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Por Germán Pose. Imágenes Carmen Millán.
José Mota (Montiel, Ciudad Real, 1965) es inasequible al desaliento y ahora estrena la serie “Atasco”, en Amazon Prime, mientras da los últimos retoques a su próxima película. Decepcionado y amargado con la actual situación política que vive España Mota no pierde su singular sentido del humor para interpretar el mundo. Y reivindica el “humor manchego” como una expresión seca y auténtica del terruño. El rato pasado con Pozuelo IN tuvo su miga.
—¿Cómo está la situación?
No me gusta nada porque hay mucha crispación en la sociedad, mucha brecha y polarización. La gente está enfrentada y enrabietada. Siento que la gente quiere quererse y abrazarse, lo que pasa es que el proceso para que esa unión se produzca está fallando. Mucha culpa de todo esto la tienen nuestros políticos, y su actitud me indigna y aburre.
—¿En qué se ha convertido la política?
Así de claro te lo digo: la política se ha convertido en el sumidero de la miseria humana. No me interesa nada la política que se hace ahora.
—¿Tú crees que esto tiene arreglo?
Quiero pensar en que las cosas son cíclicas, y esto no ocurre solo en España, es una crispación mundial, estamos desorientados y luego está la influencia brutal de las redes sociales. Es terrible, al ser humano le han pillado con un pie en lo analógico y con el otro en estas nuevas tecnologías. Yo me resisto porque para mí lo analógico es mi toma de tierra. Soy de los que leen libros y periódicos en papel, eso ha formado parte de mi paisaje, de mi manera de entender la vida. No me aislo de los nuevos tiempos pero creo que estamos haciendo un uso perverso de estas nuevas herramientas. Y ahora viene eso de la inteligencia artificial, espérate, ufff. Traerán buenas cosas y avances, no lo niego, ¿pero donde queda la emoción y el auténtico espíritu humano?
—Parece que tiene mal arreglo el asunto, pero, cómo tú dices en tus actuaciones: ¿y si sí?
¿Y si sí?, pues sí, hombre, sí. Yo soy positivo. Pero mira, el tiempo de la pandemia, horrible, yo pensé que nos iba a hacer reflexionar, a plantearse preguntas físicas y metafísicas de todo tipo, pero no ha sucedido nada nuevo. De hecho, se han separado más parejas que nunca, ¿por qué?, pues porque se han mirado a la cara durante muchas horas y se han conocido. Pensaba que esa maldita pandemia acabaría por mejorarnos y no ha sido así, somos peores.
—Vamos a darle un giro a la charla, tú no paras de liarla, ahora estrenas, junto a un reparto estelar, entre los que se encuentran Antonio Resines, María León, Manuel Manquiña y Edu Soto, entre otros, una serie en “Prime Amazon” que se llama “Atasco”. ¿De qué va la cosa?
La propuesta es interesante, ¿qué ocurre en un atasco, cómo son esas vidas que transcurren en ese momento crítico dentro de sus coches, sus diversas maneras de sentir y pensar? Era un proyecto que presentó Rodrigo Sopeña, uno de los mejores guionistas de España, con muy poco ha elaborado algo muy grande. La historia de distintas vidas que están ocurriendo a la vez durante ese percance en la carretera.
—Julio Cortázar escribió en su día “El gran atasco”, sobre una situación parecida, aunque con un tono más bien dramático. ¿Cómo conjugáis el humor con el drama en esta serie que estrenas?
El humor está presente en sus diferentes facetas, blanco, negro o marrón. Toda la historia lleva una buena carga de ironía y de humor, sí.
—Es necesario transformar y derivar el drama hacia el terreno del humor.
Totalmente, no se me ocurre vivir sin sentido del humor. El humor es una tabla de salvación, es como que te afloja la tensión que te sacude. Todo lo que te agrede a diario si lo pasas por el tamiz del humor de repente cobra otra dimensión, y hasta te ríes. La comedia resta trascendencia, en primer lugar, a nosotros mismos; el humor devora al ego, que es el gran enemigo de la persona. El humor es un arma que te libera y hace el mundo un lugar más amable.
—Aparte de esta serie tienes en el taller el proyecto de una película que estás rematando con el guionista Claro García, ganador de un Goya. ¿Y esto de qué va?
No, no debo adelantar nada, pero es una historia que me está haciendo sufrir y disfrutar a la vez como nada. Por fortuna tengo todo hecho y ahora estoy con la lima fina quitando las virutitas que sobran y dejando la película como yo quiero. Creo que a finales de junio ya estará la cosa rematada.
—¿Te imaginas que tuvieras la posibilidad de ser el guionista de tu propia vida y ponerle el desarrollo y desenlace que quisieras?
Pues, ufff, no sé, la última frase sí te la puedo decir: qué bien que haya sido libre.
—¿Y a ti qué cosas te hacen gracia?
Pues como a todo el mundo (ríe), las miserias, las ruinas humanas, los desastres, las penas…..somos así. Vas por la calle y ves que uno tropieza y se estampa en el suelo y te descojonas, somos así., por ejemplo. El caso es que si la hostia te la pegas tú mismo lo primero que haces es mirar a ver si te ha visto alguien. Si nadie te ha visto la cosa duele, pero como haya alguien mirando no te miras la cornada, y tragas saliva gorda sin inmutarte, como los buenos toreros. De todas formas, nos hace gracia la desgracia del de enfrente, pero hasta un cierto punto, claro.
