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Porque yo he visto su sonris
Por Isabel Laws
Donar el pelo, parece algo tan insignificante, pero cuando ves esa sonrisa de una niña pequeña con su nueva peluca, esa mirada se te queda clavada para el resto de tu vida y quieres hacer todo lo posible para que millones de personas puedan ser testigos de esa felicidad que con tan poco, se transmite con tanta fuerza, bueno, por lo menos eso es lo que me pasó a mi.
En 2014, el cielo recibió un regalo muy especial y fue un ángel que estuvo peleando durante mucho tiempo, Ale. Cursábamos 3º de la ESO, cuando le diagnosticaron leucemia y como pasa en muchos casos, se pierde el pelo con las sesiones, pero la sonrisa de Ale seguía ahí. Iba a su casa a pasar la tarde y hablábamos de nuestras cosillas, como cualquier adolescente: cole, deberes exámenes, chicos… nos encantaba pasar el rato juntas, hacíamos velas, que la sigo teniendo en mi habitación; otro día cuando llegué a su casa y la vi, supe que algo había diferente porque la sonrisa que tenía se podía ver a kilómetros y era simplemente diferente y preciosa, al ser pequeña yo, no me di cuenta inmediatamente pero enseguida me lo dijo y yo solo recuerdo pensar que yo también quería donar mi pelo. Toda esa tarde lo pasamos genial, hablando sin parar y haciendo papiroflexia.
Pasan un par de años y cada vez me veo más involucrada en temas sociales pero quería hacer otra cosa, algo que supiese que iba a hacerme estar completa por dentro. Empiezo a seguir la cuenta en Instagram de la Fundación Aladina y me di cuenta de que me encantaría encontrar una manera de poder regalarle algo a estos niños guerreros, y de repente me di cuenta de que ese sería el momento perfecto de donar el pelo, y aunque puede que nunca vea mi pelo convertido en una peluca, por lo menos sé que alguien va a tener esa misma sonrisa mágica que yo un día vi en mi mejor amiga. Así que decidí crecerme el pelo. Tardé un año y medio, casi dos años en crecérmelo porque siempre lo había llevado cortito. Finalmente llegué a los 30 centímetros, después de todo estos años, ¡por fín había conseguido crecérmelo!
A comienzos de agosto, mi abuela que tenía un cáncer muy fuerte, empeoró y me doy cuenta de que este era el momento de hacerlo, en su honor y en el de todas las personas que han tenido cáncer. Durante todo este rato, mi familia sabía que yo quería donar el pelo, pero no sabían que quería donarlo tan pronto; yo ya me había acostumbrado a mi pelo largo y cada vez que le preguntaba a alguien si me lo debía de cortar, todos me decías que me esperase, pero siendo yo tan impulsiva, decidí meterme en la página wed de Mechones Solidarios y buscar una peluquería cerca de casa. Cuando la encontré me fui, sin decírselo a nadie, me fui a donar el pelo. Me fui a la peluquería Kubi. Cuando llegué me recibieron genial y se pusieron muy contentos de que fuese a donar el pelo. Me sentaron en una silla, me pusieron la capa de Mechones Solidarios, y sin pensarlo dos veces me lo cortaron por encima de los hombros, con el primer corte me emocioné al recordar todos los momentos que he tenido tanto con Ale como con mi abuela. Me empezó a cortar el pelo más y más, ya no había vuelta atrás, al final acabé donando 30 centímetros. Cuando acabé me dieron un diploma y me fui feliz a mi casa a sorprender a mi familia. Todos estaban muy sorprendidos al verme y contentos de lo que había hecho.
Con esta historia breve me encantaría motivar a mujeres y a hombres de que esa sonrisa que tienen todos estos luchadores es irremplazable y única; es un regalo que les podemos dar en uno de los momentos más difíciles de sus vidas. La sonrisa mágica es lo que merece la pena. Ω
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