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Por May Paredes
MM siempre me fascinó por su increíble fortaleza, por su belleza y su luz; también por su falsa fragilidad, que ella dominaba a su antojo. Desde su primera casa de acogida supo sacar de la desgracia una habilidad, manejaba el arte de dar pena o provocar deseo, jugaba con la empatía de una manera que resultaba irresistible no ofrecerle afecto cuando ella lo necesitaba. Sabedora de que su mente brillante era más poderosa que su imagen, lo que le hacía capaz de proyectar a su antojo lo que convenía en cada momento.
Su orfandad y desamparo la hicieron dulcemente manipuladora, como se deja entrever tanto en las grabaciones de sus sesiones psicoanalistas como en las cintas de el doctor Ralph Greeson. Ella se mostraba vulnerable y desamparada mientras coqueteaba sin pudor, ellos se enamoraban de ella y sus mujeres también, como los Strasberg o los Green. Necesitaba un hogar y siempre lo encontraba. Ella hizo posible que amasemos a Norma Jean tanto como a Marilyn.
Era una trabajadora incansable, a pesar de que fuese incapaz de llegar a la hora acordada al set de rodaje en condiciones y tardara siglos en salir maravillosa y entonada. A mí, que tomará pastillas, alcohol, sus abortos y sus pies de barro me hizo quererla más, una diosa llena de debilidades humanas que nunca escondió. Se mostró como ella quería que la viéramos porque su ego lo necesitaba y su inteligencia se lo permitía.
Cansada ya de pedir aumentos de sueldo a la Fox su rebeldía ante la tiranía de los estudios la llevó a abandonar Hollywood por Nueva York, donde llegó a crear su propia productora independiente junto a su fotógrafo y amigo Milton H Greene, pues era la única manera de interpretar los papeles que siempre había deseado, saliendo de ese personaje de rubia insustancial, que aun dominándolo como nadie, no la permitía demostrar que más allá del mito erótico había una actriz que siempre quiso ser la Grushenka de los hermanos Karamazov.
Cuando Netflix estrenó Blonde ya me chocaron muchas cosas, me alarmé y luego me tomé la molestia de ver la película, ignorando lo mucho que me iba a molestar. Primero, no ser una biografía decente como ella se merece, el hecho de estar basada en una novela prescindible y baladí. El libro “Blonde” de Carol Joyce es una ficción, que lejos de acercarte a ese personaje tierno, hambriento de cultura y extremadamente inteligente y sí, trágicamente vulnerable como lo fue Marilyn, es delirio de torpezas que hablan más de sus fantasmas que del personaje.
El proyecto en si es un descalabro y una falta de ética cinematográfica por parte de Andrew Dominik y del descerabrado que escogió a Ana de Armas para encarnar a la persona más carismática del siglo XX desde Hitler, una actriz disfrazada y carente del talento e inteligencia para semejante reto; o lo bordas o no lo hagas, ella debió valorar que iba a interpretar una ficción y no pensó que el personaje era ni más ni menos que Marilyn Monroe, la ignorancia junto a la ambición dan estos resultados, le venía tan grande… que resulta enojante su interpretación de MM tan complejo y rico, con talento hubiera podido convertir a Blonde en Marilyn, ella se disculpa por su atroz acento en inglés, pero habiendo nacido y estudiado en Cuba y con nacionalidad española, oírla hablar en castellano daña más el oído, su pronunciación es más parecida a un puertorriqueño ansioso de integrarse en esos EEUU que tanto los detestan. Ella se expresa en castellano con ese acento y te suelta un” you know” cuando todos agradeceríamos más un “ ya tú sabes, mi amol”.
Y sí puede parecer que me estoy ensañando y es que lo estoy haciendo, porque cuando acabó el bodrio Blonde, me sentí ofendida como espectadora y amantísima del cine como lo soy. Me pareció una sinvergonzada en todo su ente, no había nada salvable, ni siquiera esos planos imitando fotografías icónicas, no conseguí ver a Marilyn ni por asomo, es tan fiel a la novelucha que obvia a la verdadera MM, algo que ella desde luego la habría enfurecido. Le costó mucho crear ese personaje para que décadas después aparezcan una serie de mamarrachos, que no saben escoger un guión, una actriz que aparte de fusilar postales sepa transmitir y esa novela que es menos literatura, pese que a muchos aspirantes intelectualoides de mercadillo ahora mencionan a la autora sin saber de lo que están hablando en sus intragables y penosas redes queriéndose colgar la medalla, pero no todas son de honor y verdad.
Lejos quedaron personajes como Johnny Hyde quien la hizo la Marilyn que llego a ser , rechazando su propuesta de matrimonio porque le quería de verdad; el Miller miserable que no podía vivir tan cerca de la luz sin envidiarla. Tantas historias que no podremos ver en Blonde.
Pasado un tiempo y con la Fox suplicante, ella puso sus condiciones para volver a Hollywood y logró conseguir el papel de la adaptación de la novela “Bus stop”, de William Inge, dirigida por Joshua Logan como ella deseaba, por la que fue premiada con un Globo de Oro a la mejor actriz. Sobre MM hay muy buena literatura y grandes libros, ahora, los que han visto Blonde que se busquen la vida, como hemos hechos todos y conocerán y podrán componer el personaje de Marilyn.
Tanto se perdió en el camino, la amistad con Capote quien vivió atormentado viendo a Audrie Hepburn haciendo de su Holly, personaje escrito para ella, tanta vida más allá de los Lawford y los puteros Kennedy, que de casta les venía a los galgos, siempre quedarán las flores que DiMaggio enviaba a su tumba hasta el día de su muerte, tanta belleza y dolor que este insulto no era necesario. Y de los Oscar hablaremos otro día. Ω
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