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Viaje por la sexualidad, la sociedad y la política con uno de los escritores españoles más brillantes y polémicos
REDACCIÓN - Fernando llega a la Plaza de Conde de Miranda acompañado del brazo de su nueva compañera sentimental, Laura. Nada más saludarnos, no duda en espetarle a Carmen: “¿a qué se parece a Audrey Hepburn?”. Fernando -Fer como a mí me gusta llamarle- es así. Espontáneo, directo, a veces indiscreto pero elegante a la vez. Ella, de complexión pequeña, goza de una melena morena y corta, con ojos grandes y una piel nacarada (y uno 40 años más joven que él).
Dragó es uno de esos seres sobre los que se ha escrito de todo; él, sin duda, el primero que ha confesado hasta lo inconfesable en sus múltiples libros, artículos o apariciones en radio o televisión.
“Conforme envejezco me siento cada vez más niño”, responde Fernando a mi pregunta sobre el tiempo. Hablando de su nueva vida sentimental, sin querer acabamos hablando de su gato Soseki al que le dedicó un libro: “el único animal que te devuelve el amor incondicional es un gato”. Y es que fue Dragó el que “condujo” a morir a su mascota (para él, mucho más que esto). Si alguien tira de hemeroteca y lee por ahí eso de que lo ha pasado peor con la muerte de su gato que de su madre es, principalmente, porque Fernando tuvo que conducir al fin de la vida de su compañero felino. “Cada vez tengo peor opinión del ser humano, pues es el único ser vivo que hace daño por hacer”, afirma tajantemente el que es el autor de La Dragontea y El Lobo Feroz, entre otras grandes joyas literarias.
Después de 7 vidas conyugales, Dragó cree “haber estado enamorado”, aunque sólo en 2 ocasiones. Lo demás (las otras historias de amor) han sido, en palabras del madrileño, “encoñamientos”.
“Un niño que ya quiere ser escritor con 5 años debe comprender que hay elementos que son obligaciones del escritor”, dice. Y entre estas enumera la batalla de las guerras, las aventuras y el amor. Y, nombrando a Ortega y Gasset, Dragó confirma que “el amor es una emoción de los poetas”, por lo que es muy normal que su vida sentimental ajetreada cobrara semejante intensidad.
“El arte es la búsqueda de lo sublime que sólo se refleja con palabras”, explica en referencia al arte de la escritura. Entonces, yo no dudo en hablarle de la musa y de esos típicos tópicos de si la inspiración te llega trabajando. “La inspiración es trabajo”, contesta. “Pero la inspiración como tal no existe”.
“El amor es un sentimiento reservado a muy pocas personas”, asegura. “El amor se ha democratizado, pero en verdad no hay nada más elitista que el amor”, añade. Y es que los expertos hablan de una caducidad de este estado que llega a los 19 meses con la efusión de la oxitocina. En esa línea, el escritor alude a la explicación del proceso de enamoramiento como un mecanismo de mamíferos que garantizan la perpetuación de la especie. Aunque asegura que hay un nivel más allá de este: el sagrado. “Existe un fenómeno amoroso que lleva, por ejemplo, a Miguel Ángel a crear un escultura como ‘El David’”. Dragó recomienda el libro de Denis de Rougemont El Amor y Occidente que explica la democratización del amor que procede a las guerras nucleares.
“El varón es una especie en extinción”, explica. “El hombre se ha ‘amariconado’. Y este ‘hombrecito’ de nuestros tiempos multiculturalista vive ‘acojonado’, añade. Sin pelos en la lengua, muy en la línea del escritor, explica que las mujeres se han adueñado del mundo.
“Yo tengo éxito con las mujeres. Tengo 80 años y tengo éxito con las mujeres porque soy un hombre como el de antes”, confirma. En esta línea, considera que la figura del padre actualmente también “ha desaparecido”, por lo que muchas mujeres buscan un “padre con pene”, lo que vendría a ser el Edipo “perfecto”.
Pese a ser padre de 4 hijos, confiesa no haber querido tenerlos. Y es que Dragó se casó estando en la cárcel con 20 años (por oponerse a la dictadura franquista) con la que fue la primera madre de su hijo: “aquel hijo se podría decir que no existió. Con 2 años dejé de verlo y hasta los 15 no le volví a ver más”, cuenta.
A Ayanta (la hija más mediática del escritor) la concibió en Taiwán: “los tiempos empujaban a abortar, porque éramos ‘progres’ y era lo que ‘se llevaba’. Sin embargo hoy puedo decir que es una bendición de mi vida”. El tercer hijo fue un “mandato biológico”, y el cuarto, fue y es todavía, el hijo del que más disfruta, en palabras del literato.
“Les hacía regalos dándole hijos”, confiesa. En esta línea, recomienda leer Pacto de sangre que escribe con Ayanta Barilli.
