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Entrevista a José Antonio Marina
Por Germán Pose / Imágenes: Alberto Carrasco - José Antonio Marina (Toledo, 1939) es un Maestro en el gran sentido que encierra este término sublime. Filósofo, ensayista y pedagogo, la vida de Marina es un apasionado viaje guiado por la luz del conocimiento y la sabiduría. Para él, en estos extraños tiempos, tan confusos y sombríos, la educación es la tabla de salvación del ser humano. Sus luminosas ideas las ha dejado plasmadas en una vasta y exquisita obra, imprescindible para el enriquecimiento mental y de las emociones.
—¿Cuál es el significado de la educación?
La educación, tal como la entendemos, tiene, principalmente, tres objetivos: primero, que los alumnos desarrollen todas sus capacidades intelectuales y personales; segundo, prepararlos para el mundo laboral; y el tercero, intentar hacer de ellos buenos ciudadanos.
—¿Se podría decir que hay un sentido de la educación universal, o tiene que ver con el modelo cultural de los distintos pueblos y culturas?
El esquema es absolutamente universal, lo que ocurre es que en cada cultura se le da un significado distinto porque, por ejemplo, unas culturas consideran que la educación personal y las formaciones intelectuales son más importantes unas que otras. Es decir que en algunas épocas el buen ciudadano consistía en ser una persona obediente y leal al poder, ahora pensamos que la obediencia tiene que estar controlada por un concepto crítico para evitar tiranías o dictaduras.
—Hablemos del concepto del “buen salvaje”, de Rousseau. Se creía que los seres humanos, en su estado natural, son generosos, pacíficos y tranquilos y es la civilización lo que les empeora y pervierte. ¿Qué hay de cierto en este argumento?
No es cierto, esa fue una idea de Rousseau, primero, y de Sigmund Freud, después. Cuando vemos ahora la evolución de las culturas humanas sabemos que procedemos de animales sociales; por ejemplo, el chimpancé. Nacemos con dos distintos opuestos. Por una parte, un instinto agresivo, pero, por otra, como animales sociales que somos, hay un instinto de cooperación. Todas las culturas, lo que han hecho, fundamentalmente a través de la educación, es intentar controlar los impulsos agresivos para transformarlos en instintos de cooperación y de mutua ayuda y de compasión, que es un sentimiento exclusivamente humano. Esto es muy importante, la compasión es sentirse afectado por el dolor de otra persona e intentar ayudarle. Eso es exclusivo del ser humano, digamos ser racional, que también es discutible, porque los animales solo aprenden por imitación, y de forma relativa.
—Rousseau sostenía que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe. Luego llega Thomas Hobbes y sentencia que el hombre es un lobo para el hombre, que es malo por naturaleza. ¿Con qué nos quedamos?
Nos quedamos con que somos una mezcla de todo eso. Y que en la evolución de las culturas se ha tendido a despojarse de la parte oscura para ir mejorando las conductas. Ha habido, sin duda, un progreso ético de la Humanidad. En épocas lejanas existían comportamientos que ahora resultan del todo inconcebibles. En el siglo XV, en algunas ciudades de Bélgica, por ejemplo, uno de los números estrella de las fiestas de los pueblos era ajusticiar en público a un reo. Hay un caso, que está documentado, que en uno de esos pueblos, que no tenían a nadie que ajusticiar, le compraban un reo al pueblo vecino para darle matarile en las fiestas, algo que ahora parece aberrante. De manera que ha habido un cierto progreso ético de la Humanidad. Sin embargo, lo que hemos sufrido, como hemos visto a lo largo de la historia, ha sido una cadena de colapsos éticos. Todos esos avances éticos han quebrado dando paso a la atrocidad: las guerras mundiales, el Holocausto, los genocidios, las violaciones de mujeres en masa como instrumento de guerra, las hambrunas provocadas por decisiones políticas….¿Cómo es posible que podamos ser tan bestias? Pues, por eso, por el colapso del sistema y de la ética. Somos muy frágiles y casi de forma inconsciente podemos entrar en un tobogán descendente que nos conduce al horror. Somos animales admirables pero muy peligrosos.
