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Por Germán Pose / Imágenes Carmen Millán
Pozuelo IN convocó al exseleccionador nacional de fútbol y campeón del Mundo, Vicente Del Bosque, en la Fundación Gil Gayarre de Pozuelo, para la realización de un programa de radio conducido por la gran comunicadora Nieves Herrero, con motivo del Dia internacional de la discapacidad. Algunos de los muchachos de la Fundación actuaron como periodistas por un día y quedaron encantados. Del Bosque respondió con total simpatía a todas las preguntas y se confesó, también, con Pozuelo IN.
—¿Qué etapa profesional de su vida le ha dejado más satisfecho, la de jugador, entrenador del Real Madrid o seleccionador nacional de fútbol?
Lo tengo muy claro, lo más bonito del mundo es poder jugar al fútbol. Los años que fui futbolista fueron los mejores de mi vida. Además, la mayor parte de ellos, 37 años, los he pasado en el Real Madrid, el equipo de mi vida, y eso te marca para siempre.
—¿Cómo era el ambiente en el vestuario del Real Madrid en su época de jugador?
El vestuario es la zona donde se cruzan las relaciones humanas de los futbolistas, las ilusiones y decepciones. Alegrías y tristezas. El equipo lo componen una veintena de jugadores pero, claro, solo once de ellos pueden saltar al campo a disputar el partido, y eso suele ser una gran preocupación para el entrenador de turno. Por eso, el buen ambiente de un vestuario influirá en el éxito del equipo.
—¿Qué lección se puede obtener de una derrota?
El fútbol es para divertirse, para pasarlo bien, pero al mismo tiempo unas veces se gana y otras se pierde. No hay que creerse que somos los mejores del mundo cuando ganamos, pero tampoco hundirnos cuando perdemos. Si se pierde hay que recuperarse rápidamente y trabajar bien y duro para que eso no vuelva a ocurrir. Corregir errores y saberse levantar. Y eso también vale para los percances de la vida.
—¿Cuál fue el mejor consejo que recibió como jugador?
Yo llegué al Real Madrid en 1968 y 10 años después falleció el gran presidente Santiago Bernabéu y yo tuve la suerte de admirar y sentir su extraordinario comportamiento, su gran liderazgo moral, igual que el de Luis Molowny y Miguel Muñoz, entrenadores durante muchos años de mi carrera. El mejor consejo es el gran ejemplo y actitud que nos dieron estas personas para ser mejores cada día en todos los aspectos.
—¿A qué futbolista rival de su época de jugador más admiró?
Hombre, yo jugué en la época de Johan Cruijff, un fenómeno del fútbol. Para mí ha sido uno de los futbolistas más extraordinarios con los que me he enfrentado.
—¿Cómo recuerda su abrupta salida, su despido como entrenador del Real Madrid?
Todos los profesionales somos conscientes cuando asumimos un cargo de que eso tendrá un final, que no es para siempre. Es verdad que mi salida del Madrid no fue como yo hubiera deseado, me habría gustado que me hubieran despedido con mejores maneras, pero en fin. Ya todo eso pasó, no tengo ninguna nostalgia y, según el clásico aforismo, todo lo que pasa conviene. Por ejemplo, si no hubiera salido del Real Madrid no habría sido campeón del mundo con la selección española.
—¿Cuál es para usted el principal valor del deporte?
Primero, es muy importante la actividad física en cualquier tramo de la vida, estés en activo profesionalmente o no. Eso es importante, incluso para la salud mental. Pero, además, la práctica del deporte contribuye a mejorar tu vida y tus valores.
—Nos encontramos en la Fundación Gil Gayarre, de Pozuelo de Alarcón, usted conoce bien el mundo de la discapacidad intelectual a través de su relación con su hijo Álvaro, una de las 300.000 personas con esta singularidad que hay en España.
Sí, lo conozco a fondo y creo que estamos dando grandes pasos para que la sociedad afronte este asunto con mayor naturalidad. Proyectos como el vuestro de Inclucom son muy beneficiosos para conseguir el objetivo de la inclusión plena.
—¿Cómo siente usted estos pasos decisivos que se están dando?
Cada vez hay más centros y Fundaciones para la formación y preparación de estas personas, como la Gil Gayarre. Lo principal es que los chicos sean felices, que lo son, y se les forme adecuadamente para que se relacionen naturalmente con el resto de la sociedad y puedan salir a trabajar como cualquier otra persona.
—¿Qué cree que pueden aportar las personas con discapacidad intelectual a la sociedad y al deporte?
Yo tengo tres hijos y a los tres los hemos intentado educar de la misma manera. Es verdad que nos ocupamos de forma especial del mediano, de Álvaro, para afrontar su discapacidad con total normalidad, darle la visibilidad necesaria y que se sintiera como uno más de la familia. Ahora el chico está trabajando y se encuentra muy feliz.
—¿Qué sintió cuando descubrió que su hijo Álvaro tenía discapacidad intelectual?
Al principio fue un gran shock y nos preguntamos por qué nos había tocado esto a nosotros. Pero pasado el tiempo ahora la pregunta que nos hacemos mi mujer y yo es otra: ¿Qué haríamos nosotros sin Álvaro? Él es lo más importante que nos ha sucedido en la vida. Su inocencia, ilusión y cariño nos ha llenado de felicidad a todos. Ω
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