Sobre el futuro incierto de un planeta llamado Tierra y de la estupidez humana
El recuerdo que guarda Fernando Sánchez Dragó de Pozuelo de Alarcón es cuando menos divertido. Grabando un programa con Julia Otero para Onda Cero con “pozueleros ilustres” le presentaron a Iker. Dragó creyó que era Iker Jiménez y no fue capaz de reconocer a Iker Casillas el futbolista. “No sé nada de fútbol. Me aburre como a una ostra”, asegura, a pesar de haber sido abonado del Real Madrid hasta la adolescencia.
“Me encantan los toros pero no hablo de ellos todo el día, como sí ocurre con el fútbol en esta sociedad. El fútbol lo ha invadido todo y es un mecanismo de estupidización del hombre”, cuenta.
Ajeno a las redes sociales, confirma que internet y la televisión está haciendo muchísimo daño: “la tele es mala siempre que la uses, incluso si es para ver el programa de Dragó de La 2”.
Fernando se considera más libertino que liberal: “el Liberalismo económico sólo puede funcionar en un mundo más despoblado”. ¿La salvación? Que 2 de cada 3 personas fallezcan, debido a una epidemia, una catástrofe o una guerra. “Las leyes de Dios son las leyes de la física”, explica en relación a la argumentación de lo sabía que es la naturaleza para equilibrar el mundo. “El Liberalismo no sirve para gobernar una sociedad ingobernable”, confirma.
Y no duda ni un segundo en hablar de la llamada que recibió de Donald Trump cuando el norteamericano ganó las elecciones para agradecerle su apoyo recibido: “soy uno de los dos escritores españoles, junto a Juan Manuel Prada -el de ‘Coños’- que han apoyado al republicano. Cuando nos visite le llevaré a los toros”. Prosigue contando la interesante conversación que mantuvo con el actual presidente de los EE. UU.: “Trump me confesó que están aún en búsqueda de las señas de identidad del pueblo americano, mientras que aquí en España (que tenemos raíces e historia), otros se las intentan cargar”.
“El triunfo de Trump es el triunfo de la incorrección política”, dice un Dragó tajante que se declara como “Putiniano furibundo”.
Después, con cierta dosis de dramatismo al más puro estilo del autor, no duda en opinar que “estamos al borde de una nueva guerra mundial” debido al terrorismo.
Sobre la política nacional no teme contar que simpatiza con el programa de VOX aunque no les vote: “en verdad ayudo más a VOX contando que les apoyo que yendo a votarles”. Y añade que “Podemos es un partido trepa que genera odio a la libertad y a la cultura”.
“La izquierda es una secta del puritanismo disfrazada con estridencias del Orgullo Gay”, habla sin tapujos, asegurando que las religiones monoteístas son una “gran catástrofe”. “Siempre he defendido la homosexualidad y lo seguiré haciendo, pero el Orgullo Gay me parece una horterada”, dice. “Aunque yo siempre he sido ‘pansexual’”, añade. Lo que me recuerda a aquella otra entrevista que me concedió hace 6 años en la que hablamos de esa costumbre de Fernando de disfrazarse de mujer mientras mantenía encuentros sexuales con otras “féminas” para intentar descubrir el orgasmo femenino.
De alguna extraña manera, y aun dejando atrás la conversación sobre el amor, el desamor y el porqué llamarle al sexo amor cuando es sexo, este tema vuelve a ganar fuerza durante la cena. “El liberalismo real consiste en gobernar el sexo”, detalla. Y es que en griego <líbido> y <energía> se expresan con una misma palabra. Y fue Nietzsche quien decía eso de que “quien gobierne la líbido gobernará la energía”. Energía no le falta. Sexo, supongo que tampoco, pero esta pregunta me la guardo para el próximo encuentro. Ω
¿Sabías que…?
Fernando Sánchez Dragó nació un 2 de octubre de 1936 en el Barrio de Salamanca de Madrid y estudió en el Colegio del Pilar. Su padre, Fernando Sánchez Monreal, fue un prestigioso periodista afín de la ideología republicana conservadora, que fue asesinado por los sublevados en septiembre del 36 cerca de Burgos, historia contada por Dragó en Muertes Paralelas. En los años 50 y 60 Fernando durante su juventud fue miembro del PCE, participando además en múltiples manifestaciones antifranquistas, razón por la cual termina siendo encarcelado en 1956. Ahí pasa 16 meses y posteriormente 7 años en el exilio.
Fernando se licenció en Filología Románica y en Lenguas Modernas, especializándose en Italiano, y se doctoró en Letras por la Universidad de Madrid. Comenzó su carrera profesional impartiendo clases de literatura española en el Instituto Cervantes de Madrid.
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