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Por Germán Pose / Fotografía: Carmen Millán
Ángel Poveda Baltanás (Viso del Rey, Ciudad Real, 1923) fue distinguido cartero de Pozuelo de Alarcón y el viaje de la vida le llevó a entregarse al sentimiento cristiano y a predicar la palabra de Dios por el mundo. Este 16 de abril cumple cien años y uno se asombra al estar a su lado. Su lucidez, su estado físico, su sentido del humor, sus firmes convicciones. Ejerce como “hermano” -no es sacerdote- de la Congregación de Cristo Rey de Pozuelo de Alarcón y recibe a Pozuelo IN en su casa con una energía y entusiasmo insuperable. Y nos cuenta su vida con la frescura de un muchacho emocionado.
—Cumple cien años en estos días de abril, ¿se esperaba vivir tanto tiempo?
Nunca me lo planteé porque como era algo que me lo tenían que dar hecho, pues eso.
—¿Se le ha hecho largo este largo viaje de vida?
No, al contrario, lo he sentido con ligereza. A veces me lo pregunto: ¿es posible que yo tenga 100 años? No me lo creo todavía, qué puedo decir.
—¿Qué dieta lleva para estar así, tan lúcido y saludable?
Pues mira, tomo paciencia muchas veces. Es la mejor medicina, y también ayuda lo suyo la palabra de Dios. Llevo más de sesenta años con la palabra de Dios a mi lado, dando cursos, charlas... he llegado haciendo esto hasta..... uff, hasta La Patagonia.
—Ha llevado hasta el fin del mundo su sentido de la palabra de Dios pero nunca tomó los hábitos, vamos que no llegó a ordenarse sacerdote.
Bueno, a ver, yo ingreso en Correos, por oposición, el 1 de enero de 1950 en Getafe, destino solicitado por mí. Allí en Getafe me pasó algo que debo contar: yo repartía cartas por la calle Magdalena, y no sé, algo me ocurrió un día, una sensación superior que me llevó a elevar mi sentimiento al Cristo crucificado, y me dije, uff, esto se pone raro. Porque si a mí me dicen que yo iba a estar entre curas y devociones varias el resto de mi vida yo les habría dicho que estaban locos, pero, quizá, el que estaba loco era yo.
—Usted no es sacerdote pero hizo los votos de pobreza, castidad y obediencia. ¿Nunca tuvo novias?
Las novias las tenía detrás en mi pueblo de El Viso, a ver, estaba rodeado pero, bueno, me fui liberando. Y al estar libre se lo dije al párroco y él me dijo, mira, vas a Pozuelo de Alarcón y allí haces unos ejercicios espirituales en la Casa de Cristo Rey -actual sede del Ayuntamiento- y yo la idea que tenía era irme al Amazonas de misionero. Entonces uno de los sacerdotes me dijo, sí eso está muy bien, pero ¿por qué no te quedas con nosotros a probar y luego ya veremos? Y me quedé, y estuve seis años cumpliendo mis votos.
—¿Y qué paso?
Algo muy interesante. Sufrí una especie de depresión, una enfermedad cuyo origen desconocía. Y hablé con el Padre Superior que había en Pozuelo y me dijo que lo mejor era que saliera del Centro porque, según, él, no me llamaba la vida religiosa. Y salí, y cuando me iba alejando del lugar me dijo: ¿tú sabes por qué te vas? Y yo le respondí: no. Y él me dijo: Dios proveerá, no te preocupes. Así que volví a mi oficio de Correos pero el Padre superior me sugirió que siguiera en la Casa y que a los tres meses tomara una decisión. Hice la vida en esa Comunidad como si no hubiera salido.
—¿Y qué ocurrió al cabo de los tres meses?
Pues yo le dije al Padre: Esto se ha terminado. Y él me preguntó: ¿tan mal estás aquí? Y yo le respondí: No, estoy muy bien. Y me dijo: Pues nada, hombre, sigue con tu trabajo en Correos y después haz tu vida aquí. Y allí seguí y me destinaron al departamento de valores.
—Por allí corría mucho dinero.
Y tanto, dinero en metálico, contante y sonante, de nóminas de muchas empresas. Entonces ocurrió un atraco muy sonado, se llevaron más de cien millones de pesetas de aquella época de principios de los años 60. Yo se lo había advertido al jefe de cartería: un día por el camino nos van a desplumar porque saben que llevamos mucho dinero. Y él restó importancia a mi advertencia: anda, anda, que eres muy exagerado. Y pasó lo que pasó. Y lo más sorprendente es que a mí no me llamó la policía para nada y no se investigó el asunto. Misterios.
—Entró a formar parte de la Comunidad religiosa con 30 años.
Sí, 30 años y un día, porque ingresé el 17 de abril de 1953.
—¿Qué aficiones tenía?
Cuando estaba en el pueblo jugaba en el equipo de fútbol, y no era malo. Jugaba de medio centro, como Toni kross. (ríe), aunque me decían que era muy duro y leñero. Y yo creo que tenían razón. El fútbol siempre ha sido otra de mis pasiones.
