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Germán Pose, periodista y escritor, es el protagonista de nuestra entrevista por su último libro publicado: La mala fama, una serie de relatos en los que podemos encontrar 16 vidas que ocuparon las páginas de aquella época.
Supervivientes de una época de transición, drogas, alcohol, muertes…y que de la manera más íntima, le abren su corazón a un amigo que viajó con ellos. Las fotografías del libro, de Ricardo Rubio, muestra el presente de los personajes, dotando los relatos de vida.
Conozco personalmente a quien entrevisto y se le podrían adjudicar muchos adjetivos, pero entre todos, me quedo con su autenticidad.
—Germán, para todos los que no han leído el libro ¿Qué nos encontramos?
La historia de 16 chavales, que con toda la inocencia y ganas de vivir, a los 20 años de edad, entran en los años 80 en Madrid, una ciudad desplazada hasta ese momento y que empieza a convertirse en un hervidero. Estos personajes que hacen este viaje conmigo, son testigos directos de una época contada por los actores secundarios.
—¿Dónde empieza tu historia?
En los 60, año en el que nací. Éramos niños que nos criamos en la calle, era nuestra escuela, aunque sea un tópico decirlo. Teníamos toda la inocencia, allí aprendíamos a amar, a jugar, a ser pícaro, justo y malo y aprendías el sentido de la amistad que solo se da ahí, en ese momento.
—Dices que no va sobre la movida, pero lo cierto es que trascurre en los 80.
No es una obra sobre la movida, la movida es una escala más. Efectivamente es un periodo en el que confluimos.
—¿Cómo viviste el nacimiento de aquellos años?
Madrid era un sitio desolador, lleno de descampados que empezaba a crecer. Viví una época en la que Madrid se nos abrió de piernas, con tan solo 20 años y toda la energía del mundo. Empezamos a recibir información distinta, musical, literaria…estaba la mierda de ETA, con una situación de desigualdad social importante, pero entre toda esta tormenta de soles y sombras surgió una historia en una zona concreta de Madrid.
—¿Fue única esa historia vivida en esos años?
Ahora hay otras historias pero como esa es difícil. Fuimos los que creamos Madrid.
Una época en la que se vivieron cambios, vivimos al máximo y probamos todo.
La movida es una marca.
—¿Cómo era esa juventud?
Éramos brutos pero cada uno se fue cultivando a su manera, no era fácil estudiar en una casa de 60 metros cuadrados con seis de familia y salir airoso. Jilipollas hemos sido siempre en diferentes niveles pero éramos gente saludable, teníamos inocencia y compañerismo, había una ley de la calle.
Con 19 años y toda la energía del mundo nos drogábamos con todo, sobre todo con anfetas, aunque también estaba la heroína y para los que podían la cocaína.
Vivimos el doble que cualquiera porque no dormíamos prácticamente. Salíamos todos los días de fiesta, nos empapábamos en cultura y disfrutábamos de todo lo que la vida nos ofrecía.
No había desinformación sobre las drogas en aquella época, muchos quedaron en el camino por vicio y por mal uso. Una pérdida es demoledora pero lo que no se concibe es que se te marche tu amigo con 22 años por que no es natural, es una pena muy honda.
A día de hoy se me siguen muriendo amigos pero seguimos creyendo que somos unos críos, que somos amigos.
El denominador común de todos eran las ganas de vivir, menos a Tesa pero por curiosidad de saber lo que es la muerte, que no dejan de ser ganas de vivir.
—¿Y esa época?
Era una época libre, en la que en un mismo lugar estábamos mezclados los rockerts, los mods, los gays, los negros... todo eso enriquece. A partir de que todo se convierte en guetos, cada uno va con su grupo.
Es una época más de mi vida en el que todos vivimos lo suyo y luego buscamos nuestro sendero. Lo triste era ir 8 en un seiscientos y a Cullera, era una época gris
La movida empezó siendo una película en tecnicolor y acabó en blanco y negro.
—¿Y las familias?
La relación con la familia era prácticamente nula, a tu padre casi no le conocías, estaba todo el día trabajando, era tu madre quien te esperaba en casa. En cada casa de esos chavales había sus tramas e historias muy delicadas e importantes.
