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Cada vez que vuelve a Pozuelo se le ve feliz. Es una mujer que sabe adaptarse a todo tipo de circunstancias (no obstante, ha vivido en multitud de países con distintas costumbres y siempre ha salido airosa), pero se le cambia la cara cuando habla de Pozuelo. Diana Marugán es una joven periodista y actriz que por motivos del corazón (está casada con un piloto, también pozuelero), no para de cambiar de residencia. Desde hace unos años la tiene fijada en Filipinas y allí está enfrascada en la ayuda humanitaria y en dar cara a unos reportajes de la XXX
Vivió el tifón, tornado y huracán Haiyan en primera persona y sus crónicas las hemos podido ver en la cadena Mediaset o el diario El Mundo. Cuando se marchó a Asia por amor, no se esperaba encontrar trabajo tan pronto “y menos de periodista. A los quince días empecé a trabajar y ya presentaba un programa de televisión”, asegura Diana, quien ve el continente asiático “como un lugar en plena expansión, en crecimiento, donde hay muchas oportunidades”. Iba sólo por seis meses y ya lleva más de dos años y medio, aunque regresa a su casa cada tres meses para recargar las pilas. “Necesito venir para poder distanciarme y poder escribir sobre todo lo que ocurre allí, porque aún sigo involucrándome demasiado”, continúa.
“No sabemos la suerte que tenemos de vivir aquí”
Diana es una mujer a la que se le ve emocionada cada vez que habla de su vida allí. Tras el tifón, encontró en un orfanato a un niño desvalido y enfermo que había perdido todo y que necesitaba una operación urgente para salvar su vida. Los trámites burocráticos allí “son tremendos y paralizan mucho las cosas”, nos cuenta y continúa: “conseguimos que un señor nos ayudara económicamente para poder realizar la operación. Buscamos al médico que le extirpara el tumor, las monjas que dirigen el orfanato estaban encantadas con poder ayudar al pequeño, pero allí este tipo de ayudas no puede ir directamente a lo que quieras, sino que son ellos los que deben gestionarla, con lo que la operación se complicaba”. Tardó mes y medio en conseguir que se aprobara la operación.
Se nota que es una persona con mucha fuerza y alegría, pero cuando habla de lo que realmente sucede allí, a Diana se le transforman los ojos. Se le nota un atisbo de tristeza cuando relata la vida de Jonas, el niño al que, gracias a su ahínco y empeño, ha conseguido salvar. Pero no es solo él. Son muchos los niños que hay allí y que “son meras estadísticas”, asegura. No obstante, le vuelve la sonrisa cuando relata que el niño se ha salvado y que va a salir adelante, que tiene futuro. “Aquí se ve que los medios de comunicación son muy importantes. Gracias al reportaje que escribí para Yo Dona, hubo respuesta de gente de España que quería ayudar y así se consiguió salvar la vida del niño”, señala.
Es por eso y por otros muchos detalles que ha vivido tras el tifón lo que le hace reflexionar sobre la “suerte que tenemos los españoles de vivir aquí”. Enfatiza en el hecho de que “por mucha crisis que vivamos, ver cómo es devastado un país por un fenómeno de la naturaleza, ver que no hay agua, que los niños son abandonados en los orfanatos… es muy duro”.
Con un poco se ayuda mucho
Consciente de otras realidades, Diana sabe que su posición como comunicadora en esa zona le da la oportunidad de enseñar al mundo qué es lo que ocurre. Cuando vivió el tifón en un pequeño bunker que se construyó con su marido en su residencia estuvo en contacto permanente con su madre a través de las redes sociales. Al salir y ver la devastación que había ocasionado, empezó a moverse y a movilizar a todo el mundo. Lo hizo a través de su programa Make my trip de la cadena filipina RCTV (se puede ver a través de internet) y con las crónicas que envía a medios españoles.
Es consciente de que en un país extranjero tiene que medir sus palabras y calla mucho de lo que piensa y ve. “La sociedad de allí es como si regresaras al siglo XIX. No se puede hablar de derechos de los demás. Ellos van a lo suyo. Pero hay una cosa de la que no cabe duda: se volcaron inmediatamente con los afectados por el tifón. Mis amigos fueron los primeros en comprar comida y agua, en llevar camas y mantas a los orfanatos, en hacer todo lo posible para ayudar. A pesar de que la sociedad es un poco retrógrada, sí es verdad que han ayudado desde el principio”, asegura.
Además, colabora con Mensajeros de la Paz, que dirige el padre Ángel. Presentó para ellos la gala solidaria Ayuda a Filipinas “y ayudo en todo lo que puedo, porque su dolor y tragedia no puede olvidarse, no son noticia pero son personas que nos necesitan”, asegura convencida de que todos tienen que ayudar. Es la nueva mensajera de la Paz en Filipinas coordinando las ayudas que se envían desde su asociación.
Ahora, aparte de su labor benéfica, Diana acaba de terminar un trabajo para otra televisión en el que visita las cárceles de Cebú entrevistando a los presos bailarines (https://www.youtube.com/watch?v=oFsdT1JwkVk). “Es una forma para reinsertar a los presos de allí”, nos dice.
Regresar a Pozuelo
Diana tiene claro que en Filipinas es una privilegiada, que tiene una vida muy cómoda, pero siempre que tiene ocasión regresa a Pozuelo. Aquí ha pasado gran parte de su infancia, ya que su madre trabajaba en RTVE. El sitio que más le gusta es la biblioteca que hay junto a su casa, la Miguel de Cervantes. Además, conoció a su marido aquí. Al final, son muchos los lazos que unen con este municipio.
Por eso no duda en responder que “en dos años me veo en Pozuelo, aunque es verdad que ahora mismo no puede desaprovechar la oportunidad que tiene. Ahora valoro cosas de las que antes ni siquiera pensaba. Hablan de la contaminación de Madrid, pero no tiene nada que ver con la que hay allí. No obstante”, continúa, “es un país lleno de contrastes, tiene playas maravillosas, lugares infernales, gente muy buena, muy solidaria y muy unida”.
Pero ella lo que quiere es volver a España, a trabajar en televisión, en publicidad y por eso no deja de hacer sus casting. “Eso sí, on line. Si me sale algo, vengo. Además, hoy en día en el mundo todo está cerca. Con las redes sociales todo está a un paso. No hay distancias, sólo horas de avión. Con un vuelo estás en el sitio que quieres en un momento”, concluye. Y eso que no descarta irse a otro país.
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