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JULIO-AGOSTO 2021  /  #MEMORIAHISTORICA

EL VERANEO EN POZUELO

30-07-2021 3:27 a.m.

Por Domingo Domené - Historiador

Si hubo alguna costumbre que marcase el destino de Pozuelo durante el siglo XIX esa fue la del veraneo de la burguesía en nuestro suelo.  Los primeros testimonios se remontan a finales del siglo XVIII con el conde de Campomanes, pero se generalizan en la segunda mitad del XIX. También hemos dicho que el auge vino a partir de 1861 cuando se inauguró el tramo de ferrocarril Madrid-El Escorial.

A partir de ese momento en las crónicas de la época se decía que en Pozuelo veraneaba lo más selecto y agradable de la corte.

De cómo era entonces el pueblo tenemos dos buenas descripciones contradictorias entre sí. Una corresponde a don Enrique Sepúlveda, la otra a Don Benito Pérez Galdós.   

Hablando de Pozuelo, al que llamaba el “San Remo de Madrid” Sepúlveda decía: “Pocos conocen la situación higiénica de este pueblo de excepcional la temperatura a la vera del horno de Madrid; y los que lo conocen, reservan el hallazgo. Por eso pasan los trenes de verano desbocados por delante de sus jardines sin que sepan los que ven dentro que allí, a dos km de la estación, hay un criadero de oxígeno cernido por las cuevas del Guadarrama que ha curado muchas anemias y devuelto a la vida a centenares de niños. Es un pueblo limpio y culto donde no hay mendigos ni vertederos. En su lugar hay praderas de violetas. macizos de claveles, calles de rosales, enramada de jazmines, árboles del Paraíso y una variedad de frutas y verduras que no se comen mejores ni más sabrosas, ni más delicadas en mesas de reyes. No hay ningún pueblo en las inmediaciones de Madrid que se le parezca, no hay floresta que albergue más ruiseñores y aún algunos cármenes andaluces no pueden compararse con las espléndidas casas de recreo de Pozuelo de Alarcón. No hay en ciertas playas, ni en costas francesas, ni debajo del Pirineo, ni encima del Montblanc una temperatura más plácida, un ambiente más perfumado, un cielo más diáfano y una perspectiva más risueña que la de Pozuelo en los días álgidos de la canícula  madrileña.       

El mismo Enrique Sepúlveda afirmaba que algunos madrileños decían que iban a veranear a Biarritz y realmente se quedaban en Pozuelo.

Don Benito Pérez Galdós que sin duda había leído las alabanzas de Sepúlveda a nuestro pueblo, pensaba justamente lo contrario y nos dejó una visión esperpéntica y exagerada de los veranos de Pozuelo.  En su memoria escribió:    
“En cuanto a veraneo, no es necesario decir que la Corte refrescará en la Granja, la aristocracia en Baden o en Biarritz, y nosotros y otros como nosotros en Pozuelo, pueblo que no está en el bajo Rhin, ni en Silesia ni en el Tirol, sino a dos o tres leguas de Madrid; pueblo esencialmente plebeyo, donde no hay hoteles, ni partidas de lanscanet, ni carreras de caballos, ni ninguno de los pasatiempos fastuosos con que la gente del high life entretiene los ocios del mes de agosto; en Pozuelo no hay tampoco frescas alamedas, ni grutas umbrías, ni florestas; pero hay, en cambio, eriales magníficos donde uno se puede convertir en líquido; barrancos dónde se pueden adquirir por poco precio unas confortables tercianas, y no falta un poco de sombra junto a una roca habitada por alimañas de verano, donde leer La Correspondencia o La mujer adúltera.            

En Pozuelo encontrarán también nuestros lectores buen vino de Valdepeñas, escabeche de Laredo y aceitunas sevillanas, triple ración que bastará a mantener dichosamente sus felices días. Únese a esto la facilidad para pasar a Madrid donde uno puede venir a achicharrarse a sabor cuando aquellos climas no tengan el suficiente grado de ebullición o comer callos cuando aquellos escabeches no tengan la suficiente propiedad corrosiva para hacer reventar al que los ha comido”.

Los pozueleros de antaño, gente elegante y sin rencor, no hicieron caso de estas pequeñeces y honraron a don Benito dando su nombre a una de las calles principales del pueblo, la actual calle Reina Mercedes.

Los veraneantes se entretenían en centros de recreo propios, como el casino de la calle doctor Cornago. Y como en el casco urbano tradicional la población también había aumentado notablemente fue preciso hacer un mercado municipal, inaugurado en 1882, en la que entonces era la Plaza Mayor y hoy se llama plaza de la Coronación.

Es necesario hablar de una de las tradiciones más entrañable: la afición de los pozueleros de esta época por los encierros1 y corridas de toros. Costumbre que ya era antigua cuando don Ramón Mesonero Romanos incluía en su poemilla “El coche Simón”, fechado en 1.837 los siguientes versos

Viene septiembre después
con sus históricas ferias
y sus fiestas de Pozuelo
Carabanchel y Vallecas.

Del mismo modo Leopoldo Alas Clarín en “Clarín”, en el relato “Avecilla” dice del año 1.882: “Era el año en que el ayuntamiento de Madrid procuró atraer a la capital toda la riqueza de España, haciendo en el Pardo una feria digna de Pozuelo de Alarcón”

Dos años más tarde, 1.884, Sebastián López Arrojo publicó un relato en el que describe la celebración de una corrida de toros en la tradicional plaza de tablones de Pozuelo, y la subsiguiente fiesta en el teatro de la localidad, amenizada por la banda de guitarras, bandurrias y violines del señor Guerra .   Ω