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Nadie tiene las claves para una educación perfecta, sin fisuras…
Nadie tiene las claves para una educación perfecta, sin fisuras… lo que sí es cierto es que ponemos todo nuestro esfuerzo creyendo que lo que hacemos es lo mejor para nuestros hijos. Si a esto le añadimos el informe Delors, elaborado por la UNESCO por una comisión internacional, sobre la educación del siglo XXI, que señala los cuatro pilares de la educación: “aprender a hacer, a conocer, a vivir juntos y a ser”, los padres tendremos unas pautas de comportamiento para ayudar a nuestros vástagos en su educación.
Muchas veces olvidamos lo que realmente es importante en esta vida, no es precisamente las cosas materiales sino el ser persona. Debemos educar con los valores que realmente dan sentido a la vida: el honor, la bondad, la amistad, el cumplimiento de nuestra palabra, el respeto…
Todo lo que no hagamos con nuestros hijos desde pequeños, difícilmente lo conseguiremos de mayores. Debemos enseñar con el ejemplo. No hay secretos en la educación, pero sí se nos olvidan. Si queremos que nuestro hijo respete y no juzgue, debemos enseñarle desde pequeño a “ponerse en el lugar del otro”.
Por eso, es muy importante educar en los sentimientos, tanto los de uno mismo como hacia los demás. Expresar las emociones y de esa manera llegar a un equilibrio, “no se puede estar bien por fuera si por dentro no lo estamos”. Podemos ser ejemplares, académicamente hablando, pero si un niño no se expresa, no está en paz. En definitiva, si no muestra sus emociones o necesidades, será un fracaso.
Cuidado con la sobreprotección
Una protección excesiva puede llegar a ser un problema. Lo asegura J.M. Romera en su artículo “Menores” cuando dice que estos (los sobreprotegidos) “son niños incapacitados para afrontar los problemas, porque alguien se ha ocupado de resolvérselos siempre y les ha estafado haciéndoles creerse los dueños y señores de un mundo imaginario”.
Cansancio al llegar a casa, preocupaciones, altercados en el trabajo, responsabilidades… son algunas de las causas que hacen que los padres huyamos de las situaciones conflictivas con nuestros hijos y que al final terminemos diciéndoles a todo que sí. Siempre es más fácil pero sólo para nosotros pues con esto no llegamos a comprender el mal que les estamos haciendo para su futuro. Un no a tiempo es el mejor regalo que le podemos hacer.
Creemos que con esta actitud los hijos se sentirán más queridos por nosotros y de lo que no nos damos cuenta es que los estamos criando con inseguridades, falta de autoestima e incapacidad para afrontar la vida.
Caemos en el tópico de “mis padres eran muy estrictos y no quiero eso para ellos” y terminamos consiguiendo el efecto contrario. Pecamos de permisividad convirtiendo a los niños en pequeños déspotas que no saben apreciar lo importante de la vida, los momentos que nos ofrece y, tengan lo que tengan, cueste mucho o nada, no sabrán disfrutarlo.
¡Vamos a dejar de crear niños tiranos porque ni siquiera ellos se sienten felices!
Volvemos al inicio de la espiral. Démosles lo que realmente necesitan de nosotros: amor, dedicación, tiempo de juego, normas, respeto, comprensión, confianza, valores, esfuerzo, capacidad… y no dudemos ni un sólo momento que es el mejor regalo que le vamos a hacer a lo largo de su vida y por lo que siempre estarán orgullosos de nosotros. Ω
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