—¿Cuál es su equipo favorito?
Hombre.... soy del Real Madrid, claro.
—¿Y le dedica alguna oración a los merengues?
Ahora yo les digo, si perdéis, bueno, los rivales también se alegran, pero eso es ahora. Antes, no. antes les decía: tenéis que dar leña y no ser tan blandengues, hombre.
—¿Sigue al Real Madrid, ve los partidos?
Por supuesto, no me pierdo ni uno, además, no es un pecado.
—¿Le preocupa mucho pecar, nunca ha pecado?
Hombre, creo que no he sido toda mi vida trigo limpio. Sobre todo de joven. Y yo pienso que Dios me está diciendo que tengo que limpiar mi historial para subir a su lado.
—¿En qué se diferencia la vida que usted llevaba antes hasta que entra a formar parte de la comunidad religiosa?
Cambió como la noche al día. Porque, claro, yo era un joven mundano, me juntaba con los amigos y si había que beber se bebía y esas cosas... Cosas de jóvenes, que yo no era un monje, ni mucho menos. A partir de cierto momento mi vida entró en otro paisaje muy distinto.
—¿Por qué no se ordenó sacerdote?
Estando en La Patagonia compartí una semana de cuestiones bíblicas y asistía el obispo, me escuchó y me quiso ordenar, entonces yo le daba vueltas al asunto y no tenía claro que fuera, de verdad, lo mío. Y seguí mi camino hasta ahora, pero sin ser sacerdote.
—¿Por qué le daba tanto reparo ser sacerdote?
Muy sencillo, por un asunto fundamental para mí. Siendo sacerdote estaba claro que yo tenía que confesar a los creyentes, y yo no estaba preparado para eso. Me daba miedo confesar, miedo de verdad.
—Forma parte de la Hermandad religiosa de la Casa de Cristo Rey de Pozuelo de Alarcón, dígame, ¿cómo es un día en su vida? Y otro y otro....
Muy sencillo. Me levanto como cualquier hijo de vecino y me ofrezco a Dios, de forma natural. No me tiro diez horas con los brazos en cruz rogando y orando y demás, no. Con Dios se habla de manera más sencilla, igual que habla un hijo a un padre. Y cuando uno está solo, ¿sabes qué?, que puedes decir hasta herejías, porque Dios está contigo. Todos tenemos un ángel de la guarda, no?, pues yo con el mío discuto a menudo porque yo le digo: tú no me cuides como Dios manda, pero el día que yo suba arriba, en fin, tú te quedas en el paro -ríe-. Nos llevamos bien.
—¿Con qué se cabrea y enfada?
Antes sí, pero ahora no me enfado ni siquiera con el coletas ese, con Pablo Iglesias, -vuelve a sonreír-. A ver, no sé. Cristo en la cruz tenía un ladrón a cada lado, y uno de ellos decía, sálvate a ti mismo y a nosotros también. Tú no has hecho nada, pero nosotros hemos matado, hemos robado, y muchas maldades y fechorías, y estamos aquí con todas las de la ley. Y Cristo le dijo, yo también he robado, he robado el cielo, porque voy a estar con Dios en el paraíso.
—A estas alturas de su vida, cumple 100 años, ¿cómo piensa en la muerte?
Ahora no pienso en la muerte, no tengo miedo a morir porque los cristianos de fe nunca mueren, se transforman. Y con eso tengo bastante. El día menos pensado esto se habrá acabado y yo diré: bendito sea Dios.
—Mientras tanto sigue dando cursos, lecciones, conferencias, ¿eso le mantiene muy en forma?
Humanamente hablando, sí. Mira, yo tengo una angina de pecho crónica, fui al cardiólogo y llevaba la mosca en la oreja porque pensaba que cuando le contara lo que hago me iba a decir que tenía que dejarlo todo si quería seguir vivo. Sin embargo, al contarle todo el cardiólogo me dijo: tú no sabes lo que tienes, con todo lo que haces es mejor que si yo te mando caminar, medicamentos y otras indicaciones, así que sigue así.
—¿Cómo asiste al actual paisaje político que vivimos en España?
No entiendo cómo pueden dormir tranquilos algunos y algunas de estas personas que están gobernando. Quiera Dios que todos se arrepintiesen. Mira, estoy convencido de que hay muchísima más gente buena que mala, pero no sé qué pasa que no se ve. No me importaría dar una charla bíblica, hablar con los socialistas y comunistas, hablarles de la vida, de la pasión, de la naturaleza auténtica de las personas, lo haría sin ningún problema. Pero no soy político, en el sentido de activista. Hombre, nunca he votado al coletas, eso sí. Pero quién sabe.
—En esta Casa de Cristo Rey de Pozuelo de Alarcón hay mucha actividad, ¿cómo se puede apuntar la gente del pueblo para participar de estas actividades?
Esto está abierto a todo el mundo, los fines de semana se realizan ejercicios espirituales, charlas, conferencias. Lo hacen los padres del Centro y yo también.
—¡Qué piensa que le ha quedado por hacer?
Ni se sabe. Ω
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