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Sábado 25 de abril

25-04-2020 9:09 p.m.

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Por Ricardo Rubio
Todavía nos quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la vida.
"En el camino" (1957) Jack Kerouac

Hay días en los que el despertador se retuerce antes que yo. No quiere sonar. No quiere soñar. Y lo miro con insistencia hasta que da la hora, mi hora.

No es ni mucho menos habitual que esto pase. El móvil suena y suena normalmente. Y vuelve a sonar. Y lo apago. Sin más. Pero llevo 37 días que no le dejo que suene. Lo miro una y otra vez. Y no le dejo.

Puente de Vallecas. Cerca “EL Hebe”. Mítica sala. No sé que habrá sido de ella. Oí que la cerraban hace muchos meses. Quizás demasiados.

La Parroquia de San Ramón Neonato está tan sólo a unos metros. De lejos me recuerda a los días de concierto. Una larga cola y una plaza llena de gente. Todos hablan entre si. Mascarilla por regla general. Los carritos de la compra esperando en fila. Vamos llamando. Acercaros por favor para hacerlo más fácil, grita un voluntario

El Padre José Manuel esta en su despacho. Como si fuera un ejecutivo de una multinacional atiende una tras otras las llamadas de teléfono. Ahora no se puede. Sobre las cinco estaremos disponibles. Recoge un pedido para el comedor social. Gracias. Muchas gracias. ¿Fotos? Venga estáis en vuestra casa. Apenas hemos dicho buenos dias.

Los bancos de la iglesia están llenos. Una persona por fila. Su carro de la compra en el pasillo, vigilante, esperando a ser llamado. Todos aprovechan el recogimiento que da una iglesia para estrechar su cabeza entre las manos o dejar libres los pensamientos por unos momentos. 800 personas pasaran hoy por la vicaria a recoger sus “pedidos”. Comerán.

Hay un comedor social cruzando la calle. Está a punto de empezar el servicio. Colocan las grandes ollas encima de las mesas. Albóndigas, guiso de cuchara y bocadillos. El comedor es pequeño. No caben todos por muchos turnos que se hagan. Alguien termina los zumos de naranja delante de una estampa de Cristo con la corona de espinas. Todos son voluntarios. Diferentes nacionalidades. Ninguno español. En la cola ya se juntan para entrar a comer más de una centena de personas. Lo que me alcanza la vista. En esta caso si hay bastantes nacionales.

Subo hacia la UVA de Vallecas. EL Padre Gonzalo Ruipérez es muy querido en el barrio de Vallecas. Se las sabe todas. Me recuerda mucho al querido Enrique de Castro: no sé nada de él, me dice, pero sé que anda en el tajo. Pues ya veis como estamos. 70.000 kilos de comida hemos repartido y seguimos. Llevamos años haciéndolo. La diferencia es que ahora hemos doblado la cantidad por semana con el Coronavirus. Pero ya no podemos crecer mucho más.

No me atrevo a mirarles a la cara. Me da cierto pudor. Por eso me escondo detrás de la cámara tan a menudo. La timidez, la incomprensión, la vergüenza que me da el mundo influye también mucho.

Cuando ves esto no puedes dejar de pensar en tu gente. Que estén todos bien. Que no tengamos que pedir permiso para seguir viviendo. Para seguir queriendo. No pienso volver a pedir volver a querer.

Aquí lo dejo. Estoy con la reserva. Hacen falta o unas caricias que te alivien la pena o una botella de ron que te la enturbie.

Ya no queda nada para llegar a casa. En lo que grito esta canción y ya. Un día más. Un punteo menos…

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