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Por Jesús Castells / Fotografía: Marta Aparicio
-¿Pero no eras fijo?– Me preguntó mi padre cuando le dije que me cambiaba por primera vez de trabajo, hace ya una pila de años. El trabajo ya no es para siempre, le respondí. En mi más tierna inocencia pensaba que yo podría ser el conductor de mi vida profesional. Y a toro pasado veo cómo te vapulean y los bandazos que acaba dando uno y pienso… “para habernos matado”. Tardé en decidir qué estudiar porque también pensaba que la carrera me serviría para toda la vida. El año pasado en Estados Unidos casi cuarenta millones de personas abandonaron sus trabajos por voluntad propia: la gran dimisión. Y constato que estábamos equivocados. Todo es mucho más efímero de lo que creemos.
Este movimiento empezó a gestarse durante la pandemia de coronavirus. En España, las cifras se encuentran muy lejos, aquí seguimos enfrascados con la picaresca y el menudeo, ¿saben ustedes que se han multiplicado por nueve las personas que no pasan el periodo de prueba en un nuevo trabajo? Contratos temporales encubiertos.
La cita más conocida y mal atribuida a Charles Darwin rezaba “No es la más inteligente de las especies la que sobrevive; ni la más fuerte; sino aquella capaz de adaptarse y ajustarse mejor al entorno cambiante en el que se encuentra”.
El mundo cambia cada vez más y cada vez más deprisa. Te adaptas o eres historia.
Paradójicamente los jóvenes hoy en día tienen la mayor oferta de posibilidades para estudiar, ojo que no he dicho de carreras, y sin embargo también es el momento más difícil para elegir. El miedo al fracaso, la presión de los padres y este entorno cambiante, por no hablar de las escasas salidas profesionales, hacen tremendamente difícil tomar una decisión, pero sobre todo porque piensan que será para toda la vida. Este es el primer axioma que hay que derrumbar.
Por si no se han dado cuenta, el que antes era periodista ahora trabaja de community manager, el médico se ha convertido en coach, el ingeniero ahora pinta en una tablet en 3D, por no hablar del inconexo Biólogo que hoy imparte cursos de ciberseguridad así como un largo etcétera de casos, que seguro tiene alguno a su lado, ya no son ni hacen lo que estudiaron.
Por tanto, para poner una pica en Flandes y empezar a pensar, lo primero que hay que hacer es perder el miedo al cambio y escribir qué es lo que a uno le motiva, lo que te hace feliz. Convertir aquello que te mueve y lo que te apasiona en tu profesión. Profesiones también efímeras. Tenemos que aprender a apreciar y disfrutar más la belleza de la temporalidad. Ver si tienes aptitudes y buscar aquellas formaciones necesarias para construir un camino firme hacia el éxito. Yo tuve un compañero de trabajo que todo lo que aprendió lo hizo en YouTube. En la facultad le decían que no hacía falta que fuera a clase porque sabía más que el profesor.
Y siéntase libre para cambiar por el motivo que a usted le de la real gana. Porque le cerraron la puerta y necesita reinventarse o porque lo que antes le motivaba ha dejado de hacerlo. Descubrirá que el dinero y la posición no eran lo importante, lo importante es ser uno mismo, ser feliz a cada rato. “Perder” un año, que antes era poco menos que un sacrilegio, quizá hoy en día sea el tiempo necesario para encontrarse a uno mismo y decidir hacia dónde quiere fluir, ahora se dice así.
Porque en realidad, no nos engañemos, nada es para siempre. Ω
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