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YIYO, PRÍNCIPE DEL TOREO, “REVIVE” EN POZUELO

12-02-2023 12:56 p.m.

Peña Seis y Medio Pozuelo
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La memoria del genial torero madrileño, José Cubero, “Yiyo” revoloteó en la noche del sábado por los gélidos aires de Pozuelo. Su recuerdo convocó a un buen número de personas en la sede de la Peña Seis y Medio con motivo de la presentación del libro “Por siempre Yiyo”, de Alfonso Santiago.

Por Germán Pose - José Cubero “Yiyo” murió de una cornada de un toro de Marcos Núñez que le atravesó el corazón en el ruedo de Colmenar Viejo una aciaga tarde del mes de agosto de 1985. Fue el trágico colofón a una faena excelsa, llena de hondura y arte, valor efervescente. Llegó a estoquear al toro pero en un segundo le “perdió la cara” y Burlero, que así se llamaba el burel le clavó el pitón en el pecho y le partió el corazón al muchacho. Los dos, toro y torero, quedaron muertos sobre la arena. Quien esto firma fue testigo directo del fatal suceso desde uno de los tendidos del coso madrileño junto a una amiga que “debutaba” en los toros y cayó quebrada en mis brazos por el espanto de la escena. Y cómo sollozaba de dolor Antoñete en la enfermería. Aún hoy, casi 40 años después, aún se estremece la mujer al recordar aquel suceso. 


Ese día, 30 de agosto de 1985, El Yiyo fue llamado con urgencia al caerse del cartel Curro Romero, que no se había recuperado de un percance reciente. Junto a él hicieron el paseíllo José Luis Palomar y Antonio Chenel, “Antoñete”.  Yiyo, a sus 21 años, ya era figura del toreo, sus maneras con capote y muleta, su forma de andar ante el toro, su concepto clásico y exquisito del arte de torear lo fue derramando desde su etapa de iniciación en la Escuela Taurina de Madrid.


Aquella fue una generación de torerillos geniales, únicos, magníficos, lo nunca visto. En la emotiva velada del sábado los matadores de toros Julián Maestro y Lucio Sandín se encargaron de sacudir casi entre lágrimas la memoria de su compañero y amigo Yiyo. No en vano, los tres, Yiyo, Maestro y Sandín, fueron conocidos como los “príncipes del toreo”. Daba gusto verles actuar ante los toros, con una pureza invencible, con una hondura y unas formas ya olvidadas. Esos tres torerillos devolvieron al aficionado los aires mágicos de Belmonte y Joselito, Manolete, Ordóñez, Curro Romero, Paco Camino o el Viti. Casi nadie al aparato.


Eran los príncipes del toreo a sus 18 o 20 años. “El Yiyo nunca debió aceptar la sustitución por Curro en aquella corrida porque ya era figura del toreo, y una figura no toma sustituciones”, se lamentó Lucio Sandín, otro matador de maneras mágicas a quien un toro le arrancó un ojo de una cornada. Sandín toreaba esa tarde negra en La Maestranza. “Cuando me dieron la noticia me quedé agarrotado y me puse a llorar en el patio de cuadrillas. Hice el paseíllo como hipnotizado”, recuerda Sandín. 


Julián Maestro, un torero tan exquisito como frágil de alma y espíritu, compañero de fatigas y glorias del Yiyo, tuvo que abandonar el oro por la plata y hacerse banderillero. Él, Maestro, todo un príncipe, pero así es la vida de absurda y cruel. Y ahí estaba, dando la cara ante los asistentes al acto de la peña 6 y medio. “Una tarde, de banderillero, sufrí una grave cornada, el médico me dijo que me había salvado por unos milímetros y yo pensé que quien me había salvado fue mi ángel de la guarda, mi amigo El Yiyo”, confiesa Maestro emocionado.


El acto giró en torno a la figura de Yiyo a causa del libro “Por siempre Yiyo”, del periodista Alfonso Santiago, de Canal Movistar Toros. “Yiyo era un torero excepcional, si no hubiera muerto aquella tarde la Fiesta habría cambiado mucho”, reflexiona Santiago. “Era un adelantado a su tiempo”, prosigue, “estaba pendiente de todo, lo llevaba dentro, en los tentaderos se quedaba fijo en cualquier mínimo defecto de una vaca, de lo que fuera”. Para Lucio Sandín, “Yiyo tenía un amor propio y una capacidad increíble, era sin duda el número 1 y habría dado un buen revolcón a la Fiesta si no hubiera muerto tan joven”.

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