Escucha el audio de este artículo:
Por May Paredes
Los veranos desde mi adolescencia y juventud siempre fueron algo catártico, yo era muy madrileña y muy poco madrileña, sé que puede parecer un juego de palabras rajoiano.
La cuestión, nunca sabía muy bien que hacer, tras lidiar con amigos, amigas, abandonos y amores desafortunados acababa al asilo de quien sabe que tiene un hogar, eran tan sencillo como llamarte y tú ya me estabas recibiendo doquiera que te hallases. No ignoro que para ti era un triunfo que yo terminase recurriendo a ti, pero tu sonrisa siempre delataba ese amor tan mal demostrado que nos teníamos soltándonos dardos a la par que me tratabas como a una princesa, te burlabas de mi último fracaso amoroso y hacías el papel hermano compresivo y su díscola hermanita.
Y así entre la irrealidad que se creaba nunca tuve nada tan tangible como tu amistad, tu generosidad y ese lenguaje inventado, que por alguna razón tu entendías.
Quiero encontrar esa mirada amiga, picara y cómplice que nunca me pidió explicaciones, la que hacía la excepción de tornarse dulce y comprensiva conmigo. Ese silencio elocuente, la tranquilidad de saber tu existencia, el amparo de tu ser. Sé lo mucho que me quisiste, de siempre.
Pero de pronto, tras años de irresponsable felicidad, aquellos veranos desaparecieron, se fueron espaciando y te fuiste poco a poco y finalmente ya no pudiste volver.
Desde aquel día a través del espejo, una noche de sol, cuando nos miramos como si de un negativo se tratara, hace ya tanto tiempo.
Nos quisimos al instante, no había nada que decir, nos encontramos y escrito estaba que tenía que suceder. Se nos dio el inmenso regalo de compartir nuestros mejores años, bueno, todos nuestros años, idas y siempre vueltas.
Sí, siempre volvía y sabía que tú estarías, no me equivoqué. Parecía imposible que nada pudiese enturbiar la dicha hallada, era el zapato de Cenicienta y no existían las doce en aquel baile eterno, no conocíamos el dolor, sin preocupaciones, solo la risa y la vida por delante. Osados y valientes, nos enfrentamos al mundo, delirantes, plenos, destructores. ¿ Cómo pensar que el caramelo podía estar envenenado?. Cada día era “hoy”
Como te gustaban mis locuras, el primero siempre en apuntarse al más disparatado de los juegos. Gamberradas y desatinos, todo tan divertido. Y tú ahí, cuidándome, protegiéndome, mimándome…
Salto en el tiempo a esos días felices y las palabras se ahogan en mi garganta, porque no quiero llorarte y lo hago, yo que nunca me planteé este tinglado sin ti. Yo que iba y venía, que enredaba y desenredaba, yo que siempre encontraba en ti aprobación, amor y casa, porque tú eras casa, donde podía descansar, dejar toda la miseria del mundo, posturas y composturas, penas y traiciones, desamores, tejemanejes. Siempre podía apoyarme en tu regazo, primero nos mirábamos a los ojos, como en una breve confesión y luego olvidábamos, con la media sonrisa, la absolución. Nos sabíamos pecadores y ahí no cabía el perdón, ni la mentira. Estuvo siempre claro, nunca te juzgué, ni tú a mí.
Ahora pienso, si la vida vuelve en septiembre, yo ya lo tuve, no sabes que cuando te fuiste te lo llevaste todo.
Ahora cada año es difícil afrontar el nuevo curso, mi refugio, mi escondite y el de muchos de nuestros amigos se fueron contigo y la vida a mí sola, me viene grande, pero quiero seguir viviéndola, así soy yo, incomprensible. Ω
12-03-2024 6:16 p.m.
17-07-2020 12:25 p.m.
27-08-2018 11:26 a.m.
04-12-2016 1:28 p.m.
04-12-2015 7:55 p.m.
19-10-2014 7:27 p.m.
18-10-2014 8:21 a.m.
13-10-2014 8:35 p.m.
24-08-2014 11:53 a.m.