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🕘 3 minutos de lectura - Por Mirian Galán
Hace cuatro meses me enteré de mi embarazo. Con una alegría enorme tanto mi marido como yo celebramos con inmenso jubilo y dicha.
Tenemos claro la educación y el cariño que queremos para nuestro pequeño. Desde mi parte como educadora afincada en la escuela infantil Los Madroños de Pozuelo y profesional de la educación durante más de una veintena, tengo claro que quiero que mi hijo se desarrolle en la escuela infantil, con la linea educativa del centro, el amor de las profes y amigas que están allí, y por supuesto en la ciudad de Pozuelo de Alarcón que tiene la misma visión de vida que tenemos nosotros como futuros padres.
Aunque esto lo tengo claro, si me pregunto que le espera no solo a mi hijo, si no al futuro de estas generaciones que llegan donde cada vez se pierde más la humanidad, donde cuando la violencia es el último refugio del que sabe que no tiene razón, donde la tecnología se ha vuelto principal y primordial en nuestra vidas, donde hemos cambiado un psicólogo titulado por una inteligencia artificial, donde pensamos que si decimos algo en voz alta se convierte en verdad absoluta… Tengo los miedos de una madre primeriza con experiencia en la primera infancia y añádele los miedos a este mundo esquizofrénico.
Dentro de esta vida fantasiosa que todas las madres deseamos donde salen los arcoiris, vuelan unicornios y nunca llueve solo deseamos que nuestros pequeños sean FELICES.
Que como pretendo hacerlo? Pues seguramente me equivocare mil veces, pero seguiré llevando al parque a mi hijo a que juegue en los columpios, le enseñaré a montar en bici, andaremos por la montaña y haremos castillos en la arena de la playa, bailaremos con la orquesta del pueblo… seguramente le enseñe como jugábamos a las chapas con los amigos, o como ‘tirar’ la peonza, a saltar la comba o pintar las aceras con tizas de colores. Le enseñare a celebrar con sus amigos y familia sin que sea un cumpleaños una boda, a no solo soplar las velas, sino también a comer una tarta llena de azúcar y chocolate, o a mojar gusanitos en zumo naranja y mezclar CocaCola con refrescos de limón. Le enseñaré a decidir, a tener un pensamiento crítico con la vida, a querer ser lo que quiera ser, votar al partido político que quiera o apoyar al equipo de fútbol que más le guste, como hicieron mis padres, mis maestros de vida, conmigo. Le enseñaré a ser la persona que le haga feliz ser, aunque este mundo cada vez este más deshumanizado. Ω
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