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Richart Arley Herrera Herrera es un joven tatuador colombiano, vecino de Pozuelo de Alarcón desde hace un par de años, quien, a pesar de su juventud, 30 años de vida le contemplan, lleva pegado a su piel un viaje de existencia tan espectacular como escalofriante. Esta es su historia.
Por Guillermo Rubio / Fotografía Ricardo Rubio - Richart nació en Armenia, un pequeño municipio de la capital del departamento de Quindío, situado en el Eje Cafetero de Colombia. Fue criado por su madre y su abuela, la mayor parte del tiempo en Bogotá y Medellín. “Mi padre falleció en uno de los terremotos de Armenia, junto a toda su familia, poco antes de que yo naciera”, comenta Richart a Pozuelo IN.
“En Colombia, por lo general, todo el mundo estudia. Pasé mi época de primaria en la zona de la costa; más tarde me trasladé a Bogotá y, finalmente, realicé un curso de bachillerato en Medellín”, recuerda Richart.
“Con tan solo 13 años me hice mi primer tatuaje, una araña en la muñeca izquierda”
Desde que Richart tiene uso de razón, surgió en él un deseo de plasmar dibujos en la piel de sus amigos. “En un principio, mis amigos me pedían que les dibujara en el brazo con rotulador”, comenta Richart. En ese momento, era solo un hobbie, dibujaba lo que veía y lo plasmaba en hojas de papel sueltas. Con el paso del tiempo se dio cuenta de su talento y a la edad de 13 años se realizó a sí mismo su primer tatuaje. “Fue con una máquina casera”, relata Richart mientras señala una de las máquinas colgadas en su estudio del centro de Pozuelo.
Antes de llegar a España, Richart viajó por gran parte del continente americano. Mucho antes de cumplir con su mayoría de edad y comenzar con su recorrido universitario, su padrastro, de origen puertorriqueño, le convenció de iniciar una nueva etapa en Miami. Durante muchos años, para poder acceder a la Universidad colombiana era necesario haber ejercido una carrera militar, pero en ese momento, con tan solo 16 años, no podía acceder a ella.
Por ese motivo, Richart trató de buscarse la vida en territorio yankee durante dos años. “Cuando regresé, ingresé en el cuerpo militar para, posteriormente, unirme a la policía. Una vez terminada esta etapa empecé mis estudios universitarios”, cuenta Richart. Pocos pueden presumir de los títulos que tiene nuestro joven tatuador pozuelero de adopción. Su polivalencia académica es envidiable: tres grados universitarios en Comercio Internacional, Gastronomía y Perforación de Pozos de Petróleo.
Nada más llegar a Argentina me estafaron y me quedé sin “blanca”
Su etapa académica finalizó a la edad de 25 años. En ese momento, Richart pensó que su arte debía empezar a expandirse fuera de casa. Así fue como llegó a Argentina, donde viviría 3 años. “Cuando llegué, me ocurrió algo que ahora recuerdo de forma chistosa pero me fastidió mucho. Estuve ahorrando durante mucho tiempo para poder instalarme en Buenos Aires. Contacté con un chico colombiano que alquilaba un apartamento, le pagué 6 meses de alquiler por adelantado, pero nunca volví a verle, desapareció con todos mis ahorros” recuerda con sonrisa de lamento.
Richart se quedó sin ahorros, “canino”, sin un duro, y en cuanto pudo reunir una pequeña cantidad de dinero lo invirtió en comprar material de trabajo. En alguna que otra ocasión tuvo que dormir en la calle, al amparo de la luna y las estrellas. Su suite presidencial contaba con la mirada atenta de las paredes de la plaza de San Martín en Buenos Aires.
Pero su destino cambiaría un buen día en el que conoció a una chica argentina que le tendió la mano en señal de ayuda. Le ofreció un puesto en el departamento de limpieza de un concesionario de Citroen. “Estuve trabajando allí durante dos años. Todo el mundo me quería. Al mismo tiempo, conseguí alojarme en un departamento con garaje donde instalé mi estudio de tatuajes. Había muchas ocasiones en las que no me daba tiempo a terminar de trabajar y atender a mis clientes en el estudio, pero las cosas comenzaban a ir bien”, comenta Richart.
La vida nos pone muchas veces entre la espada y la pared cuando mejor creemos estar. Para Richart no fue diferente, Argentina empezó a ver como su economía caía en picado, cuesta abajo y sin frenos. “Comenzaron a subirme el alquiler cada 3 meses, los productos estaban cada vez más caros, así que ahorré durante un año y decidí viajar a España”.