—Y resulta que nos seguimos matando por un envenenado concepto del egoísmo y de la ambición. ¿Tiene solución el ser humano?
La única solución del ser humano es la educación. Todas las culturas han inventado tres barreras para intentar detener ese volcán destructivo. Una es la educación emocional, esas emociones que nos llevan a la ayuda, a la compasión, a la colaboración, y las hemos fortalecido bastante, pero parece que eso no ha sido suficiente. Otra barrera ha sido la estructura moral y jurídica, el reglamento. Es decir, si matas al vecino recibirás tu castigo. Otra tercera barrera es la institucional: hemos creado formas de organización muy potentes, como son los Estados y su organización jurídica. Pero claro, luego aparece el nazismo, que actúa sin barreras y llega el horror y la tragedia. Eso conviene entenderlo, son necesarias barreras que contengan los instintos perversos.
—¿Dónde se educa, en el seno familiar o en la Escuela?
La educación directa sobre el niño se hace parte en la familia y parte en la Escuela. Pero hay una educación indirecta, que es el entorno en el que se convive. Por lo tanto familia y escuela deben estar muy interrelacionados, deben colaborar entre ellos. Y en España esto se entiende muy mal, no hay una buena relación. Cuando fundé la Universidad de Padres me esforcé en proclamar que hay que trabajar juntos.
—Parece evidente que las generaciones anteriores tenían un concepto del respeto hacia los padres y el maestro casi reverencial, ahora parece que todo se ha invertido. ¿Qué ha ocurrido?
Eso lo traté yo en mi libro “La recuperación de la autoridad”, ¿por qué se perdió la autoridad? En los tiempos de los romanos estaba el poder y la autoridad. El poder imponía las normas por la fuerza, mientras que la autoridad apelaba al cumplimiento de las reglas a través del respeto que despertaba el maestro o aquél que tenía conocimientos suficientes para hacerse entender. Desde mediados del siglo XX todos los sistemas de autoridad entraron en crisis. El Estado, la Iglesia... Es preciso someterlo todo a crítica porque así el argumento crudo de la autoridad no sirve. Ahora, a las personas se las maneja con mucha facilidad y ahí reside la decadencia del ser humano. La autoridad hay que ganársela, no basta con ser médico, profesor o gobernante. Hay que recuperar la credibilidad a través del conocimiento que imparte cada uno. Esto es una gran responsabilidad. No vamos por buen camino, se pierde el respeto porque también se está perdiendo la excelencia. Ahora existe una idea de la igualdad muy torpe. Vamos a ver, todos somos iguales depende en qué tipo de cosas. Mi idea de la educación es que tendríamos que ir a una igualdad de las oportunidades y luego allá cada cual con su esfuerzo, mérito y talento.
—En este sentido no ayudan mucho las nuevas leyes educativas que no premian el mérito y el esfuerzo. Ahora los alumnos pueden pasar de curso incluso suspendiendo.
Eso es un total disparate. Lo he estudiado con detenimiento y el lío en que se ha metido la educación, en todos los países, no solo España, es monumental porque se eliminó el modelo de la escuela antigua basada en el respeto al profesor, la obediencia y el aprendizaje, y se pasó a otro donde prevalece la autonomía y la libertad del alumno, el desdén por el trabajo y la memoria…Eso era lo moderno, y resulta que no funciona. Hay un total desconcierto sobre la forma de enseñar. Tenemos que pensar seriamente en la educación. Fijémonos en la Ley Universal del Aprendizaje, que dice lo siguiente: toda persona, organización o empresa para sobrevivir necesita aprender, al menos, a la misma velocidad a la que cambia el entorno, y si quiere progresar tiene que adaptarse a ese ritmo. Resulta que el entorno está cambiando continuamente de forma vertiginosa así que, o somos capaces de aprender a esa misma velocidad o nos quedamos en la cuneta. En el caso de España, si nuestro país pierde el tren del aprendizaje nos veremos reducidos a ser el bar de copas de Europa.
