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Miércoles 18 de marzo

19-03-2020 2:31 p.m.

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Texto e Imágenes: Ricardo Rubio

Hay un mapa de Madrid que no tiene avenidas, ni plazas, ni pequeñas calles donde refugiarse en días como estos.

Hay un atlas del mundo que no tiene países, no guarda espacio para la diferencia y nos transforma a todos en iguales.

Hay un lugar en cada uno de nosotros que nos convierte en vulnerables y a la vez invencibles. Y ese es un lugar común. Mas recóndito en unos y a primera vista en otros, pero iguales. Lo veo en los ojos de los autobuses, en las miradas del metro al subir las escaleras automáticas con ese pensamiento que se pierde en el infinito y no vuelve mas.

Es pronto y Madrid en hora punta huele a pueblo, suena a manguera de riego por las calles. Ese olor a barrio de cuando éramos pequeños y jugábamos en la tierra entre coche y coche. Ese rumor a pasos cortados por la arena de los desordenados parques donde perdíamos mañanas de colegio.

En aquellos días yo pensaba que Madrid era poco mas que mi barrio, Usera. En aquella calle, Marquesa de Silvela, se perdía la mirada hasta un fondo inconfundible de casas de ladrillo visto rojo. Mi padre me mandaba a por un litro de vino y un paquete de Sombra y yo que no llegaba a la barra me entretenía mirando los “boletos” que se esparcían por el suelo como un rasca y gana de la ONCE pero de aquellos años 70.

Ricardo, que así se llamaba el dueño de la bodega La Amistad, se asomaba y me ponía el recado. Yo salía pitando hasta mi portal  y subía los 4 pisos del edificio uno tras otro como el hombre bala. ¡Casa! y un portazo retumbaba en el bloque. "¡Subes como los caballos!, gritaba mi madre desde la cocina".

Ahora que mis hijos no están conmigo me acuerdo de estas cosas. Ahora que les echo de menos mientras espero que la UME aparezca vestida con trajes blancos y desinfecte la estación de Atocha, me acuerdo de ellos.

Pero nada mas lejos. La UME está en La Paz, al otro lado de Madrid. Esto de hacer guardia esperando nada es parte de la profesión. En estos dias aprovechas para mirar, contemplar despacio aquello que siempre está pero que la rutina oculta. Detenernos en esos fantasmas que hoy vagan perdidos por un Madrid desierto.

Menos mal que he traído café. Un termo lleno de conversación que compartir a la distancia adecuada con mis compañeros.

Espero a que Edu aterrice por la estación para compartirlo. Jesús está en La Paz. Sonreímos, nos contamos cómo esta Madrid. Recuerdo con el y mas tarde con otros compañeros que a Jesús se le han acercado varias personas anunciándole el apocalipsis: “Mañana cumplo 33 años y se  acabará el mundo, lo sé porque soy el mesías chaval”

-¿Quieres un café?– no, quiero un cigarro. Pues enhebra y continúa.

Mientras haces guardia pasan estas cosas.

Nos reímos porque nadie se ha sorprendido demasiado cuando las noticias anuncian que un meteorito de nada menos que 3 km se acerca a la tierra. Mientras dos vigilantes de Adif con total tranquilidad comentan: -no, si caerá aquí ya veras. ¡Con la suerte que tenemos…! y se ríen y ríen.

Quizás semanas atrás nos habriamos asustado pero hoy: ¡quién dijo miedo!.

Los chinos dicen que experimentan con una vacuna que puede funcionar. Y pese a los muertos (uno cada 16 minutos en Madrid el lunes) tenemos la esperanza de salir pronto de la crisis si todo funciona. Aunque cuando nos perdemos por el rincón del sofá sepamos que esto va a durar algo mas de lo que desearíamos.

Mercados, clínicas dentales, riders con sus bicis por las calles vacías… Toca replegarse a lo que requieran las noticias menos llamativas pero que necesitan sus imágenes. Hoy no ganamos el Pulitzer pero seguimos llevando hasta cada casa la realidad de lo que nos ocurre.

Human The Killers, David. Así vuelvo a casa hoy.

Echo de menos las entrevistas, tío. Los conciertos. La sonrisa que nos llevamos cada uno después de una mañana de preguntas o una noche de bolo. Espero que todo esté bien. ¡Tenemos pendientes tantas fotos...!

Por cierto me dice Damián que esta jodido porque se ha muerto algún familiar muy cercano de una de sus bandas y con esta historia del coronavirus no han podido salir a despedirle como se merecía. Desde esta conexión rara le mandaremos un abrazo enorme a el y a los Kitai, porque esos chicos que ahora están tristones por esta causa, se lo merecen todo. ¡Ánimo!

Atardece que no es poco que diría Jose Luis Cuerda. Carretera de Castilla, ya casi estoy.

Cuidaros, sonreír, asomaros al balcón que en nada paso por debajo de vuestras casas.

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