Mi familia vivió fatal aquellos años, mi madre me decía,¡ Pero Germanín qué hay abierto a estas horas!. Luego había otros que sus padres eran más liberales.
—¿Cuándo empiezas a escribir la historia de estos supervivientes?
Empecé con una serie de relatos de 16 capítulos que se llama el "Estadio Mental", relacionados con el mundo del deporte pero con divagaciones, que termina con el relato de "Final entre Fantasmas", cuando me acerco a la tumba de mi padre con un transistor bajo la lluvia a escuchar la final de la Champions entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid.
Le presento este proyecto al Estado Mental y le explico cuál es mi idea, que se basaba en el relato de unas vidas con mucho que decir en una época crucial y desmelenada.
Cómo nacen, cómo se cruzan y por supuesto cómo sigue la película, por eso la foto que encabeza cada relato es la actual de cada personaje, porque cuento en primera persona de dónde me creo que vengo, dónde creo que he estado, que alguno se acuerda a su manera y dónde me creo que estoy.
—¿Tu intención era escribir el libro?
En el momento que empiezo no había intención de libro, empezó para ser una serie que se llamaba la "Mala Fama", llamado así, además de ser un título bonito, porque es el nombre de uno de los garitos más representativos, un bar en el que pasó de todo, allí estaba Alberto García- Alix, Ana Matías, Kiko Rivas, se crearon los Centuriones…
—Y llega la llamada de la editorial ¿Cuál fue tu reacción?
Llevando siete u ocho capítulos, recibo la llamada de la editorial y me propone hacer el libro. Puff es mi primera reacción, con gran sorpresa. Me costó mucho explicarles que no era sobre la movida, que era un relato histórico madrileño sobre brujas, princesas, camellos y reyes.
—¿Por qué estos personajes?
Porque faltaba el relato de aquellos personajes de segunda fila, los de primera ya están muy trillados.
Necesitaba ese testimonio más oscuro y libre.
—¿Qué tal fue el reencuentro con los protagonistas del libro?
Nunca he perdido el contacto con ellos, solo hay uno con el que nunca tuve relación. Me puse en contacto con algunos personajes pero prefirieron no salir, decían que ahora su vida era muy distinta y que no les gustaría que su familia supieran de su viaje.
—Son relatos impactantes, profundos, efectivamente oscuros ¿Costó que te dieran su confesión?
Yo estuve al lado de ellos en aquella época y por eso me han contado su historia y se han abierto, no hay ningún elemento de ficción, todo es cierto. No eran entrevistas, eran charlas.
—¿Ha sido un trabajo duro?
Ha sido un viaje duro, era complicado que esto lo hiciera alguien de fuera de este mundo. Nosotros podemos estar callados y entendernos y al final me han entregado su corazón, les agradezco su franqueza y su valentía y por eso les he querido dar la primera voz. Quería empezar cada relato con una fotografía actual de cada uno de ellos y enseñar el presente.
—Y ahora tú, Ricardo, ¿Cómo ha sido tu experiencia como fotógrafo?
He vivido con Germán una experiencia muy intensa, pasional y maravillosa. He disfrutado mucho de cada personaje, hemos compartido los huecos que existen en una realidad compleja que deja espacios a momentos vibrantes que nos sorprendieron e hicieron entusiasmarnos. Vidas que podríamos haber vivido cualquiera y que Germán plasmó con ese oficio que sólo tienen los grandes escritores.
La Mala Fama será un libro de cabecera para muchos que no vivieron aquellos días.
—Unas fotografías maravillosas ¿Te resultó difícil plasmar a cada personaje?
Hubo poco tiempo para los retratos. Son más bien un instante dentro de una conversación, palabras fijadas en forma de fotografía que se hacen inmortales. He intentado plasmar la esencia de los relatos en cada retrato, que cuenten, describan y resuman ese torrente de experiencias que les ha dejado la vida durante estos años.
—Germán ¿Quién te ha faltado en este viaje?
Me hubiera encantado sacar a Jorge Berlanga de estar vivo, pero hubiéramos estado siete horas jajaja. Éramos muy amigos.
—¿Y a quién destacarías?
