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MAYO DE 2022  /  ENTREVISTAS

ORTEGA CANO

16-05-2022 9:51 a.m.

“A un antitaurino le pondría delante de una  becerra”

Por Germán Pose / Imágenes: Ricardo Rubio - Aunque José Ortega Cano nació en Cartagena, Murcia (1953) se le puede considerar un torero de Madrid. En Las Ventas escribió sus mejores páginas de matador de toros y se coronó figura en la década de los 80. Muy castigado por las cornadas nunca se achicó. Su fama se desbordó al casarse con Rocío Jurado, de quien guarda un cariño extraordinario. Su gran pasión por los toros continúa muy viva y en la actualidad apodera al novillero de Pozuelo Álvaro Burdiel.

—Vamos a hablar de toros, ¿lo echa de menos?

Me encanta hablar de toros, lo que ocurre es que se han ido perdiendo esos momentos de tertulia buena con grandes amigos, maestros y artistas como Antoñete, Camino, El Fary....Lo pasábamos muy bien, hablando de toros, de tardes memorables, y otras no tanto, y jugando al mus. 


—Tenían un sitio de encuentro en las afueras de Madrid en el que entrenaban y pasaban el día...

Sí, nosotros nos juntábamos en una finca cerca de Barajas, “El Olivar”, que era de don Antonio, el dueño de una taberna muy taurina, “Braulio”, que está en la Avenida de los toreros. Allí jugábamos al frontón tenis y hacíamos mucho ejercicio, cada uno en su estilo. Allí estaba Paco Camino, Ángel Teruel, Tinín, Antoñete, Curro Vázquez, Raúl Aranda...hasta El Yiyo, que se atrevía a juntarse con los mayores...Pasábamos grandes días jugando, comiendo arroz y riéndonos mucho, sobre todo cuando llegaba el mus.

—Jugar al mus con Antoñete y El Fary de pareja era todo un alboroto.

¡Uff!, vaya dos genios tan castizos. Eran profesionales, te enredaban, no paraban de hablar y acababas muerto. 

—Llega el mes de mayo, ambiente de San Isidro, Las Ventas...¿qué se le cruza en la mente cuando llega esta época?

Se van arremolinando los recuerdos, todos los paseíllos que he hecho en Las Ventas, han sido 69 corridas de toros y ocho festivales. Madrid era todo, si no triunfabas ahí tenías las puertas de la temporada más que cerradas. Y tenías que buscarte la vida para sobrevivir. En mi caso, vender frutas, verduras y melones, o sea, lo que ha hecho mi familia toda la vida. Disfruto mucho la Feria de San Isidro y me alegro de que la Fiesta siga viva y no decaiga. Hemos pasado dos años muy malos por la pandemia y la Fiesta lo ha sufrido mucho. 


—¿Cómo recuerda la llamada de la afición taurina?

Pues mira, mis padres eran muy taurinos aunque se dedicaban al negocio de la fruta y ahí me fui empapando de su afición. Recuerdo que lo primero que toreé fue un perro pastor alemán a los once años. Era un perro maravilloso que embestía muy bien. Vendíamos melones en una caseta del Puente de Vallecas y ese perro me dio sitio para torear, no te creas.   

—Sus comienzos en el mundo de los toros no fueron muy fáciles, que digamos. Se inició en las bandas de toreo cómico con el payaso Eduardini.

Sí, Eduardini fue un payaso muy amigo de Manolete y era muy aficionado a los toros. Él fue quien me inició a mí en el espectáculo cómico-taurino-musical. En aquélla época conocí a grandes artistas payasos como Pompof, Teddy, Fofó...Y, bueno, en el ruedo, de torero cómico no se me daba muy mal, aunque creo que estaba mejor en la parte seria del espectáculo.

—Usted quería ser torero pero tenía que pasar por otras cosas, como la de hacer de cómico.

Es verdad, pero de lo que se trataba era de vestirte de luces, con un traje más o menos bueno y torear. En dos años creo que llegué a torear unos 80 festejos con ese espectáculo y me sirvió de mucho porque empecé a torear un montón de novilladas. 


—En sus inicios no tenían tanta implantación las Escuelas taurinas, ahora ya es otra historia. ¿Cree que son importantes para la formación de un torero?

Bueno, cada uno nos las arreglábamos como podíamos. Lo mismo íbamos a torear por la noche al campo, algo muy difícil. Aparecía el toro y uno decía, ¡tócalo, tócalo!, y otro: ¡tócalo tú!, y, al final no lo tocaba nadie. Íbamos en una Vespa y, ya de día, solíamos ir de maletillas por la provincia de Salamanca y por la Sierra de Madrid, pero era muy difícil poder torear si no conocías nadie. Era lo que había, si hubieran existido Escuelas taurinas es posible que me hubiera apuntado a alguna.   

—¿En qué toreros se fijaba en sus inicios?

Antoñete era un gran ejemplo, era mayor que nosotros y le veías torear con la muleta o el capote y era maravilloso, a pesar de que tuvo épocas muy malas, pero era un maestro. Luego llegué a torear durante un par de años con él y con Rafael de Paula porque nos apoderaba a los tres Sayalero y Bandrés, era un gran cartel. 


—Y al poco tiempo de iniciar su carrera tuvo un bajón y decidió dejar los toros.    

Antes de ese momento había decidido dejar los toros porque tuve un gran fracaso en Madrid. Se lo dije a mi madre: -Mamá, dejo los toros y me voy a vender melones. Y ella me dijo: -¿Cómo? ¡un gran torero como tú no puede dejar los toros! Así que volví a animarme. Y seguí toreando, fué muy difícil. Yo era un torero que exponía mucho y por eso he sufrido tantas cornadas.  