—Está ocurriendo un fenómeno inquietante que es el excesivo empoderamiento de los hijos en el seno familiar y en la escuela. Se ha diluido el concepto del respeto. Al maestro ahora se le acosa y agrede y los padres parecen peleles ante sus hijos. ¿Cómo lo ve?
Sí, entre todos se mataron y ella sola se murió. Hay un libro preciso de María de la Valgoma que se llama ¿Padres sin derechos, hijos sin deberes? Hay una confusión terrible con algo que, en principio, estaba bien, que era la Convención de los Derechos del Niño. Pero se entendió muy mal. En España se eliminó un artículo del Código Civil que decía más o menos que “los padres podrán reprender adecuadamente a sus hijos”. Eso recibió el soez aplauso de los medios de comunicación con el argumento de que por fin había desaparecido la bofetada. No, por favor, no se trataba de eso, de pegar a nadie. La idea era que los padres tenían la responsabilidad de controlar a sus hijos y reprenderlos “adecuadamente”, de procurar que no se emborrachen a lo tonto siendo adolescentes, que no perdieran el respeto a nadie, que conocieran los límites de su libertad. Nos hemos metido en un lío descomunal. Resulta que ahora los adolescentes tienen derecho a muchísimas cosas y, sin embargo, pocas obligaciones y responsabilidades. Nos hemos equivocado y los adultos no sabemos que hacer con estos chicos.
—¿Este estado de cosas ha influido en el aumento progresivo de la violencia entre los jóvenes?
En último término, es la sociedad la culpable de que no tengamos una juventud responsable porque no le interesa nada la educación. ¿Ha aparecido alguna vez una encuesta de esas que hace el CIS sobre la preocupación de los españoles por la educación? Nunca. Así que los políticos piensan que si nadie se preocupa por la educación es porque debemos estar estupendos. Cuando hablamos de educación estamos refiriéndonos a lo que asegura nuestras normas de convivencia, algo que nos afecta a todos. Para educar a un niño hace falta la tribu entera: padres, maestros, políticos. Los padres están angustiados con la educación de sus hijos y no saben qué hacer, lo digo con conocimiento del tema porque he trabajado con infinidad de padres en muchos momentos de mi vida.
—Luego está el asunto de las redes sociales, este sistema perverso de comunicación de los jóvenes con twitter, Instagram y demás.
Twitter es un peligro social. Porque si solo nos comunicamos con mensajes cortos, que son buenos para eslóganes publicitarios, insultos y cosas así, pero no para exponer argumentos. ¿Qué ocurre? El fundamento de la democracia es que peleen los argumentos para que no tengan que pelear las personas, y eso ya no existe. Hasta se hace política en formato twit y eso es una degeneración del parlamentarismo y una invitación a conductas muy violentas, toscas y zafias, como estamos viendo. U organizamos esto bien o nos quedamos marginados y violentos.
—Resulta atroz y deprimente comprobar que en pleno siglo XXI el ser humano se esté embruteciendo.
Pues sí, en primer lugar estamos perdiendo las formas, y eso es muy grave. Había una asignatura que se llamaba Urbanidad, es decir, la conducta para vivir en la urbe, en la ciudad. Ahora a los niños se les evita pasar un mal rato; no, por favor, todos tenemos que pasar malos y buenos ratos, esa es la vida, lo demás es mentira. Hay que volver a enseñar el sentimiento de compasión hacia los demás, porque la compasión es el gran freno contra el bullying y la violencia. ¿Qué es el respeto?, aquella conducta adecuada ante todo lo valioso. Y eso es el respeto al compañero, al maestro, a tus padres, la naturaleza…en fin, a todo lo valioso. Estamos despilfarrando conceptos maravillosos, como el concepto de libertad, que ahora se entiende de manera perversa. Tu libertad también es la mía, cuidado.