Hay tres que si fueron protagonistas en esa época:
Jorge Ilegal, porque me interesaba la historia de un bárbaro del norte, un artista que ya lo era cuando aparece en Madrid en el Rock Ola.
Johnny Cifuentes de los Burning, una banda que rompió con el rock heavy y empezaron a hacer canciones de amor, eran pop, muy castizos. Ahora aparecen de nuevo como un referente.
Y por supuesto a Antonio Bartrina, fue una figura por chulo, torero y valiente, que se metió cantando tangos con chupa de cuero. Era el alma del bar El Salero, donde confluyeron muchos músicos y donde se fundó el grupo Malevaje.
—Una vida muy intensa ¿Cómo miras atrás?
Cuando pienso en el pasado tengo sentimientos de todo tipo, hay cosas que me perturban pero cada decisión marca tu destino. Estábamos donde estábamos cada uno con sus cualidades y sus capacidades, virtudes y defectos y cada decisión era peligrosa, de ahí el valor de lo vivido. Cuando uno es consciente de que ha metido la pata, vive momentos de tormento y cargas con el peso de lo que pudo ser y no fue.
Nos hemos dispersado mucho, antes salíamos todas las noches y a veces empalmábamos, por eso podemos decir que hemos vivido más, casi no dormíamos. Luego vas creciendo, tienes trabajo, te casas... y ya nos vemos en celebraciones que provocamos. Echo de menos esa época pero se viven otras historias en la ruta y seguimos.
—Una época de excesos, ansia, ganas de todo, descubrimientos y dramas ¿Te han pasado factura todas esas vivencias?
En primer lugar y de lo que más lamento es perder la inocencia, a veces hago esfuerzos por engañarme, porque cuando esto ocurre, te emocionan menos cosas, crees menos, te conviertes en un escéptico casi insoportable o lo que es peor irónico, no perdida del todo. La muerte está siempre delante de nosotros.
Todos seguimos nuestro camino, el mío fue el de la escritura y el periodismo. Formalizado a mi manera y sin adicciones, ni siquiera al tabaco, aunque fume, quizás una castellana de vez en cuando.
—¿Y dónde nos encontramos ahora?
Estamos en una sociedad de codicia, donde la mayoría roba, con la esperanza prácticamente perdida y una falta infinita de gracia. Hay un extremismo de lo políticamente correcto y una gran ausencia de risas naturales.
Germán Pose, empezó en Diario Pueblo en el 83 realizando prácticas, pero al poco tiempo descubrieron su gran potencial y se pone a las órdenes de Arturo Pérez Reverte, a los tres meses se hace reporteros de sucesos.
Pasó por Antena 3 radio. Aprobó las oposiciones de Radio Televisión Madrid, entrando en Onda Madrid con grandes como Jesús Hermida y Alfonso Ussía. Durante muchos años, su casa fue Telemadrid. Para él, el mayor comunicador ha sido Pepe Navarro con el que trabajó. Siempre enamorado de la radio y el papel y de ahí que la época con la que más cariño recuerda es cuando estuvo en Diario Pueblo, siendo un chaval. Su primer artículo publicado, el cual conserva, lo escribió para La Voz, una serie de periódicos de distrito.
Autor del libro ¡Rafa, no me jodas!.
Un rebelde con muchas causas pero que según sus propias palabras, se quedarán en tres con el paso del tiempo, que piensa que cada día se aprende y que somos el lastre que vamos llevando.
Constantes risas en la entrevista, lo que le lleva a preguntarme entre más risas ¿Pero qué tipo de entrevista es esta?.
Piensa más rápido de lo que habla, su mente no para, una mente privilegiada. Que aunque se arrepienta de su falta de inocencia por lo vivido, en parte la sigue conservando. Que todo ese compañerismo y amistad que aprendió en la calle no se le ha olvidado y son claves en su manera de vivir y posee una mirada que puede expresar a la misma vez, la pasión, la tristeza, la alegría, la experiencia y el tormento de todo lo que ha vivido.
La mala fama, un libro, que dejará huella a todo aquel que lo lea, viviera esos años o le llegaran tarde. Porque son relatos inéditos de vidas que difícilmente podríamos imaginar si no hemos estado allí. Ω
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