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Miércoles 25 de marzo

26-03-2020 8:44 p.m.

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Texto e Imágenes: Ricardo Rubio

Aquella casa estilo ibicenco se llamaba Samba. Tenia cojines de colores y unos asientos de ladrillo encalados en blanco. Sonaba Redemption song muy a menudo y lo regentaba Casanova. Buen nombre para un gigoló de finales de los 70 en un pueblo perdido de La Mancha.

En Valverde del Júcar nació mi padre. En él pasaba los veranos y muchos fines de semana. También Semana Santa y las Navidades. Pero esas no me gustaban demasiado porque él nos levantaba temprano a coger aceituna. Con ese frio traicionero tan de Cuenca que llenaba de rocío helado los olivares.

Por la tardes mi primo Javi y yo salíamos al Samba. Allí nos tomamos nuestras primeras copas. Y nos bebíamos a sorbos cortos a Alan Parsons, Bob Marley, Supertramp, Dire Straits etc... Tardes y noches de psicodelia donde igual nos arrimábamos a Pink Floid que a Mark Knopfler. ¿Como estas tío? -¡extraordinario!-. A sus noventa y mucho sigue así.

Desde aquel entonces la música ha sido una de mis pasiones. Ha marcado mi vida y mis recuerdos se organizan entorno a cientos de canciones.

Bien podría sonar “No woman no cry” ahora que  estoy en la puerta de esta residencia de mayores. De estar vivo con setenta y cinco recién cumplidos bien podría ser Bob Marley uno de los inquilinos. Aunque yo vea a Bob siempre joven. Con ese canuto de marihuana rondándole por las canciones. Con ese pelo de rastas y esa sonrisa de color marfil. Cuando murió con cincuenta y pocos nos dejo huérfanos de reagae. La música no encontró jamás a nadie como el. 

El cabo al mando esta hablando con una sanitaria muy preocupada. Al parecer ha sabido que la UME estaba aquí y se ha apresurado a decirles que en su residencia anoche murió una persona y que a esta hora (12:15 del mediodía) nadie ha venido a por ella. Lejos ya del sepelio, del dolor de sus cuidadores y familiares, la dignidad debería estar garantizada. La persona al mando se ocupa de elevar la petición a sus superiores y en 30 minutos está camino de la residencia para al menos valorar la situación e intentar resolverla. Las personas son el brillo de las empresas, de cualquier oficio.

La vida nos distrae, nos confunde, nos equivoca pero cuando se nos necesita siempre acabamos volviendo.

Que importante es escuchar. Tener la paciencia de mirar a los ojos al de enfrente y escucharle. No hablo de oírle sino de empatizar y dejar que por sus palabras broten las lagrimas contenidas, que por sus mensajes hablen las emociones y se limpien sus tristezas. Ayudarle a evocar un lugar de paz en su vida no es ni mas ni menos lo que acabo de presenciar. No se que final tendrá esta historia pero la paz ha vuelto a la cara de esa mujer intranquila y preocupada.

Vuelvo a casa pensando cuán importante es detenernos de vez en cuando, tener tiempo para los que queremos. Es de ley amenazar a ese olvido impropio y conmover al otro con una palabra, un abrazo, un gesto que delate nuestra ternura, que le haga saber que seguimos aquí.

Que bonito y a la vez que peligroso es el silencio. Encerrar nuestra vida en un cajón y tirar la llave al olvido. Y ver la llave cada día y negarte a cogerla, a abrir esa caja, ese lugar común donde algún día estuvimos nosotros. 

No dejemos que nos castigue el olvido. Abracémonos al presente y que la memoria nos acaricie de vez en cuando de manera delicada. Que los días organicen las montañas de pedidos que tenemos pendientes. Y que terminemos algún día por entregarlos.

Y que pensar en tí o en tí sea un ejercicio único de supervivencia.

Saber que estas aunque te hayas ido, es una de esas canciones que sonaban siempre en aquel lugar prohibido y que hacen bailar a mi memoria un día inquieto como el de hoy.

Por cierto, hace días que no hablamos. Ya sabes que ando por aquí, no tan cerca como siempre ni tan lejos como piensas. Llámame. Siempre hay un sitio, un lugar, un espacio para ti en lo mas profundo de mi alma.

Sigamos.

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