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Alberto López Simón se ha hecho hueco en el cartel grande del planeta taurino a través del crudo viaje del arte y de la sangre. Cuerpo y alma fundidos en la extraña ambición de su ideal de torero. Compartí a su lado el precio de la gloria. Madrid, Pamplona, Azpeitia, Albacete, Sevilla… Sentí su aliento en el clamor de las puertas grandes y le tendí mi consuelo cuando se cruzaron las cornadas. Un chaval de un barrio de Madrid al que ya le aclama el mundo. Ahora vuelve a San Isidro con el marchamo de matador y artista fetén ganado a pulso en la arena. Gloria y muerte laten bajo el grana y oro de su piel Por Germán Pose
Lleva el aroma de Antoñete prendido de su toreo, ¿habló alguna vez con él?
No tuve esa fortuna. Muchas veces digo que llego tarde a todos los sitios. Echo mucho de menos no haber tenido la ocasión de conocer en persona al maestro Chenel, escucharle y mirarle a los ojos. También me hubiera gustado estar cerca de José María Manzanares, y no solo por el concepto que tenían del toreo sino, también, por su filosofía de vida.
Entre otras cosas, el maestro Chenel le habría mostrado su corazón madridista a un atlético como usted.
Bueno, ejem, ahí habría habido tema. Yo soy del Atleti y ese sentimiento está muy ligado a mi forma de entender el toreo. Yo no disfruto cuando me juego la vida delante de un toro, me entrego mucho, sufro y paso mucho miedo. Creo que es una filosofía muy cercana a lo que es el espíritu del Atlético de Madrid, sobretodo en esta última época del Cholo. El Atleti es lucha y sacrificio y eso, como decía el Cholo, es innegociable y el toreo va por ahí.
¿Y en qué se diferencia un torero atlético de otro madridista?
Ufff, no sé, hay grandes toreros en uno y otro bando, lo que pasa es que los toreros del Atleti nos hacemos notar más porque quizá somos más pasionales que los madridistas y como no ganamos todo el rato, cada vez que conseguimos algo damos más el cante.
¿Cuánto de mística “teresiana” existe cuando escucha el silbido de una cornada y no se inmuta?
Son muy pocos momentos en los que se llega a conseguir eso, pero cuando sucede es algo increíble. Ser capaz de abandonar tu cuerpo, evadirte del tiempo y el espacio y quedarte como una burbuja flotando en el aire dejando que fluyan tus movimientos. Es un estado de trance que conecta con uno mismo y, también, con el espectador. Previo a ese momento hay muchas horas de entrenamiento, de mentalización y meditación. Muchos paseos por el campo solo o acompañado de amigos íntimos.
¿Es necesario agarrarse a la religión para ser torero?
No tiene nada que ver. Yo creo en energías pero no me fijo en ningún dios, en ninguna religión. Muchos toreros, antes de hacer el paseíllo, se meten en la capilla más por egoísmo y el miedo que sienten que por una sólida creencia religiosa. Necesitan ligarse a algo y creer que hay un más allá, pero yo en lo único que creo es en el esfuerzo, la dedicación y el sacrificio.
¿Le domina alguna superstición?
No tengo supersticiones y cuando siento que alguna se quiere colar dentro de mí intento hacer todo lo contrario para sacudírmela. Lo terrible es cuando haces eso y ese día te sale todo al revés. A mí me gusta llevar la contraria, por eso comienzo el paseíllo con la pierna izquierda y me empiezo a vestir por el lado izquierdo.
¿Qué piensa cuando contempla a algunos futbolistas arrodillados en el césped y rezando antes de los partidos?
Respeto los actos de todo el mundo, hay muchos futbolistas religiosos y el rezo forma parte de un rito que les debe consolar. Si a ellos les sirve y les da más seguridad me parece perfecto.
¿Cuáles son sus referentes como torero?
Puedo decir que ahora mismo José Tomás me parece un mito, una leyenda viva del toreo. Y del pasado, Manolete, el mexicano David Silveti y, por supuesto, Antoñete.
¿Qué coincidencia ve entre el toreo clásico de maestros como Antoñete y en el de José Tomás?
Bastantes. Antoñete, José Tomás y Silveti han basado su toreo en la quietud y en el juego fantástico de sus muñecas. Toreros como Antoñete suplían sus deficiencias
físicas con el quiebro de su cintura y el vuelo de sus muñecas. Ahí está el toreo más puro y profundo. Y eso lo podemos contemplar en José Tomás y en Silveti, que tenía unos graves problemas de rodilla.
El griterío de la grada a algunos futbolistas les influye en su rendimiento, ¿cómo alteran a un torero los gritos de desacuerdo que llegan de los tendidos de una plaza?
Hablando de Madrid, de Las Ventas, se escucha todo cuando estás ante el toro. Conviene estar fuerte de mente para que esos comentarios adversos no te saquen de la faena. El profe Ortega, el preparador físico del Atleti, alguna vez me ha comentado lo duro que es jugar en determinados campos por la cantidad de barbaridades que suelta la gente. A mí también me han afectado esos comentarios contrarios, sobre todo en mi época de novillero cuando encabezaba el escalafón y ya te trataban de otra manera menos benévola.
¿Con qué se queda, con el aire a veces bullanguero y castizo de Las Ventas o con el renombrado silencio solemne de La Maestranza de Sevilla?
No se puede comparar a nada el silencio de admiración y respeto que se siente en Las Ventas cuando está ocurriendo algo grande en el ruedo. Y un ¡olé! seco de la plaza de Madrid es lo más grande del mundo. Sevilla es muy bonito, y todo lo que quieras, pero cuando Madrid está contigo uno se estremece.
La suerte suprema, el instante de cuadrar al toro para darle muerte, ¿tiene algo que ver con el momento de la pena máxima, que en el fútbol es el penalti?
Algún paralelismo hay. Muchos futbolistas lanzan penaltis a lo largo de un campeonato y los marcan, pero en el momento de una gran final, cuando un equipo se lo juega todo en ese lance decisivo que te puede dar la gloria o el fracaso para siempre, ese mismo futbolista falla el penalti. En el toreo ocurre lo mismo. Después de una gran faena hay que abrocharla con la muerte y ahí influye mucho la mente, la fortaleza síquica, el control de la ansiedad porque si fallas con la espada toda la obra anterior se puede venir abajo. Por eso es preciso un entrenamiento previo, pensar en el toro 25 de las 24 horas que tiene el día.
Un clásico de la literatura taurina del escritor Alberto Insúa, “La mujer, el torero y el toro” trata el tema de ese triángulo trascendental. ¿La mujer y el sexo influyen mucho en la trayectoria de un torero?
La cruda realidad es que una mujer necesita un tiempo y una dedicación que ahora yo no puedo dársela. Además, el toro es muy celoso y lo quiere todo para él.
Le llevaron las dos orejas a la enfermería tras su grave cornada del 2 de mayo del año pasado en Las Ventas y usted declaró: “Sin sangre no hay paraíso”.
Así es. Sin sangre no hay paraíso. Antes o después, si quieres alcanzar la gloria tienes que pagar el tributo con sangre. Todas las grandes figuras de la historia del toreo han pagado ese precio, y yo no voy a ser menos. Ω
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