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Digo yo que será mejor pelearse por quién pone más luces que por quién arroja más oscuridad en un mes tan declaradamente invernal... Por Juan Carlos de Laiglesia
Que al alcalde de Vigo le salió bien la jugada parece claro, y que las de Madrid se encendieron con algo de retraso y mofa, también. Es increíble cómo discutimos ya por todo, cómo cualquier asunto festivo acaba en trifulca y navajeo verbal o de los otros. Por mí este 2019 tan incómodo de pronunciar y con tantos números impares se puede largar ya a tomar viento. Necesito respirar a pleno pulmón y hacerle a los Reyes de Oriente la carta más pedigüeña que se me ocurra, aunque deberíamos pedirnos más a nosotros mismos que, como paisanaje, últimamente dejamos bastante que desear.
Nada cambia si no cambiamos todos y cada uno.
Por ejemplo, podríamos intentar no tener envidia en todo 2020.
La envidia es “sana” pocas veces, normalmente corroe y empequeñece. Me dice el flamante ganador del Premio Planeta Javier Cercas que ya le criticaban la misma noche que fue premiado. Claro que nadie había podido leer aún su novela, pero sólo por ganar algunos colegas suyos ponían en duda sus méritos a primera hora. Tal vez olvidaban que también tuvieron alguna vez ese premio irregular y comercial gente como Camilo José Cela, Muñoz Molina, Vargas Llosa, Eduardo Mendoza y un largo etcétera. “Son cosas de la vida literaria”, dijo Cercas. “O de la envidia literaria”, repuse yo. Solo sé que devoré la novela de Cercas, “Terra Alta”, en veinticuatro horas y que es tan adictiva como la “Patria” de Aramburu.
Tampoco debe darnos envidia que Pedro Almodóvar tenga garantizado el éxito (o al menos el eco) haga lo que haga. Toma unas cuantas fotos y se lo rifan las galerías; le da por emborronar los lienzos del pintor Jorge Galindo, y ¡hala!, megaexposición en el espacio Tabacalera hasta el 26 de enero. El manchego es como un Midas aunque reconoce que en la pintura no es tanto “el p… amo como en el cine”. En otro tiempo tuve la ingenuidad de escribir lo que pensaba de él y reaccionó con una crueldad tan inaudita que ahora me alegro de no estar en su punto de mira.
Es momento de que cada cual asuma lo que le produce envidia y lo supere, porque envidiar es una pérdida de tiempo que deja secuelas negras en el corazón. Aunque no soy futbolero, si tuviera que elegir un equipo sería madridista porque me crié cerca del Bernabéu pero tengo tantos amigos colchoneros que me alegré por ellos al contemplar la grandiosidad del Wanda Metropolitano. Mira que me caía mal Gil y Gil y todo lo que representaba pero esa especie de nave espacial levantada sobre la Peineta deja boquiabierto a cualquiera. Sobre todo el vestuario, oye, que parece un pub inglés de alto standing. Las luces bajas de ese recinto circular invitan a conversaciones pausadas, casi al recogimiento. Nada que ver con los cambiarropas de gimnasio que uno conoce. Cada jugador tiene allí un butacón de cuero negro donde se sienta para cambiarse tras descolgar su lujosa camiseta personalizada de una luminosa vitrina. La pulcritud ambiental incita a pedirse un whisky de malta muy añejo e intercambiar confidencias más que a estirar músculos. Es como los camerinos para estrellas del rock que se concentran antes de un concierto masivo, y tiene su lógica porque los jugadores despiertan en su afición esas mismas pasiones.
En el momento álgido de la visita, el guía se sitúa en el centro del vestuario, reclama silencio y, cuando no cabe más clímax, con voz queda y gran reverencia, desvela: “aquí es donde el Cholo Simeone se dirige a los jugadores antes del partido” como diciendo: “no se lo contéis a nadie o “confío en que sepáis valorar esta experiencia única que tenéis el privilegio de estar viviendo”.
Imagino el flash que será pasar de esa íntima sacristía pagana al verde gigantesco y al griterío de un Wanda hasta la bandera.
Entre la envidia y las luces, en Diciembre apuesto por las luces, por sentir alegría cuando a los demás les pasa algo bueno y el optimismo que me transmite Emilio Ontiveros, un cerebro económico a quien, además, entiendo cuando habla. Me asegura que si viene otra crisis será menos grave que la anterior porque los bancos han aprendido la lección de 2008 así que no me dejaré llevar por el pánico.
Aunque el nuevo plantel del ayuntamiento de Madrid me caiga fatal, veo estupendo que Andrea Levy se haya pasado por El Sol (¡ya era hora!) de la calle Jardines a ponerle una placa “en reconocimiento a su labor como lugar de referencia de la música en vivo”. Me alegra por la ilusión que les hace a sus encantadores dueños que han estado a la altura celebrando este año los cuarenta ininterrumpidos de marcha en el centro de Madrid. No es mala cosa que las instituciones se dediquen a homenajear, reconocer y premiar. Incluso se habla de un “Museo de la Movida”, lo que me da más repelús porque aquello fue un movimiento espontáneo de muchos individuos y la política nunca tuvo nada que decir al respecto por mucho que Tierno Galván se empeñara en capitalizarla. Tierno sería un gran profesor pero la cultura pop le interesó bien poco. Le recuerdo inaugurando un parque con el nombre de “John Lennox” y hablando de la música “jak”. Dicen quienes le conocían de cerca que aquellas eran puras maldades de sabio, como bromas privadas para él mismo, pero no tenían demasiada gracia y si encima camuflaban arrogancia se las pudo haber guardado.
Ay, ya estoy diciendo cosas negativas… si es que no aprendemos. Bueno, pero esto no es envidia así que he llegado al final de este Mirador sin mostrar inquina contra nadie.
A todos los lectores de Pozuelo IN les deseo unas Navidades perfectas y un año próximo pluscuamperfecto. Y que los Reyes les traigan muchas cosas… o más bien solo una, pero importante. Ω
12-05-2021 3:48 p.m.
11-11-2020 12:37 p.m.
06-02-2019 8:37 p.m.
10-12-2018 8:24 p.m.
10-07-2018 10:31 a.m.
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14-06-2016 10:14 a.m.
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