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Por Alberto Gómez Font
Una de las cosas que más sorprende a los recién llegados a Madrid es la cantidad de basura que hay en el suelo de los bares, especialmente en la parte baja de las barras. Ahí se acumula de todo, dependiendo del tipo de bar: servilletas de papel, palillos, huesos de aceituna, peladuras de gambas, conchas de mejillones, restos de pan y puede que hasta alguna que otra moneda, de esas que se nos caen y no nos atrevemos a buscar por miedo de coger una infección. Y si estamos mucho rato sin atender a lo que pasa cerca de nuestros pies puede darse en caso de que cuando miremos hacia abajo estos hayan desaparecido entre la montaña de basura.
Y lo más sorprendente del caso es que en la mayoría de los bares, pegadas en la parte baja de las barras, hay papeleras, y normalmente estas permanecen semivacías mientras que el suelo que las rodea está rebosante de desperdicios.
Si nos quedamos un rato en el bar y observamos a los parroquianos, veremos como es rarísimo el que se preocupa de echar la basura en la papelera, y también veremos cómo de vez en cuando, con cara de hacer algo de lo más normal y lógico, uno de los camareros o una señora de la limpieza barre y recoge los montones de papeles palillos y restos de comidas, a sabiendas de que tendrán que repetir esa misma operación unas cuantas veces cada día.
Cuando yo era pequeño y estudiaba la enseñanza primaria, en Colombia, teníamos una asignatura que se llamaba «Educación cívica y urbanidad» y recuerdo perfectamente que el profesor nos decía que nunca tirásemos al suelo en lugares públicos, en la calle o en el campo, nada que no tirásemos también al suelo dentro de nuestra casa. Y como resulta de en nuestra casa no se nos ocurría tirar nunca nada al suelo, pues tampoco lo hacíamos en otros lugares. Es una regla bien sencilla y a la vez bien contundente; no deja lugar a dudas ni a interpretaciones.
Bueno, pues parece ser que a la mayor parte de los habitantes de Madrid nunca les dijeron eso en la escuela, pues uno se resiste a creer que quienes tiran sus desperdicios al suelo en los bares, en la calle y en el campo, lo hagan también en sus casas. Y vemos otra vez que hay dos clases de personas: los que tiran la basura al suelo y los que jamás lo hemos hecho ni lo haremos y además nos sentimos incómodos cuando vemos que otros lo hacen. Ω
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