir cualquiera, ¿te molesta que te pregunten por él en las entrevistas?
En absoluto, estoy muy orgulloso de mi padre y para mí es un placer y una alegría recordarle siempre. De ahí es de donde vengo, es mi sangre, mi bandera más grande. De mi padre hablaré con todo el cariño del mundo, igual que de mi madre.
–¿Qué supuso para ti esa infancia que tanto marca con tu padre siendo una figura muy popular?
Como la de cualquier chaval. Yo soy una persona muy familiar y muy pegada a mi gente. Quiero mucho a los míos y me crié en un ambiente de cariño. Cuando yo era un crío mi padre ya había dejado el taxi pero aún guardaba su cartilla de taxista por lo que pudiera pasar, ya ves. Decía mi padre que nunca se sabe los giros que da la vida así que guardo esto por si me tengo que volver a “enganchar al rosco”, o sea, al volante.
–Luego volvemos al Fary, Javier, ¿qué ha sido de ti en estos últimos años desde que publicaste tu primer disco?
He seguido estudiando, creando, jugando con la música. Cuando empecé en esto lo que más sabía era cantar y tocaba varios géneros, flamenco, rock, romántico…Y de ahí fui aprendiendo más música, tonos, melodías, acordes…hasta que vas emprendiendo tu camino y tu sello propio.
—En estos días acabas de publicar un nuevo disco
Sí, es un nuevo single, porque ahora los tiempos van así, de single en single. Hemos sacado el tema “Pardao”, que es una versión por bulerías de la canción de Los Suaves, que son muy rockeros. Eso es influencia de mi hermano, que le van más esos ritmos. También hemos sacado “El camino del tiempo”, otro tema también flamenco y rockero a la vez, que habla de una mujer que va perdiendo la memoria y los beneficios irán destinados a una Asociación de enfermos de alzheimer. Y también tenemos “El laberinto del deseo”, con ritmos más reggaes.
—¿Cuáles son tus referentes musicales?, flamenco aparte.
Me gusta mucho el reggae y Bob Marley y luego soy de gustos muy variados, desde Stevie Wonder a Manu Chao o Jarabe de palo, mucha gente.
—¿Cuándo te pones a crear, a componer una canción, qué se te pasa por la cabeza?
Siempre se cruza algo distinto. Lo que sí procuro es sentirme muy libre, no suelo ponerme a la guitarra con algo premeditado en mi pensamiento. De mi charla contigo, por ejemplo, me puede salir la inspiración de un blues o una rumba tomando una cerveza.
—Tienes 41 años, en estas dos décadas que llevas siendo profesional de la música que ha cambiado en ti?
Ha cambiado todo lo que se te va cruzando en el camino y te deja huella. Sigo aprendiendo y lo que me quedará.
—¿Cuándo tu padre, El Fary, te escuchó por primera vez cantar y vio que tenías “madera”, ¿qué consejos te dio?
Yo empecé a cantar cosas flamencas que me emocionaban. El primero que me llegó muy adentro fue Camarón, de verdad. Y la primera que me escuchó fue mi madre, y se lo dijo a mi padre, que yo no cantaba mal y esas cosas. Al principio no lo tomó muy en serio pero luego empezó a tenerme en cuenta y me decía, junto a su guitarrista, venga “ratón”, cántate una, y yo muerto de vergüenza. Luego me puso en contacto con el productor Paco Ortega y ahí empezó todo.
—¿Y que te decía?
Que no dejara de ensayar y componer cosas, y que nunca me creyera más ni menos que nadie. Y también que tuviera cuidado con los managers (ríe) y con los abrazos que “queman la chaqueta”.
—Abrazos que “queman la chaqueta”, qué expresión tan castiza. Tu padre era muy madrileño con un vocabulario muy rico de barrio. Y cuando se juntaba con el maestro Antoñete, no digamos.
Sí, vaya pareja! Antoñete era mi padrino, ¡que personaje! Yo de pequeño quería ser torero y me tiraba mucho tiempo toreando de salón. Luego me puso Antoñete delante de una vaquilla en una capea fiesta de presentación de un disco de mi padre y…se me quitó la afición de un plumazo. Y me dio un trompazo que dije: ¡hasta luego!, se me borró todo.
—¿Cómo sentiste la vida junto a esa pareja de artistas, El Fary y Antoñete?
Sentí que tenían una amistad muy pura y muy grande. Y juntos eran la bomba, con una chulería fina que era muy grande. Y jugando al mus volvían loco a cualquiera. Te achicharraban con su vacile, no paraban de rajar (este periodista, que sufrió a ambos jugando una partida, da fe de ello).
—¿Cómo viviste el gran éxito de tu padre siendo un niño?
Muy bien, mi padre era una persona muy querida por todo el mundo y mi casa era muy musical y un jolgorio todo el día. Venían muchos músicos y siempre había fiesta. El Fary tenía algo muy auténtico, en su forma de ser y comunicarse con los demás. Mi padre llegaba a cualquier sitio y todo se iluminaba, tenía un don especial para alegrar los corazones que le rodeaban. Y era muy noble, listo e inteligente, a pesar de no haber ido al colegio. Y como padre, estupendo, siempre se preocupaba por la familia. Había vivido lo bueno y lo malo y siempre te enseñaba algo de sus experiencias.
—Siendo tu padre taxista hay una leyenda que siempre ha recorrido Madrid, su encuentro nocturno con Ava Gardner, ¿te habló de ello y lo que sucedió?
Sí, claro, por supuesto. Pero lo que me dijo es que se pegó una noche de juerga con ella impresionante. Él estaba en la puerta del Pasapoga, de la Gran Vía, y un amiguete suyo le dijo, Fary, que adentro está Ava Gardner. Y él le dijo al amigo: ¿cómo?, ¡métela aquí, métela en mi taxi! Y así fue. Según mi padre ella estaba esa noche algo ofuscada y de mal humor, y mi padre empezó a cantarle cositas, y ella se fue animando. Entonces invitó a Ava, que era muy flamenca, también, a una juerga de gitanos y cantaores. Y allí se plantaron y fue una noche sensacional. Luego, se pusieron los dos muy a gustitos, no? Y la llevó a su hotel.
-¿Y hubo romance?
Ja, ja... me dijo mi padre: ¡Qué más hubiera querido yo que darle un abrazo y mostrar mis sentimientos a Ava Gardner, qué mujer! Pero nada más se dieron un besito en la mejilla con mucho cariño y ya está. Nada más pasó, esa es la verdad. O eso dijo él.
—Volvemos a ti, Javier, ¿dónde se encuentra el brío y las aspiraciones de tu vida?
Aspiro a seguir creando música, que es lo que más me gusta del mundo.
—¿Qué disco te gustaría hacer?
No lo sé, lo único que deseo es sentirme libre a la hora de componer y hacer lo que realmente me salga del corazón. Voy al compás de la vida. Ω
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