Al entrar al bar nos instalamos en un espacio que tiene un siglo, sí, ¡un siglo!, y es que estamos en una coctelería que se inauguró en 1921 y sigue abierta, lo que en el mundo de los bares es casi un milagro. Mas de esos cien años no todos estuvo abierto, al menos por la puerta principal, en la calle de la Reina, pues Perico Chicote —que primero fue barman allí y luego compró el local— lo utilizó durante décadas como espacio privado al que se accedía desde su bar de la Gran Vía, bajando al sótano y cruzando pasillos subterráneos. En esos tiempos las paredes y la barra del Cock fueron testigas de grandes fiestas y juergas en las que Chicote reunía a lo más granado del franquismo y de la farándula nacional e internacional.
Al entrar al bar nos instalamos en un espacio que tiene un siglo, sí, ¡un siglo!, y es que estamos en una coctelería que se inauguró en 1921 y sigue abierta, lo que en el mundo de los bares es casi un milagro. Mas de esos cien años no todos estuvo abierto, al menos por la puerta principal, en la calle de la Reina, pues Perico Chicote —que primero fue barman allí y luego compró el local— lo utilizó durante décadas como espacio privado al que se accedía desde su bar de la Gran Vía, bajando al sótano y cruzando pasillos subterráneos. En esos tiempos las paredes y la barra del Cock fueron testigas de grandes fiestas y juergas en las que Chicote reunía a lo más granado del franquismo y de la farándula nacional e internacional.
Después, tras la muerte del gran barman y relaciones públicas, el bar de la calle de la Reina estuvo cerrado algunos años, hasta su reapertura en 1985, y allí sigue, vivo y vibrante, uno de los espacios más bonitos de Madrid, de España y del mundo dedicados a los cócteles. Y es que el Bar Cock —o El Gallo de Oro— es muy bonito, una mezcla de clasicismo, confort, elegancia y sobriedad británicos que logran crear una atmósfera acogedora, uno de esos lugares que invitan a la charla pausada mientras se saborea un buen trago, o dos...
Desde que Heiner, el portero colombiano —de Ibagué— se jubiló muchos echamos de menos su savoir faire y su simpatía, pero nada más cruzar la puerta se nos aparece, tras la barra, la figura de Javier Rufo, uno de los grandes bármanes de la escuela clásica, uno de esos maestros a los que nos gusta ver oficiar en el altar de las mezclas, persona de exquisitas maneras y trato cordial, siempre atento a los deseos y las sugerencias de los clientes.
Allí nos juntamos un mediodía, a mediados de diciembre del 2021, un montón de bármanes —venidos de toda España—, periodistas del mundo de la restauración y viejos amigos del bar, para celebrar, junto con sus propietarios, su centésimo cumpleaños, en una fiesta-ceremonia dirigida por el periodista belga-madrileño François Monti, y aunque en apenas dos horas nos sirvieron tres cócteles (media combinación, adonis y negroni), todos éramos bebedores de tan buena pasta que ninguno salió del bar perdiendo la verticalidad.
Uno de los más experimentados bebedores de Madrid, Jorge Berlanga, dijo: «El Cock es más que una búsqueda postrera del alma, es el último refugio espirituoso de Madrid»
Dry Martini: A mí el dry martini que más me gusta es el del Cock; me gusta ver cómo lo prepara Javier Rufo y luego me concentro para dar el primer sorbo sintiendo las finas láminas de hielo que flotan en la superficie de la copa. La fórmula es, como siempre deber ser en ese trago, la que pida el cliente, es decir, con la marca de ginebra de su gusto y con la cantidad de vermú blanco seco que prefiera. Después, el barman revuelve enérgicamente los dos ingredientes en el vaso mezclador, con giros y golpes de arriba debajo de la cuchara de mango largo, hasta lograr que algunas partículas de los cubitos de hielo se desprendan de estos y floten en el cóctel.
—¿Aceituna o piel de limón? Será la última pregunta del barman. Ω