—A mitad de la década de los 80 llega su gran momento.

Quería estar en lo más alto y expuse mucho. Hubo un tercio de quites con Julio Robles en San Isidro de 1986 que causó gran conmoción. Fue bellísimo, inolvidable, ya no se estila eso de la rivalidad en quites. Luego, hubo tardes muy buenas, recuerdo una con toros de Pilar Población, corté una oreja pero dejé un huella grande. Empezaron a llamarme de grandes ferias en España y en América formé un buen lío en las plazas que toreé. 

—¿Cómo explicaría su forma de sentir el toreo?

Para mí el toreo es exposición, compás, sentimiento, hondura..El toreo no es cualquier cosa, debes llevarlo muy dentro. Y como sentenciaba Juan Belmonte, se torea como se es. Tu forma de sentir la vida se debe reflejar en tus maneras de estar delante del toro.

—Esa forma suya de torear le acarreó serios percances. Una cornada gravísima fue la de Zaragoza en 1987.

Fue una cornada terrible pero yo quería seguir adelante. No me detenía en el peligro ni en el miedo. No me asusté y seguí en mi línea porque quería ser una figura del toreo. 

—Y unos años después, en 1995, llegó la terrible cornada de Colombia, en Cartagena de Indias.

Fue muy duro porque allí no tenían medios ni recursos para curarme. Tuvieron el acierto de avisar al doctor Val Carreres, el jefe médico de la plaza de Zaragoza, y al día siguiente del percance se plantó en Cartagena y salvó el asunto. 

—Ese año 1995 fue clave para usted porque unos meses después de esa cogida se casaba con Rocío Jurado. ¿Cómo cambió su vida a partir de ese histórico enlace, teniendo en cuenta que empezó a ser foco de y carne de la prensa rosa?

Bueno, eso ha ocurrido siempre. Toreros se han relacionado con artistas en todos los tiempos. A mí no me afectó, además estaba con un ser maravilloso como Rocío Jurado, una artista genial que siempre me apoyó y estuvo a mi lado. Pero de eso prefiero no hablar.


—Entiendo que ha sufrido mucho el acoso de un tipo de medios.  

Sí, lo he vivido demasiado, uff. Estoy muy harto. Todo eso lo he pasado a otro capítulo, no me interesa.

—Pues a otra cosa. Ahora apodera a un joven novillero de Pozuelo que se llama Álvaro Burdiel y debuta en esta Feria de San Isidro. ¿Qué cuenta el Maestro al alumno. Cómo le orienta?

Yo le cuento lo que he oído en otros toreros importantes, que lo más bonito que hay es dedicarse de pleno a esta profesión. Hay que sacrificarse y vivirlo día a día. Él tiene un concepto del toreo que se asemeja mucho al mío y trato de que lo mantenga. También hacemos unos ejercicios especiales tanto de muñecas como de tobillos, cintura y, muy importante, de flexibilidad y elasticidad, porque eso es muy importante para acompañar el viaje de la embestida del toro. Y le digo que tiene que torear como él lo sienta y los conocimientos aprendidos.  

—Ahora parece que la Fiesta de los toros está en crisis, pero echando la vista atrás, da la sensación que en crisis ha estado siempre.

No es nada nuevo la crisis de los toros, aunque ahora se mezcle esto con la ideología política. Lo importante es que la afición se vaya renovando y los jóvenes toreros no pierdan la ilusión por triunfar. Mientras haya toreros que sientan este oficio y toros en las dehesas bien criados el futuro de la Fiesta está a salvo. Todo el mundo que está alrededor de los toros es responsable de que esto siga vivo.

—Acaba de ser nombrado vocal del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, ¿qué cree que puede aportar en esta etapa?

Yo puedo aportar mi experiencia en este oficio. He sido matador de toros, ganadero, empresario y apoderado. Así que estoy en disposición de ponerme al habla con todo el sector para explicarles mi idea sobre el asunto y estrechar la relación con los jóvenes que quieran ser toreros. Hay que ayudarles, atenderlos y yo estoy listo para llevarles al campo, a los tentaderos y explicarles lo que es el toreo. También creo que se debería facilitar la entrada a las plazas de toros a los chicos de 8 o 10 años acompañados de sus padres o abuelos, que pudieran entrar gratis a los cosos. Y otra cosa muy importante, la instrucción musical de los chicos. La música es trascendental en el mundo de los toros y habría que instruir a los chicos en el terreno musical. 

—Matador de toros, empresario, ganadero, apoderado, ¿con qué se queda?

Todas esas etapas son muy importantes, he triunfado como matador de toros pero me quedo con el oficio de apoderado. Me gusta estar al lado de los jóvenes que empiezan y aportarles mi experiencia.  

—¿Cómo convencerías o explicarías la pasión y misterio de la Fiesta a un antitaurino?

Les diría que, al menos, conocieran el mundo de los toros. Que se preocuparan por entender el mundo ganadero, cómo se trata a los animales, la forma de cuidarles, su alimentación y crianza. La importancia ecológica de la dehesa donde se crían los toros y la conexión con otras especies animales. Y no estaría mal que probaran a ponerse delante de una becerrita, que sientan lo que eso supone. Y que tengan claro que tratamos a los toros como si fueran de la familia.

—69 paseíllos en Las Ventas y 4 salidas por la Puerta Grande. ¿Qué daría por volver a sentir esa emoción de salir a hombros en Madrid?

Lo daría todo, pero como sé que es imposible sí te digo es que yo he sido muy feliz con mi profesión, la he vivido con total intensidad, he conocido a gente muy importante de todos los campos, a Dalí, Hemingway, Picasso,, y tantos otros. Es algo muy grande ser matador de toros.   Ω

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