Javier Sierra, (Teruel, 1971), es un escritor cazador de enigmas y misterios que se acerca a Pozuelo IN al publicar su última novela “El plan maestro” (Planeta). Una obra, algo secuela de su gran novela “El Maestro del Prado”, en la que abre al lector ventanas invisibles para interpretar las obras del arte, para excitar su emoción y curiosidad. Sierra ganó el premio Planeta de novela en 2017 por “El fuego invisible” y es colaborador habitual del programa de Cuatro TV “Cuarto milenio”.

—Acabas de publicar “El Plan Maestro”, una novela sobre los misterios y los enigmas del arte, ¿cómo descubrirlos?

Yo me preguntaba si quedaba algo de esa función mágica del arte en el arte universal, desde el más antiguo de los orígenes de la vida. Ahí es donde empieza mi búsqueda.

—¿Cómo surge la idea de “El plan maestro”?

Fue a partir de un viaje con mi hijos, con mi familia a Cantabria,  Puente Viesgo, cuando acababa de terminar la promoción de mi libro “El maestro del Prado”. Hicimos excursiones a todas las cuevas rupestres y yo me lo planteaba, al principio, como una evasión cultural, y me dí cuenta de la agudeza de los niños en su agudeza a la hora de encontrar figuras que, en un primer momento, escapan del ojo humano. Los niños son capaces de mirar más allá de las cosas porque no tienen el condicionamiento intelectual que tenemos los adultos y usan esa capacidad que tienen de encontrar caras en las nubes, no sé, instantes que a nosotros se nos escapan, y me empecé a sorprender de la curiosidad y de la manera de observar de mis hijos. Las sorpresas se fueron encadenando una tras otra. Y empecé a anotar sensaciones hasta desplegar el texto de mi novela. Y no es un libro cualquiera, es un libro llave que te permite atravesar umbrales que no sabías, quizá, sentir que estaban tan cerca de ti. 

—¿En esta nueva obra ¿acabas lo que empezó hace 12 años con “El Maestro del Prado”?

Hay algo de eso. “El Maestro del Prado” fue una novela que terminaba en abierto y esto, a veces, es un pecado mortal. Pero , en este caso, este acto se convirtió en acicate para que muchos lectores se implicasen aún más en la historia y se lanzasen a buscar ellos mismos al maestro. 

—¿Hay una gran parte de juego en tu nuevo viaje artístico?

Sí, he jugado con lo que en el teatro se llama la cuarta pared, lo que no se ve ni que está detrás de todas las técnicas. En esta novela se intuye y el lector la atraviesa.    

—¿Nosotros, los humanos, de qué manera hemos sido conscientes del misterio del arte y de la vida?

El ser humano siempre ha sido consciente de que vivimos en un paréntesis entre misterios, el del origen y el del destino y sobre esa conciencia surge todo. Siempre me interesó esa frontera entre lo mágico y lo espiritual, entre lo visible y lo invisible. 

—Lo que ocurre es que no nos dejamos de hacer preguntas sobre el misterio de la vida, de la propia existencia.

Y siempre ocurrirá así porque la paradoja a la que asistimos cada día es que el ser humano cuanto más conocimiento tiene sobre las cosas más se pregunta sobre ellas. Y muchas de ellas no tienen explicación, se nos escapa.

—¿Qué podemos encontrar en “El Plan maestro”?

Una nueva manera de mirar el arte, pero que, a la vez, es la más vieja de las maneras, es esa aproximación que se tenía en el paleolítico con la pintura desde una perspectiva casi mágica. Trato de ofrecerle al lector un viaje por este origen mágico del arte y la pintura. 

—“El Plan maestro” también es un baile entre la historia y la ficción.

Es una novela muy de fronteras. Entre lo real y lo ficticio, entre el más allá y el más acá, que lo marca el arte, está la frontera que abre la imaginación, que no es visible, pero sí real, y ese juego me ha dado mucha capacidad de  desarrollo narrativo. 

