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Un Okupa en la corte de la reinona Quislant o la curiosa historia de una avaricia consentida y al borde de la prevaricación en el Ayuntamiento de Pozuelo
Queridos amigos, hoy os voy a contar un cuento para mayores de 18 años… Un cuento llamado “Un Okupa en la corte de la Reinona Quislant o la curiosa historia de una avaricia consentida y al borde de la prevaricación en el Ayuntamiento de Pozuelo”.
En él os contaré la historia de una persona vulgar a quien la avaricia, ese terrible pecado capital, convirtió en mala-malísima pero le hizo rico…
Alfredo, que así se llama nuestro protagonista, era un tipo muy raro que ni siquiera vivía en Pozuelo hasta que se compró un piso con el dinero de los contribuyentes pozueleros.
Por esas cosas de la vida y porque pertenecía a un grupo de presión muy católico y que manejaba como nadie lo que se llama “providencia menor”, esa que le permite intervenir calladamente en los asuntos terrenales en defensa de los suyos, Alfredo entró a trabajar en el Ayuntamiento de Pozuelo cuando le echaron del Colegio Retamar, donde daba clases de periodismo y de radio.
Esta Orden religiosa ha sido para nuestro Alfredo una especie de “Primo de Zumosol” para conseguir sus fines. Es más, dicen que Alfredo se hizo de ella para tener los privilegios que proporciona esa “providencia menor” de la que hablan.
Y ahí, en el Ayuntamiento de Pozuelo, fue donde comenzó su “brillante andadura” en el departamento de prensa. Como era listo y ambicioso, en seguida se dio cuenta de que había entrado a trabajar en una mina de oro y se puso a maquinar. Tenía que aprovechar la situación.
Y lo primero que pensó fue en montar una radio. Venía del Colegio Retamar de tener una radio escolar y el Ayuntamiento, extrañamente, no tenía emisora.
Pidió ayuda a su “Primo el de Zumosol” y enseguida encontró respuesta. La “providencia menor” nunca abandona a los suyos y Alfredo consiguió del alcalde un local donde instalarla, gracias especialmente al Concejal de Deportes que, en aquella época, también era seguidor de su grupo religioso. Luego Alfredo le engañó y terminaron mal, pero ese es otro cuento. Terrible, por cierto.
Lo importante era que Alfredo había conseguido la emisora ilegal y, más importante aún, había logrado el milagro de estar en la misa y repicando las campanas. Tenía el don de la ubicuidad. Estaba físicamente en el Ayuntamiento y en la Emisora al mismo tiempo. Cosas inescrutables, como los caminos del Señor. Ni fichaba pero nadie era capaz de decirle nada.
El caso es que Alfredo consiguió que el Ayuntamiento de Pozuelo le pagase un buen dinero por trabajar en él y, al mismo tiempo, tener el negocio de la radio ilegal en un local municipal gratis total.
Pero como el negocio de la radio no era rentable publicitariamente, se las apañó para conseguir una importante subvención municipal. Un dineral a cambio de nada. Los caminos de la “providencia menor” volvieron a ser fundamentales en la vida de nuestro protagonista.
Pero Alfredo, que ya había caído en el abominable pecado capital de la avaricia (por lo que tenía que confesarse a diario), pensó entonces que debía crear nuevos negocios. Dinero llama a dinero.
Y como era periodista y tenía acceso a la información del Ayuntamiento, montó un periódico. Además, como también le sobraba espacio en el local público que le había conseguido la “providencia menor” para la radio ilegal (y él ya empezaba a sentirse intocable), Alfredo puso allí la redacción… Y se inventó lo de “El Hombre del saco”. Una leyenda con la que asustaba a grandes y a chicos porque presumía de que dentro del “saco” tenía dosieres con historias ocultas e indecorosas de políticos y funcionarios y que publicaría si alguien le enfadaba…
En el saco, Alfredo no tenía nada porque era muy vago pero se las arreglaba para que la gente empezase a temerle como a un nublado. De hecho, los alcaldes, acojonados, le empezaron a poner publicidad… Le daban una subvención para la radio ilegal y publicidad para el periódico que había montado.
Es más, si bajaban las cantidades de pasta o mostraban algún tipo de debilidad a la hora de renovar, les azuzaba a sus colaboradores… Y vaya si cumplían entonces…
Pero ahí no quedó la cosa, como la vida le sonreía y su avaricia era mucha, pensó en ampliar el negocio a Boadilla del Monte, Majadahonda, Las Rozas, Sevilla La Nueva, Madrid… Era muy fácil. Montó un entramado de empresas para ocultar su identidad y empezó a poner en práctica la técnica de la zanahoria y el palo… Y montó un periódico en cada pueblo. En estos sitios no había “saco del que sacar dosieres” pero había palos para el que no aceptase… Y los políticos que, como he dicho son muy cobardes, tragaron…
Era un negocio redondo: Un local gratis, cedido por el Ayuntamiento de Pozuelo para una radio ilegal, que además usaba para hacer cinco periódicos. Todos ajenos a Pozuelo, salvo uno.
Se volvió loco. Su avaricia le trastornó. Ya ni se confesaba del pecado capital de la avaricia. Incluso, entonces, creó la Asociación Cultural Cauro para sacar más dinero al Ayuntamiento de Pozuelo. Era insaciable… Llegó a estar enfermo… Solo vivía para el dinero… Su obsesión era tanta que le hizo perder amigos y colaboradores… Y el Gobierno de Adrados lo sabía y el de Quislant lo sabe. Y se dejaban engañar. El miedo las atenazaba.
Pero, queridos amigos, la avaricia es un pecado capital y Dios no podía permitir aquel “Sodoma y Gomorra” de la avaricia y la comunicación… Y “su primo el de Zumosol”, como ya no se confesaba, empezó a no considerarlo uno de los suyos. Y la Oposición política de Pozuelo empezó a denunciar el escándalo. Y la prevaricación empezó a ser una evidencia… Y Susana Pérez Quislant se vio obligada a tomar medias…
Con precaución, eso sí, no fuese que Alfredo sacase del saco un informe sobre ella, le conminó a que, al menos, se fuese del local del Ayuntamiento… No se atrevió a echarlo del puesto de trabajo del Ayuntamiento pese a tener pruebas de que hacía lo que le daba la gana (Se pasea por los despachos de la Oposición como un pavo real).
Pero a Alfredo le dio igual la sugerencia… Se ciscó en la alcaldesa y allí sigue… Local gratis, recibiendo publicidad del Ayuntamiento de Pozuelo y cobrando su copiosa nómina del propio Consistorio… Vamos, que se ha hecho rico.
Su entramado empresarial le hace sentirse impune. De hecho se ha convertido en “Un Okupa en la corte de la reinona Quislant” en la más completa definición del concepto.
Y colorín-colorado… En Pozuelo no hay bemoles a sacarlo… Aunque la cosa sea de una prevaricación de libro.
Ah, casi me olvido, dicen las malas lenguas que con los cambios estructurales en el Partido Popular de Madrid, la que se postula a repetir como futura alcaldesa ha llegado a un acuerdo con el que, nuestros protagonista, pone sus servicios mediáticos a la disposición del partido a cambio, eso sí, de publicidad y subvenciones, pero eso será tema de otro día Ω
07-06-2024 10:13 a.m.
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