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Por Katy Mikhailova
En Alborak de la Avenida Europa 23 de Pozuelo le esperamos con entusiasmo. Llega puntual. Alto, fuerte y con una sonrisa de oreja a oreja que no le abandona en ningún momento. Él es Javier Castillo Arco, pero todos le llaman Poty. Nombre que heredó de un payaso de la pequeña pantalla llamado Potito: “era muy mal comedor, y la única forma de que comiera era sentándome delante de la tele mientras veía a Potito y Pepino”. El bailarín más importante de España decide introducirse en el baile mientras realiza el Servicio militar. Tenía 19 años cuando le pidió a su madre que le apuntara a la Escuela de Ballet de Torrelavega, Cantabria, la tierra que le vio nacer, crecer y (quizá) enamorarse (como dice la canción de su gran amigo, David Bustamante).
“Me reciben Peter Smink y Eduardo Akamine, y me aseguran que tengo muy buena condición física, pero que, con 20 años, es muy tarde para dedicarme a este mundo”, relata. Sin embargo, con el transcurso de los meses, los maestros vieron tal evolución en el cántabro que le propusieron trasladarse al Real Conservatorio de Arte Dramático y Danza de Madrid.
“Los 7 años de conservatorio yo los hice en 2. Eso sí, me rompí los pies en 4 ocasiones”, añade. Muy pronto la gran Maya Plisétskaya le elige en una audición para el Ballet Nacional.
La noticia más inesperada y que, probablemente, da un giro radical a su vida llega cuando Poty, estando en Finlandia, recibe la llamada de Emilia Boneva, la seleccionadora nacional de gimnasia rítmica. “Me llaman con una voz de mujer con acento de espía ruso, y creía que era alguno de mis hermanos que me gastaban una broma”, detalla. Y es que la propuesta de la búlgara no era otra que la de ofrecerle ser el coreógrafo de la selección para montar un tango. “No había bailado un tango en mi vida” confiesa Poty. Tenía tan sólo 6 meses para preparar la coreo. Asustado a la vez que ilusionado, lo primero que hizo fue llamar a su madre, quien le animó a seguir adelante con esta aventura.
“Aún cuando lo recuerdo se me ponen los pelos de punta” señala. “Mi vida cambió en Atenas, cuando España queda campeona del mundo por primera vez en la historia en gimnasia rítmica”, añade. Y es que, si bien la ejecución obtuvo un 9,45 sobre 10, la coreografía de Poty alcanzó un 9,90. Gran parte del éxito de su trabajo había sido la empatía que alcanzó con aquellas niñas.
A partir de ahí, Poty se convierte en una celebridad solicitada por todos los medios, y Antena 3 no tarda en llamarle. “Me propusieron ser director general de coreografía y puesta en escena musical” cuenta, entre risas, al insistir en el cargo completo que le ofrecieron. “Tuve la enorme suerte de que me tocara la época dorada de la televisión”, explica. Así, el cántabro permaneció 11 años en la cadena de televisión, y Operación Triunfo de TVE no tardó mucho en llamar a su puerta: “era un reality muy auténtico, porque los concursantes no sabía bien a lo que iban. En las siguientes ediciones todos ya sabían a qué se exponían”.
Permaneció 102 días en Barcelona sin pisar Madrid. Con el programa del que ha “salido” David Bustamante, compañero y amigo de Poty, se vivió el “fenómeno fan” por primera vez en España. “La peculiaridad era meter una cámara en los ensayos, como ya empezaba a pasar en Lluvia de Estrellas”, señala.
Ha tenido ocasión de ser el coreógrafo de galas especiales en las que participaban estrellas de fama mundial como Celia Cruz, Gloria Estefan, Chayanne, Julio Iglesias, Miguel Bosé, Isabel Pantoja, Rocío Jurado, Paula Rubio, Mariah Carey, entre otros tantos artistas.
¿De dónde sacas la fuerza para mantener los pies en la tierra?, no dudé en preguntar. “Rezo todas las noches. Rezar me reconforta” contesta. Poty tiene una manera muy interesante de conectar con su hija: “cada día, a las 9 de la noche hora peninsular, rezamos yo y Martina, estemos juntos o separados”.
“He vivido el sueño americano”, cuenta, al participar en Mira Quién Baila en EE. UU. Y es que los medios de comunicación americanos no tardaron demasiado en convertirle en todo una estrella mediática. “A los 15 días de estar en Miami me recogen para llevarme a Univisión. Recuerdo una limusina aparcada en la puerta del edificio en el que me quedaba. Me sentía como Paco Martínez Soria en Madrid”, relata entre risas. “Cogí el teléfono y llamé a mi mujer, me asomé por la ventana, y le pedí que me sacara una foto” añade. Y es que Poty es para los norteamericanos lo que es George Clooney para los españoles: “Nescafé hace dos grandes campañas. Una con Clooney y otra conmigo”.
Nuestro invitado es madridista (de hecho, nos conocimos durante la presentación del Classic Match en el Bernabéu el pasado mayo), y la gran sorpresa que se me escapaba era que llegó a trabajar incluso con el Real Madrid: “puse a bailar a futbolistas como Albiol, Casillas, entre otros, para el making off de un DVD que iba a editar el club”.
Sencillo, humilde, sincero y con mucho sentido del humor. Confiesa que, para él, el valor de los valores es el amor por su familia, y que a lo que más le teme es la muerte. En su familia se le conoce como “el quitapenas”: “a mi madre se le muere un hijo de 9 años, y no puede acudir al entierro porque me está pariendo en casa. Desde entonces empiezan a llamarme de esta manera”.
La felicidad es un “estado puntual”, asegura Poty. “Me falta por hacer todo”, confiesa.
Entre sus próximos planes figura la dirección artística y de coreografía del reencuentro tan esperado de los concursantes de la primera edición de Operación Triunfo que volverán a juntarse en un concierto para TVE el próximo 31 de octubre, en el que además Poty será comentarista junto a Noemí Galera. Ω
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