—¿A qué juego invitas al lector?

Bueno, yo pretendía, desde la portada, que fuera una invitación a abrir los ojos, a cambiar la mirada, de ahí el tema tan icónico del ojo que te mira, que quise superponer a algo muy real, el fragmento de “El jardín de las delicias” de El Bosco, pero que solo verás si tienes la mirada del niño. Toda esa metaliteratu4ra, ese metalenguaje está muy presente.  

—¿Qué se pierde el escéptico que reniega al enigma de la vida?

La emoción. Cuando imponemos la razón sobre la emoción construimos ciudades, mandamos hombres a la Luna, tenemos telecomunicaciones, y eso está bien, pero dejamos de vivir. Cuando no hay emoción no hay vida. Un escéptico rechaza todo eso porque, en el fondo, tiene miedo. Se enfrenta a algo que no se puede pesar, medir, comprar ni vender y pierde esa fuerza vital. El escepticismo paraliza, cuando no crees en algo suspendes tu confianza y lo que sientes inmediatamente después es un efecto paralizante. 

—El misterio, un viaje extraordinario que a ti no te ha dejado de seducir a lo largo de toda tu vida.

Siempre fue mi fascinación, y ahí continúo. Todo es un enigma y hay artistas que se dieron cuenta de que el gran poder del arte es hacer visible lo invisible. A mí siempre fascinó todo lo que tiene que ver con el estudio bíblico. Por ejemplo, en el Génesis, cuando se habla del mito del diluvio universal, cuando Dios castiga a la Humanidad y solo advierte a un señor, a Noé, de la catástrofe que se avecinaba para que salvara a un animal de cada especie, pues bien, esa misma historia está contada al menos mil  años antes en tablillas cuneiformes sumerias. 

—¿Qué significa el arte para el ser humano?

Si no existiera el arte como una forma de religión no seríamos humanos. La curiosidad, el poder de la observación, el asombro. Por ejemplo, yo estoy convencido de que hay una vida después de la muerte, pero no es una vida como la que vivimos, es algo más poderoso, una vibración, la conciencia, que siempre sobrevivirá al ser humano. La vida es una vulgaridad cósmica, y no lo digo yo, está recogido este pensamiento en muchos tratados clásicos y científicos. También es probablemente una ordinariez la vida inteligente, yo también creo en eso. Otra cosa es que no hayamos sabido comunicarnos con el exterior. ¿pero cómo nos vamos a comunicar con una civilización extraterrestre si no nos podemos, siquiera, comunicar con nuestro perro. No es excepcional la Tierra, la Tierra es común, cuando cambiemos nuestra percepción no nos sentiremos unos elegidos.

—El artista pintor también narra una historia en cada una de sus pinceladas.

Un cuadro es un libro mundo que necesita ser interpretado. El arte no vale nada si no está acompañado de un relato, a veces no visible. Y un observador curioso también se siente observado por la obra que observa.

—¿Cómo has conseguido relacionar, a tu manera, cada uno de los cuadros que forman parte de la novela? ¿Cómo ha sido esa búsqueda?

Ha sido lo más divertido y lo más duro, porque es lo más doloroso. Todos los lugares y las obras los he ido a ver no una, sino varias veces, y la conexión no ha sido tan inmediata. Lleva un proceso. En el fondo, esa es la literatura de verdad. No la creas de manera industrial, la generas desde el asombro. Yo necesito asombrarme antes de escribir y es algo que no está asegurado, te lo encuentras o no, y hallar eso requiere su tiempo.

—El enigma del Universo, de la vida y de la muerte. ¿Qué es la muerte?  

¿Y si no existiera la muerte? ¿Es una interrupción?, vale, bien, pues la misma interrupción que había al principio de la vida. No conocer implica nuestra ignorancia. Los grandes problemas que tiene la Humanidad vienen de los listos, de los que saben que lo creen todo y nos quieren a imponer al resto el dogma, que es lo peor de las construcciones humanas.   Ω