—¿Dónde hallas las claves a la hora de elaborar tus historias cómicas?
Pues eso, en mí mismo y en los demás. La vida cotidiana suele ser absurda y si tienes curiosidad e ingenio le puedes sacar mucho partido.
—Tú eres de Ciudad Real, ¿qué tiene de singular eso que se ha denominado el humor manchego?
Mira, cada tierra tiene su humor pero el humor manchego tiene una dosis de ironía y de retranca muy característica. Es un humor seco, de navajilla, el paisaje termina conformando el paisanaje. Esa llanura de mar de tierra que te da tiempo a pensar ¿qué querrá ese que viene de frente? Si Cervantes ubica una de las grandes obras tragicómicas de la historia, El Quijote, en la Mancha, por algo será. El humor manchego tiene una profundidad en el terruño muy grande. En el humor de mi tierra hay implícita mucha sabiduría popular, mucha raíz de experiencias vividas de varias generaciones.
—Ponme un ejemplo
A ver, está echando la siesta un manchego en su casa, llaman a la puerta, toc, toc, y dice el manchego: ¿quién es? Y dice el de fuera: una limosna. Y dice el manchego: échala por debajo. Pues eso.
—¿Cuándo decides que te quieres dedicar al humor?
Pues mira, en la tele, viendo a Pajares y a Esteso y a Tip y Coll, Gila, siendo un chiquillo, notaba que era magia, sentía que el mundo se paraba, algo especial. Sentía que eso iba en contra de todo lo establecido. Y me dediqué a ello.
—¿A qué humoristas clásicos has admirado más?
Todos los que me han transmitido la anarquía y libertad a la hora de contar historias de humor. Para mí, primar lo improvisado sobre lo preparado. La transgresión absurda de Tip y Coll, y, por supuesto, la generación de Mihura, Tono, Jardiel Poncela, Gila, aquellos genios de La Codorniz…que para mí han sido lo más grande que ha habido en la historia del humor. No se ha volado más alto que esa “otra” Generación del 27, que son ellos. Todos los más grandes que han hecho humor, como esa gente, eran literatos, poetas, artistas…genios.
—Tu gran éxito comienza con el dúo “Cruz y Raya”, a finales de 1989, junto a Juan Muñoz, ¿cómo fue esa experiencia?
Ese éxito sucedió en poco tiempo a raíz de los programas que empezamos a hacer con el gran Hugo Stuven . En seis meses ya éramos muy populares y estábamos en boca de la gente. Recuerdo la primera vez que me reconocieron en la calle, se me ha quedado grabado, fue en la Plaza de Santo Domingo. Iba con Juan y dos amigos más y al pasar junto a un bar se levantaron algunas personas exclamando: ¡eh, mira, esos son los de Cruz y Raya!¡Qué tiempos!
—¿Cómo viviste ese primer gran encuentro con el éxito y la fama?
Para mí fue un regalo maravilloso, apasionante. Ver reconocido el trabajo de uno es grande.
—Tras veinte años juntos llega la separación del dúo, ¿qué paso?
Bueno, todas las parejas se separan, casi todas. En fin, llega un momento en que se alborotan los anhelos personales y hay páginas que ya deseas rellenarlas con tu propia tinta, que difiere de la del otro, o la otra. Y eso es lo que pasa, etapas que llegan a su fin, y nada más.
—Tu programa de Nochevieja se ha convertido en un clásico de la televisión, ¿sigues preparándolo con la misma emoción e ilusión de siempre?
Sí, es algo que me sigue emocionando, es un momento muy especial. ¿Sabes lo que menos me gusta? El que de Nochevieja a Nochevieja cada vez haya menos distancia. La sensación de que cada vez el tiempo transcurre más rápido es algo que me disgusta e inquieta, me agobia. Pienso, a veces, que los días me durasen como cuando era un niño. Esos veranos infinitos que nunca terminaban…
—En tu vida cotidiana, en la que pasas por diferentes situaciones, no todas agradables, ¿tiras de tu vis cómica para salvar los obstáculos?
En esos momentos malos intento relativizar y desdramatizar todo lo que puedo. Lo más importante es tener buena salud, porque si no, no puedes ni querer. Todo lo demás es menos relevante y a veces nos ofuscamos a lo tonto.
—¿El sentido del humor alivia el viaje duro de la vida?
Según nos vamos haciendo mayores aumenta la infelicidad y la angustia. Cuando somos niños somos más felices porque vivimos siempre el ahora, nunca el después. Eso ocurre porque somos gilipollas y hemos construido una sociedad llena de miedos, deberes y obligaciones impuestas. La sociedad está enferma porque hay muchas cosas que no hacemos bien. Y sí, el humor te salva y alivia de los momentos más sombríos.
—¿Alguien se enfadó más de la cuenta por tus imitaciones o caricaturas?
Que yo sepa, no, que no sepa, sí (ríe) Tengo la teoría de que a nadie le gusta que le imiten, así es. Y si te soy sincero cada vez me atrae menos la imitación de personajes, no me aporta nada.
—Llegados a este punto, ¿qué es lo que más te gustaría hacer ahora?
Todo lo que tiene que ver con ficción me interesa muchísimo. Y en cuanto al humor, hacer cosas menos preparadas, salir, divertirme y reírme con mis amigos.
—¿Cuentas chistes?
Alguno.
—Pues remata con uno.
Uno que le dice a otro: se ha muerto mi tía, la de Tenerife. Y el otro: pues una menos en Canarias. Ω
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