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JULIO-AGOSTO 2020  /  POZUELO PRESTIGIO

COVID 19

17-07-2020 12:25 p.m.

Por Félix Alba Núñez
Médico
Presidente de Pozuelo Prestigio
Imagen: Ricardo Rubio

De las prohibiciones, derivadas de la aplicación del estado de alarma, hemos pasado a tener que ejercer nuestra propia responsabilidad. Han sido muchos días teniendo limitadas, muy limitadas nuestras actividades y ahora parece que nos ha entrado prisa por hacer todo aquello que se nos ha tenido vedado. Nos invade una especie de euforia que nos podría hacer caer en el absurdo de pensar que todo se ha acabado. Y no es así.

La epidemia no se ha vencido, únicamente se ha logrado contener su avance descontrolado, esa auténtica explosión de casos que a punto estuvo de llegar a colapsar nuestro sistema sanitario asistencial, si no lo hizo en algún momento en determinados lugares críticos.

Se ha dicho muchas veces ya, aunque oficialmente se obstinan en negarlo, que en España se falló, y se hizo estrepitosamente, en la fase de contención de la pandemia. Es cierto que cometimos el mismo error que en otras naciones, pero aquí nuestra conducta fue muy precaria en lo que a salud pública se refiere. O faltó información o no se supo interpretar con claridad el conjunto de datos de que se disponía. Perdimos mucho tiempo. Un tiempo esencial para detectar la gravedad de lo que se nos venía encima y para poner en marcha las medidas necesarias para contener el aumento de los contagios.

Cuando aparecieron los primeros casos, se optó por pensar que éstos serían muy escasos y limitados, despreciando fatalmente las experiencias y las actuaciones de otros países de nuestro entorno, lo que nos llevó a no poner en marcha las actuaciones necesarias. Lo que motivó que, a principios de marzo, tuvimos que reconocer oficialmente, ante el ECDC europeo, que no contábamos con la capacidad suficiente para vigilar los casos sospechosos.

Se ocultó la verdad a los ciudadanos al hacerles ver que medidas, como la utilización de mascarillas, no era necesaria. Lo que se hizo, no porque se pensara realmente que era así, sino porque no existía la posibilidad de utilizarlas ante el desabastecimiento que ya existía en el mercado como, de forma casi insultante, se ha terminado por reconocer después.

No se aconsejó mantener la distancia de seguridad como tampoco se evitaron las concentraciones multitudinarias que hacían irremediablemente más fácil y probable el contagio. No voy a entrar a valorar si se tuvieron en cuenta motivos políticos para no hacerlo, pero sí es preciso decir con claridad, que los había sanitarios, y muy importantes, para tomar esa medida, tal vez impopular, desde el punto de vista ideológico, pero efectiva para la protección de la salud.
Se dejaron de tomar esas medidas cuando ya en los hospitales habían saltado las alarmas y existía el temor, real como se vio después, de no disponer de suficiente número de camas de cuidados intensivos y respiradores para atender convenientemente al elevado número de pacientes que se esperaba.

No se hizo nada de eso, como tampoco se hizo lo suficiente para proveer al personal sanitario de los equipos de protección necesarios, siendo ésta una de las causas, sino la principal, de que el total de los sanitarios afectados supere ya los cincuenta y dos mil, lo que supone el 21% del total de los contagios, según las cifras oficiales. ¡Todo un récord!

Como el propio presidente del Gobierno ha terminado por reconocer: “llegamos tarde”. Y por eso, finalmente, y ante la tozudez de la situación, no hubo más remedio que decretar el estado de alarma. Había que parar la oleada y fue preciso recurrir a los métodos tradicionales de control en toda epidemia como son el aislamiento y la cuarentena, lo que llevaba aparejado un brusco parón de nuestro sistema económico y productivo.

Fueron, sin ninguna duda, semanas trágicas, muy trágicas, en las que no cesaban de aumentar tanto los contagiados como las víctimas mortales. Nuestro sistema sanitario asistencial tuvo que enfrentarse a su mayor reto, … y aguantó.
Poco a poco las medidas fueron funcionando y se pudo poner bajo control la epidemia. Como ha reconocido el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pese a la tardanza en actuar, lo importante es hacerlo de la mejor manera posible. “Nunca es demasiado tarde para actuar”, ha reconocido. Pese a encontrarse en mala situación, se puede vencer al virus. "En marzo, Italia y España eran el epicentro de la pandemia de Covid-19, con 10.000 casos diarios en territorio español y 6.500 en Italia durante sus picos de epidemia", apuntó para recordar por la situación dramática por la que hemos pasado en los dos países.

Se pudo controlar la epidemia, pasó el estado de alarma y se suso fin a la “desescalada”, pero, desgraciadamente, no hemos llegado al final. El riesgo sigue estando ahí. Es más, el virus tiene, probablemente, una mayor presencia entre nosotros de la que tenía en el mes de marzo. Todavía es susceptible de contagio, según recogen los estudios serológicos, un 95% de la población. No debemos bajar la guardia. Tenemos que estar preparados. Y mejor preparados de lo que estábamos hace unos meses.

Debemos aprender de los errores. Y para ello, en primer lugar, es preciso reconocerlos. Por eso sorprende, y hasta asusta, el que se pretenda ocultar la realidad tras un relato que la falsifique. Tenemos derecho, como ciudadanos libres en un país libre, a conocer la verdad. No se nos puede ocultar ni la cifra real de contagiados ni la cifra real de fallecimientos. No se puede decir que se es totalmente transparente y decir que se dan los datos que exige la OMS, cuando esta organización ha dejado claro, totalmente claro, que se deben tener en cuenta tanto los fallecidos con PCR positiva como los fallecidos con clínica compatible con Covid-19. Eso no es transparencia.

Ahora tenemos que estar encima, muy encima de los brotes que se suceden y, sin duda alguna, se sucederán. Controlar los casos y los contactos. Volver a limitar, en casos concretos la movilidad, cuando la intensidad del brote lo exija para evitar la transmisión comunitaria. Debemos extremar las medidas de contención porque no sabemos cuándo se producirá la segunda oleada de la epidemia, ni su intensidad ni su gravedad. Pero sí sabemos que lo más probable es que tenga lugar.

Debemos potenciar nuestro sistema de prevención y de vigilancia epidemiológica, y no fiarlo todo a nuestro sistema sanitario asistencial porque siempre, en situaciones semejantes a ésta, tendrá un límite en lo que se refiere a su capacidad de actuación.

Nos espera un tiempo más o menos largo de incertidumbre. De todos, científicos, autoridades y ciudadanos, de nuestro comportamiento y de nuestras actuaciones dependerá que podamos vencer en mayor o menor tiempo a este virus. Pero una vez conseguido el objetivo convendrá no olvidar lo sucedido porque, más tarde o más temprano, vendrán otros.   Ω

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