—¿Qué cualidades deber reunir un buen educador?
Un buen maestro en esta sociedad del aprendizaje tiene que estar dispuesto a aprender mucho, es una profesión de élite y tiene que estar actualizándose continuamente. En segundo lugar, tiene que querer a sus alumnos, darse cuenta que tiene en sus manos una parte importante de la vida porque hay muchos niños y adolescentes que desconocen que la escuela va a ser el ámbito más seguro donde van a estar; en tercer lugar, el profesor tiene que ser experto en conflictos, tiene que enseñar a los chicos a enfrentarse a todos los problemas que van a afrontar. El maestro tiene que tener claro que, aparte de las disciplinas que enseña, tiene que ayudar al alumno a configurar su personalidad, su viaje de vida.
—Ante este estado desolador de la situación mantiene alguna esperanza?
Pues, a ver, hace un tiempo publiqué un libro llamado “Despertar al diplodocus”, y en esa obra latía un mensaje de optimismo. Lo que decía es que España podía tener un sistema educativo de alto rendimiento en el plazo de cinco años y expliqué cómo se podía hacer. Pues bien, no se hizo nada. España no puede permitirse el lujo de derrochar un sistema de buena educación porque sufriremos las consecuencias.
—Uno de sus últimos proyectos es la revista digital “El Panóptico” donde, ahora que lo de las vacunas está tan en boga con el asunto del Covid, encontramos en ese medio un artículo monumental que lleva el siguiente título: “¿Es posible encontrar una vacuna contra la estupidez?” Usted dirá.
(Ríe) Exactamente, es posible y necesitamos esa vacuna con urgencia. Es preciso comprender lo que nos ocurre y ese es uno de los principales sentidos que tiene “El Panóptico” porque, de otra forma, seguiremos manejados y sometidos por los poderes. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Por ejemplo, el asunto del nacionalismo, ¿cómo surgió este lío?, ¿por qué se está manteniendo y atizando este asunto? Eso tiene solución. Los problemas sociales y políticos se pueden plantear en dos formatos: uno, el puro conflicto; uno vence sobre el otro, y así no hay solución; otro, el formato problema, que significa: vamos a ver cómo lo resolvemos. Tenemos una tradición nefasta porque hemos planteado siempre nuestros enfrentamientos en términos de conflicto. Pero ¿y si en lugar de aspirar a ver quién vence sobre quién nos juntamos para intentar hallar una solución al problema? Ahora la política española es nefasta. Solo se basa en la eliminación del contrario. Hay que destruirlo, calumniarlo, hacerlo desaparecer. Esto es muy primitivo y ahí entra en juego la educación. Hombre, ¿por qué no resolvemos esto de una vez? Y ese es el mensaje de “El Panóptico”. www.joseantoniomarina.net/el-panoptico
Necesitamos conocer para comprender y tomar buenas decisiones. Ω
OBRAS MÁS RELEVANTES
• Elogio y refutación del ingenio, Anagrama, 1992.
• Ética para náufragos, Anagrama, 1996.
• La inteligencia fracasada: teoría y práctica de la estupidez, 2004.
• La familia en el proceso educativo: estudio anual 2005, 2006.
• Anatomía del miedo: un tratado sobre la valentía, 2006.
• La recuperación de la autoridad, Versátil Ediciones, 2009.
• Las culturas fracasadas: el talento y la estupidez de las sociedades (2010)
• La educación del talento Editorial Ariel (2010).
• Escuela de Parejas Editorial Ariel (2012).
• Despertad al diplodocus Editorial Ariel (2015).
• "Historia Visual de la Inteligencia: De los orígenes de la humanidad a la Inteligencia Artificial" Editorial Conecta (2019).
• Biografía de la Inhumanidad (2021).
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