“Un tatuador debería conocer todos los estilos”
Dentro del mundo de los tatuajes, como de cualquier otra disciplina del arte, existen diferentes estilos y corrientes que etiquetan a los artistas. “Sigo aprendiendo cada día, no tengo un estilo definido. Un día puedo hacerme un tatuaje minimalista o de caligrafía y mañana uno basado en el realismo. Creo que un tatuador debe conocer todas las corrientes y estilos, no puede anclarse en una rama del tatuaje” crítica Richart.
Richart no solo demanda que los tatuadores tengan esa polivalencia artística para poder adaptarse a cualquier estilo. Institucionalmente, no entiende por qué los productos que se comercializan en España (principalmente la tinta) son de tan baja calidad “Debe ser por los impuestos que pide España para la importación de estos productos” lamenta Richart. “Los productos que yo considero de mejor calidad y más saludables para la piel están prohibidos en España. No entiendo porque son ilegales, si en todo el mundo están codiciados: Eternal, Dynamic o Proton. Dicen que son productos no homologados, pero ¿qué es homologar? Homologar es pagar y ya. Solo quieren que se comercialice el producto local, no dejan traerlos, no se pueden utilizar” exclama Richart.
“Mucha gente se tatúa por imitar a futbolistas y artistas”
Desde que Richart comenzara con 13 años a tatuar, se han percibido muchos cambios tanto técnicos como sociales. “Antes usábamos máquinas con motor que hacían muchísimo ruido, y asustaban a los clientes, da la sensación de que el tatuaje dolerá más. Es algo psicológico. Ahora usamos máquinas sin cableado, silenciosas. Parece que no hacen daño, que son un pincel” explica Richart.
Los prejuicios que surgen en torno a los tatuajes son todavía muchos. “La situación es diferente entre España y Colombia” aclara Richart. Cuenta que, en Colombia, al tener una mentalidad más cerrada y católica, encuentras ciertas costumbres como un hábito de gente que “no es buena”, como fumar, las drogas o los tatuajes. Richart cree que aquí en Europa hay una mentalidad mucho más abierta. “La gente ve a un jugador, a un cantante, a un artista con tatuajes y quiere hacérselos. Puedes tener tatuajes y ser una persona exitosa pero tener pintada la piel no determina a una persona, no la define”, concluye Richart.
“Los tatuajes pueden no representar nada, pueden ser simplemente algo que te gustó. Lo ves por la calle, en el cine, en la tele y te lo tatúas. Pero también pueden serlo todo. Ha habido personas que se han tatuado y se han puesto a llorar, por conmoverse, por la nostalgia y la emoción que produce”, relata Richart.
“Cuando a mí me presentan un tatuaje trato de no juzgarlo, unas veces me puede gustar más y otras menos. Cada persona es especial. No puedes verlos como dinero o un cliente más, tienes que valorar lo que significa ese tatuaje para esa persona”, explica.
“Quiero abrir un local más grande y poder traer a mis hermanos a España para tatuar”
En la actualidad, Richart, sigue mirando al frente, la suerte no acaba de sonreírle. A su llegada a España y recién abierto el local en la calle Reina Mercedes 35, de Pozuelo, se encontró con una pandemia mundial que puso patas arriba los planes de todos.
Encerrado en su estudio no tuvo más opción que avanzar en sus diseños y planear su siguiente paso. El proyecto de futuro de Richart se centra en la llegada de sus hermanos a España. “En primer lugar, me gustaría poder arreglar mi situación legal. Actualmente, me encuentro a la espera de resolver un recurso de apelación por un aviso de deportación. Soy autónomo y hace las cosas un poco más complicadas” confiesa. Pero Richart no tira la toalla ni pierde la sonrisa ante las adversidades. Sigue pensando en su futuro, “mi hermano pequeño es tatuador, igual que mi hermana. Mi sueño es que, en el futuro, cuando pueda abrir un local más grande y bonito, vengan conmigo a trabajar” sueña Richart.
Después de todo su trajín de vida, de sus dramáticas experiencias y de todos los países que ha visitado, Richart ha decidido que en Pozuelo es donde quiere vivir. “Me encanta España, después de todas las experiencias que he sufrido pensaba que aquí las cosas no me irían bien. En este país hay una mentalidad muy abierta comparada con la de Colombia. Pozuelo es espléndido, un lugar ideal en el que residir y expandir mi negocio, mi sueño es abrir un local más grande aquí y vivir aquí para siempre”, remata mientras ensaya un nuevo dibujo para su próximo tatuaje.
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